El técnico argentino Gustavo Alfaro, contratado un mes antes del debut de Ecuador en la eliminatoria del Mundial de Qatar 2022, ha reconstruido la ilusión de un equipo en plena crisis y, como si frotara una lámpara mágica, parece haber sacado el genio que lleva dentro el futbolista ecuatoriano.

Con únicamente dos entrenamientos completos, Alfaro abrió expediente con un primer enfrentamiento con Argentina el pasado 13 de octubre, en la que su nuevo equipo cayó por la mínima diferencia, pero al que terminó arrinconando en su campo.

Pero desde aquel encuentro en Buenos Aires, Ecuador ha hecho brillar su talento goleando 4-2 a Uruguay, ganando por 2-3 de visitante a Bolivia, y apabullando por 6-1 a Colombia.

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“Vendaval tricolor”, “Goleada inédita de la Tri sobre los cafeteros”, “Ecuador apabulla a Colombia”, “Buen fútbol y espectáculo”, “Trece goles en tres partidos”, son algunos de los titulares que en las últimas horas hacen el pasillo a un entrenador que llegó a trompicones, y después de que el cacareado “proyecto Cordón-Cruyff” se diera de bruces con el parón de la pandemia.

Y con sangre latinoamericana, en apenas dos meses, Alfaro ha inundado de confianza a cada jugador ecuatoriano, le ha asegurado credibilidad y valía, y parece haber terminado de convencerle de sus condiciones innatas, que estaban sumergidas desde hacía años en los entramados institucionales y paradigmas de un fútbol cada vez más competitivo.

“La selección ecuatoriana estaba muy golpeada de los últimos resultados por la no clasificación al último Mundial, por la crisis dirigencial, por los cambios de directores técnicos y por la pandemia”, explicó a Efe el comentarista Alfonso Laso, del canal Teleamazonas.

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Y consideró que, ante esa difícil coyuntura, Alfaro “se ha manejado con mucho sentido común”, combinando “jóvenes”, “experimentados”, y “otros en la mitad de sus carreras buscando ganarse el puesto”.

Y es que no se fue al extremo de convocar sólo a jugadores con rodaje futbolístico, ni agrupar únicamente a los ganadores del histórico Campeonato Sudamericano sub-20 del año pasado en Chile y luego medallistas de bronce en el Mundial de Polonia 2019.

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Terminó haciendo una mezcla a priori perfecta en medio de la expectativa, las dudas, los temores y la ansiedad nacional que, tras tres clasificaciones a los Mundiales (2002, 2006 y 2014), saborearon la amarga eliminación en la fase previa para Rusia 2018 luego de un excelente arranque con cuatro triunfos consecutivos.

Tras el brillante partido del martes contra Colombia, Alfaro fue preguntado precisamente por ese paralelismo, y respondió que la “humildad” debe prevalecer porque “todavía nos faltan cosas”: “Nos falta madurez, tiempo, trabajo, serenidad, concentración y lucidez para tomar las decisiones exactas en determinados momentos”.

Un ancla a tierra en medio de la euforia de ganar a un vecino que siempre se le ha hecho cuesta arriba a la Tri.
Y es que ni el más grande soñador u optimista de los ecuatorianos imaginó que en dos meses Alfaro iba a dar forma a una idea futbolística que calzó como anillo al dedo de la selección.

Los secretos que parece haber redescubierto son la velocidad, potencia física, resistencia y altas dosis de técnica del jugador ecuatoriano, cualidades con las que ha sorprendido en más de una jugada, dejando a sus atacantes frente al portero rival en apenas tres toques profundos.

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Con la misma prudencia que el Profe, Laso valora que este es un “proceso” en el que los buenos resultados son “una cosecha temprana de decisiones correctas de un hombre que sabe mucho de fútbol y cómo moverse en el fútbol”.

Pero advierte que para garantizar continuidad de estos resultados a mediano y largo plazo hay que esperar a ver “si podemos volver a esa normalidad que antes conocíamos y se puedan hacer otros trabajos”.

Lo que está claro es que después de tantas decepciones, Alfaro se ha ganado ya el aprecio, la credibilidad y el respeto de los ecuatorianos por su forma transparente de decir y hacer lo que piensa.

También la confianza de sus jugadores con una facilidad excepcional para explicar ideas, y la humildad de estos para recibirlas y aplicarlas en lo que parece una nueva relación entre entrenador y equipo.

Otra de las virtudes del técnico argentino ha sido su talento para agrupar jugadores, prever hechos que pueden surgir, y encontrar una mezcla efectiva de dos generaciones: la que está por terminar de dar lo mejor y la que empieza a mostrarse.

Todo eso y mucha visión, como ha demostrado cuando ha tenido que afrontar la ausencia de seis convocados por contagio de coronavirus, la selección más afectada del continente.

La semana pasada, ante Bolivia, ya había faltado por esa misma razón el goleador Enner Valencia, y con la excepción del técnico, nadie atinó que su reemplazo sería un parsimonioso centrocampista como Júnior Sornoza, que sorprendió a todos -quizás hasta a sí mismo- con pases que destrozaron el sistema defensivo contrario.

Esa es la diferencia que va marcando Alfaro sobre la marcha, sin procesos, con tiempo únicamente para convocar y jugar, armando una estructura base en la que la “figura” es su idea de juego, en la que brilla el jugador que, con su aval, entra a la cancha. (D)