En el 2009, Barcelona SC vivía uno de los momentos más dramáticos de su historia. El conflicto interno entre dirigentes contaminó el ambiente. El presidente Eduardo Maruri, un profesional exitoso en el sector publicitario, había hecho una alianza electoral con los hermanos Luis y Antonio Noboa, pero al poco tiempo el pacto se resquebrajó y estuvo en riesgo la categoría del equipo. En un movimiento desesperado, Maruri convocó al periodista Alfonso Harb y lo nombró titular de la Comisión de Fútbol.

Uno de los problemas de la era Maruri-Noboa fue el fracaso de las contrataciones extranjeras. El más notorio fiasco fue el de Rolando Zárate, de bajo rendimiento. Siempre estuvo en duda que haya venido en plenitud física, porque sufrió graves lesiones antes de venir a Barcelona SC. La desvinculación de Zárate no solo que representó un serio impacto a la economía del club, sino que además se convirtió en el peor fichaje en la historia canaria.

Otro desacierto de la dirigencia de aquel entonces fue contratar al DT español Benito Floro, quien al final fue otro gasto oneroso. Floro, un parlanchín contumaz, confirmó lo dicho por el técnico galés John Benjamin Toshak, quien lo definió así: “Benito Floro es un entrenador que no tiene ni zorra idea del fútbol”.

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El ingreso de Pocho Harb a Barcelona SC tuvo sentido por el estado de emergencia que vivía la institución. Fue incorporado el argentino Juan Manuel Llop, catalogado como un técnico experto en salvar categoría. La primera gestión crucial fue reforzar al equipo. Es así como Harb conoce la conversación de Llop con un jugador gaucho de apellido Oyola, un volante todoterreno. Llop reveló que le dijo a Oyola: “Barcelona es un club en problemas, pero es el más grande. Acompáñanos, pon lo que sabes y los aficionados apreciarán tu calidad. Si eso pasa, cambiará para siempre tu vida”. Pocho Harb, tras escuchar la recomendación de Llop, a sabiendas de que se había confirmado a Juan Samudio, goleador paraguayo, y al mediocampista Hernán Encina, sabía que le faltaba otro volante.

Harb cuenta que revisó un video. “Vi un patucho que sabía cuidar la pelota, como carapacho. Se tiraba al piso, le jalaba la pantaloneta al que iba con la pelota. Cuando hizo un gol, fue hasta el córner y le pegó una patada al banderín para celebrar el gol. Me emocioné tanto y me dije: ‘Este tiene garra, esto necesita Barcelona, un pecho caliente en medio de tantos pechos fríos’”. Y se confirmó el fichaje. Barcelona salvó la categoría en el último partido, ante Liga de Portoviejo, al ganar por 2-0 con goles de José Luis Perlaza y Samudio, pero el bastión inclaudicable había sido Matías Oyola.

Lo que nunca imaginó Harb es que ese pequeño gladiador se convertiría tras su extensa permanencia en un ídolo del Ídolo, como lo calificó el actual presidente de Barcelona SC, Carlos Alfaro Moreno. “Oyola es una leyenda del club”, dijo. El Pony, un gigante en la cancha, se hizo querer en sus doce temporadas como amarillo, pero sobre todo se ganó el cariño de la hinchada, el respeto de la prensa y también de sus compañeros y sus rivales.

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Oyola llegó a Guayaquil el 14 de julio de 2009, con 27 años, y se retira del fútbol en el 2023 con cerca de 41 años. Nació el 15 de octubre de 1982 en Río Cuarto, provincia de Córdoba. Con 14 años se unió a River Plate; también pasó por Belgrano e Independiente de Avellaneda. Jugaba en el Colón de Santa Fe cuando le dijo sí a Barcelona, en el 2009. Se conoce que cuando Gabriel Perrone dirigía a Emelec intentó convencerlo a Oyola para que se uniera al equipo azul.

