El mercado de valores en EE. UU. es crecientemente dominado por programas computacionales que compran y venden activos a altas velocidades gracias a la capacidad de procesar información de manera significativamente más rápida que los seres humanos. Sin embargo, las decisiones rápidas de inversión también han generado crisis muy graves en los mercados bursátiles como fue el Flash Crash (crisis “relámpago”) del 6 de mayo del 2010 cuando el índice Dow Jones cayó cerca de 700 puntos en pocos minutos y se recuperó inmediatamente.

La compañía Knight Capital Group tuvo una falla en un nuevo programa computacional que le llevó a comprar rápidamente durante 45 minutos acciones de cientos de compañías con lo cual sus precios se aumentaron artificialmente, pero finalmente Knight Capital registró pérdidas de 440 millones de dólares al liquidar estas posiciones el 1 de agosto de este año. En un día, el precio de esta compañía ha caído de $ 10,31 a $ 2,22. ¿Cómo es posible que esta crisis no haya sido prevenida después del Flash Crash del 2010? Gracias a las recomendaciones de un comité interinstitucional de la Comisión de Valores y Bolsas (SEC) y la Comisión de Negociación de Futuros de Productos Básicos (CFTC) de EE. UU., se han establecido correctivos como circuit breakers o interruptores que paralizan la actividad bursátil en 5 minutos cuando los precios de las acciones cambian más de 10% en 5 minutos. Curiosamente este mecanismo no funcionó en el caso de Knight Capital porque este se activa 15 minutos después que el mercado inicia sus operaciones pero el error de Knight Capital se produce desde el momento en que el mercado abre.

Este caso muestra la significativa presión competitiva del mercado financiero que lleva a las compañías financieras a poner en producción programas computacionales que mueven millones de dólares, pero sin haberlos evaluado suficientemente. La reciente crisis tecnológica en la emisión de acciones de Facebook muestra un problema similar en otra sección del mercado financiero.

En la misma forma en que el sector bancario debe realizar tests de estrés o análisis de sensibilidad para evaluar los escenarios más difíciles, el resto de compañías financieras deberían asumir estas prácticas aunque no sean requeridas por los reguladores. Adicionalmente, las compañías financieras pueden llevar un registro consolidado que permita auditar internamente todas las transacciones que se realicen electrónicamente. Los controles de riesgo y las auditorías pueden pasar por alto estos riesgos dado que se concentran en las cuentas financieras o en los grandes eventos corporativos. Sin embargo, este incidente demuestra que el riesgo operacional de los programas computacionales financieros puede prácticamente llevar a la quiebra a una compañía en pocas horas si los problemas no son detectados a tiempo.

El sector financiero ecuatoriano también se encuentra expuesto a estos tipos de riesgo ya que aunque la presencia de las negociaciones electrónicas no lleguen al nivel de lo que se observa en los mercados norteamericanos, sin embargo, puede invertir directamente en compañías que sí están expuestas a este riesgo o indirectamente a través de su participación en fondos basados en índices bursátiles. Adicionalmente, las operaciones del sector financiero cada vez se automatizan más y los bancos o instituciones de inversión se convierten en negocios de alta tecnología financiera como es el caso de las compañías de tarjetas de crédito en el que tienen que aprobar un gran número de transacciones en un periodo extremadamente corto. En este sentido, las auditorías de riesgo operacional especialmente los tests de estrés permitirían anticipar posibles problemas y hacer las mejoras necesarias en la tecnología financiera para asegurar su óptimo funcionamiento.