Por Ricardo Vasconcellos R.
rvasco42@hotmail.com

Aquello de los 80 del título no son goles, sino años. Los que cumple hoy aquel insigne goleador del Barcelona de los años 50, Simón Cañarte Arboleda. Faltará torta para tanta vela pero siempre habrá una sonrisa en el alegre Simón, habitualmente cuidadoso de su físico y de la dieta que le prepara a diario doña Martha, gran amor de su vida.

En medio de la consternación provocada por el hasta hoy misterioso deceso de Christian Benítez, hay un minuto de regocijo para levantar una copa de champán y recordar el fructífero, aunque corto, paso por las canchas del país de un artillero, tan diferente de esos que tanto ganan hoy y tan poco descuentan en goles sus crecidos emolumentos.

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En 1951 Simón Cañarte llegó, con 18 años, a Barcelona después de haber jugado en las calles porteñas, en la canchita del colegio José Domingo Santistevan, en el Boca Juniors del ascenso y en la oncena del Banco La Previsora, que fue donde lo vio el dirigente torero Paul Schuller.

“Me encontró en Pichincha y 9 de Octubre y me llevó a la oficina de Federico Muñoz Medina, donde firmé la ficha de afiliación. No me pagaron nada porque yo no sabía de primas ni de sueldos. Lo que yo quería era jugar en Barcelona”, cuenta Simón.

Le tocó debutar en junio de ese mismo año ante el Reed Club, de los cracks peruanos. Lo pusieron de alero zurdo junto a José Jiménez, Carlos Cabello, Sigifredo Cholo Chuchuca y José Pelusa Vargas. Pero él buscaba por instinto el centro del área rival.

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Era físicamente fuerte, no tenía miedo de los trancazos rivales, sabía bastante con el balón en sus pies, tenía olfato de gol y un par de cañones en sus botines. En 1952 Simón jugó de puntero zurdo, hasta que le tocó debutar a su hermano Clímaco, de apenas 16 años.

Se formó con Simón y Clímaco un ala izquierda histórica y una delantera formidable con Jorge Mocho Rodríguez, el Pájaro Cantos y Chuchuca. Ya no eran el Cholo y Pajarito los que buscaban perforar las vallas contrarias; ahora estaba también Simón Cañarte.

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Su gran consagración se produjo en 1954 cuando alcanzó el título de goleador del campeonato de la Asociación de Fútbol del Guayas con 13 dianas. Tuvo aquel año partidos inolvidables, como aquel contra Valdez en la segunda rueda cuando, junto a Clímaco, marcaron los cuatro goles de la victoria del Astillero. “Efectividad de los hermanos Cañarte y labor velocísima de la delantera dieron el triunfo a Barcelona”, dijo Diario EL UNIVERSO el 21 de octubre. Los hermanos repitieron su gesta goleadora una semana después ante Patria al que Barcelona hizo cinco goles, cuatro de ellos marcados por Clímaco y Simón, dos cada uno. “Hermanos Cañarte forman ala cuya eficacia se tradujo al marcar cuatro de los goles” comentó nuestro Diario, que bautizó aquel día a la delantera que formaron el Mocho Rodríguez, Enrique Cantos, Gonzalo Chalo Salcedo y los hermanos Cañarte como Los Cinco Diablos.

Más de un centenar de goles marcó Simón Cañarte a todos los arqueros nacionales y extranjeros durante su corta carrera entre 1951 y 1957, cuando se retiró a los 24 años de edad. Hoy se rememora su condición de primer goleador del campeonato nacional de fútbol en 1957. En rueda de amigos, el sábado anterior en la Asociación Barcelona Astillero, la entidad guardiana de las glorias del club, Álex Velarde, arquero que fue del ídolo en los años 60, recordó tres tantos históricos de Simón, todos logrados en 1956.

La mejor, según Álex, y nosotros concordamos con ello, fue aquella chilena con que le puso un gol al legendario Miguel Ángel Rugilo, cuyo paso por la selección argentina le ganó el apodo de el León de Wembley. Rugilo llegó en Tigre, de Buenos Aires, junto a Tucho Méndez y a Rodolfo Bores que había estado en Patria en 1951 y 1952. Ante un centro de Clímaco, Simón, entre la marca de dos zagueros, se volteó para robarles el balón y vencer al gran arquero gaucho. Cuando Simón celebraba el gol con sus compañeros, se acercó el caballeroso Rugilo para darle un abrazo y lanzarle un “estupendo, pibe” que el goleador conserva como uno de sus mejores recuerdos.

Después le tocó al gran Julio Cozzi, que llegó en Independiente de Avellaneda luego de su paso por Millonarios de Bogotá. A ese arquerazo, que el público recordaba como el mejor del Sudamericano de 1947 jugado en el estadio George Capwell, Simón le disparó un misil intercontinental que Cozzi ni siquiera alcanzó a ver cuando entraba en el marco.

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El tercero se lo marcó a Donoso, portero de Palestino de Chile, aquel equipo que comandaba el Muñeco Roberto Coll. Avanzando por la derecha, hostigado por un volante, con muy poco ángulo de tiro, Cañarte por poco hace estallar el balón por la fuerza de su pegada para una victoria de Barcelona en partido nocturno en el viejo Capwell. Añejas remembranzas, buenas para la hora en que se alcen los cristales en la casa de Simón y Martha.

En medio de la consternación provocada por el deceso de Christian Benítez, hay un minuto de regocijo para recordar a un artillero efectivo.