El Pony confirmó, desde el primer partido, que se trataba de un jugador con carácter, que empujaba a los suyos en los momentos en que bajaban la cabeza. En sus botines había fútbol y categoría. Llegaba al área rival y se atrevía a buscar el gol; poseía un buen disparo de tiro libre. Es más, su primer gol en Ecuador lo hizo de esa manera, el 5 de agosto de 2009, al arquero de Liga de Quito, José Francisco Cevallos. Su gran personalidad lo transformó en la voz cantante ante los jueces y ante los directivos. Reclamaba con respeto los errores arbitrales y las injusticias dirigenciales.

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Así se convirtió en el Gran Capitán. Todo esto lo hizo el líder del equipo amarillo. Su comportamiento dentro y fuera de la cancha no fue coyuntural, sino extrapolable en el tiempo. Los hinchas supieron valorarlo, y propició aquello que los ídolos tienen como usufructo: la idealización en el imaginario del seguidor.

Oyola forma parte de aquellos elegidos que pasan a la historia y que siempre viven en la memoria. En esa lista privilegiada está junto a Sigifredo Chuchuca, Enrique Cantos, Fausto Montalván, Vicente Lecaro, Pablo Ansaldo, Luciano Macías, Clímaco y Simón Cañarte, Washington Muñoz, Jorge Bolaños, Alberto Spencer, Carlos Luis Morales, José Francisco Cevallos, Carlos Muñoz y, entre los extranjeros, José Paes, Víctor Ephanor, Nelsinho, Helio Cruz, Gerson, Moacyr Pinto, Rubén Darío Insúa, Marcelo Trobbiani, Alfaro Moreno y otros pocos más. A esa lista ha ingresado Matías Oyola.

Los considerados ídolos en el deporte deben rendir en su disciplina. La conducta es un factor fundamental, porque influyen en la transmisión de valores, sobre todo a los niños y jóvenes, que deben aprender que esa ecuación da resultados positivos. Oyola es una muestra de aquello. Muy pocos jugadores de Barcelona han conseguido llevarse a sus vitrinas particulares tres medallas como campeones del Ecuador (2012, 2016, 2020). Además, en los registros de Barcelona SC consta que jugó 328 partidos por campeonato nacional, 30 de Copa Libertadores (dos semifinales de ese torneo), 17 en la Sudamericana y 5 encuentros en la Copa Ecuador. Anotó 33 goles. Nacionalizado ecuatoriano el 26 de septiembre de 2016, fue convocado por Gustavo Quinteros a la Selección y jugó siete partidos.

La tradicional Noche Amarilla, preparada para la presentación del equipo para la temporada del 2023, reúne todas las condicionantes para ser un gran evento, con la presencia de Sergio Agüero y demás invitados. Desde mi concepto, el adiós de Matías Oyola será este sábado el acto más trascendental, con miles de hinchas diciéndole adiós. Estos momentos nostálgicos serán para recordar esas tardes inolvidables cuando sudó la amarilla.

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La sensibilidad de la directiva de Barcelona SC no hace otra cosa que cumplir con ese valor que existe en la vida y que no todos lo ven: el reconocimiento, que sirve para que las cosas y las personas inscriban para siempre su nombre en la memoria colectiva. Como explicó sobre el tema el poeta colombiano Juan Manuel Roca, hay dos circunstancias que odian a la memoria: “El día y las polillas”. El día pasa espoleado por el hombre con la indiferencia y las polillas mordisquean los testimonios de los libros.

Este día se despide un ídolo, un futbolista que puso la intención y la práctica a disposición de los demás, pero también para su beneficio. Eso es, en definitiva, el sincronismo de la fortaleza del espíritu, del esfuerzo y la disposición para el sacrificio, la grandeza con humildad. Aquella es una fórmula que siempre abre el portón de la gloria deportiva.

Adiós, Matías Oyola. (O)