La pérdida de espacios para la práctica del deporte en Guayaquil se ha vuelto un tema recurrente. Los medios de comunicación, y muchos periodistas responsables con la sociedad, le vienen dedicando de manera sostenida espacio para tratar estos asuntos que tienen como objetivo que la ciudad mantenga sus espacios dedicados a la práctica de la actividad física.

La historia confirma que a esta enorme preocupación por la destrucción de escenarios, a la que se le dedica muchas páginas en los periódicos y horas en radios, se sumó el mal estado de muchas de las instalaciones deportivas que provocaron la intervención de la Federación Deportiva del Guayas por haber puesto en peligro inmuebles que fueron construidos con patrimonio del Estado. Hasta el momento esa situación no ha podido ser corregida.

Concuerdo con Ricardo Vasconcellos Figueroa cuando señala que hay una tendencia recurrente a derribar estadios y coliseos en Guayaquil. Tractores y equipos pesados acabaron con la rica historia del complejo Pío López Lara, en el que funcionaban el estadio para el fútbol Ramón Unamuno, donde se jugó el primer Clásico del Astillero, el suceso futbolístico de mayor interés en el país. Se derrumbó el gimnasio César Salazar Navas, del que salieron grandes valores del boxeo de la provincia y de Ecuador. Lo mismo ocurrió con el Abel Jiménez Parra, coliseo donde se jugaron los últimos certámenes de básquet de primera división. Fui testigo, cuando fue demolido ese inmueble, de cómo quedaron regados en el piso muchos trofeos, fotos y testimonios como tarjetas de afiliaciones de jugadores.

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El estadio de béisbol Aurelio Yeyo Úraga, pese a la insistencia de los diligentes constructores de tumbarlo, no fue derribado porque el Gobierno japonés, pocas semanas antes del insuceso destructor, había entregado recursos para su rehabilitación con la esperanza de que la selección nacional de beisbolistas del Ecuador trabaje para llegar a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, un gesto de mucha generosidad que resultó fallido.

El arreglo al Yeyo Úraga fue cosmético porque no se acometió en buscar soluciones para el principal problema que es el campo de juego, que tiene distintas variedades de césped y muchos desniveles que son peligrosos para los peloteros.

La verdad es que el Yeyo Úraga se salvó, pero por su actualidad es como si lo hubieran desaparecido por el abandono de los dirigentes, especialmente de los de Fedeguayas. Son ya dos temporadas sin actividad y tal como están las cosas vamos rumbo al tercero. Algo debe ocurrir porque cuando surgen personas interesadas en asumir la organización del béisbol provincial, ellos terminan haciendo la famosa jugada ‘pisa y corre’.

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¿Cuáles son las razones por las que luego de un acuerdo inicial termine cayéndose el proyecto? Según informaciones, ahora organismos como las asociaciones provinciales, lejos de recibir dinero para el fomento y desarrollo, deben producirle recursos a la matriz (Fedeguayas).

Han cambiado los tiempos. Antes las asociaciones recibían recursos mensuales para las actividades, pero con llegada de la ‘Nueva Era’ dejaron de entregarse los dineros y la misma Fedeguayas, a su criterio, contrataba entrenadores según preferencias; pagaba gastos de organización y medio mantenía los escenarios. Esto fue denunciado a las altas esferas del Gobierno, pero nunca hubo ninguna respuesta para que se cumpla lo que la ley señala.

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Creer que una o dos personas puedan conocer los detalles y especificaciones técnicas de cada uno de los más de 40 deportes que maneja la institución provincial no es posible. Esta teoría es muy difícil de entender y más admitirla ¿Dónde quedó la autonomía de las asociaciones provinciales, que han sido reducidas a la mínima expresión?

En la época contemporánea la ciudad ha ido perdiendo espacios para la práctica del deporte. El béisbol perdió hace muchos años el Reed Park, inaugurado el 1 de junio de 1946, lugar en el que se instaló por primera vez césped y se importaron gradas metálicas, instalaciones que posteriormente fueron usadas para los entrenamientos y concentración con Barcelona.

Luego, la administración de Assad Bucaram desalojó la cancha de la Liga Juan Díaz Salem, en el Centro Cívico, donde jugaron famosos equipos barriales del cual surgieron grandes e inolvidables futbolistas que pasaron a los equipos populares. También fue demolida la escuela de béisbol que conducía Vicente Maldonado, asimismo en el Forestal, justo donde ahora hay una zona de parqueos.

En el 2016 la administración municipal desapareció la piscina de Malecón y Loja. En la esquina de las calles San Martín y Pío Montúfar, del estadio George Capwell, funcionaron un gimnasio de boxeo y canchas de básquet y hándbol, que también se perdieron.

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Hoy, luego de tanto tiempo sin uso y en completo y vergonzoso abandono, el Municipio porteño quiere transformar el área donde están las piscinas del Centro Cívico, que fueron construidas y usadas para el Mundial de Natación de 1982, en un parque acuático. No estamos para nada de acuerdo con esa idea.

Está bien que se construyan áreas de recreación, que le vienen bien a nuestra ciudad-puerto de clima tropical buena parte del año, pero hay que hacerlo sin perder las piscinas que bien pueden ser recuperadas para mejorar el desarrollo técnico de la natación. Así podrán salir nuevas generaciones de nadadores y también se mejorará la calidad de vida de niños, jóvenes y adultos. Habrá que armar un comité de notables que tengan la misión de impedir que se tumben escenarios deportivos, muchos de los cuales deben ser considerados inembargables y patrimonio de la ciudad. (O)

Hay una tendencia recurrente a derribar estadios y coliseos en Guayaquil. Tractores y equipos pesados acabaron con la rica historia del complejo Pío López Lara".