Intuíamos que Argentina compondría su mejor presentación en el torneo y lo habíamos adelantado. Una vez extirpado el bloqueo mental que le había quedado tras la derrota ante Arabia Saudita, el cual continuó frente a México, se evaporó en un instante cuando Messi marcó su golazo. Ahí el equipo sepultó el trauma, se liberó y apareció. Y volvió a ser la Argentina de los 36 partidos invicta, la ganadora de la Copa América y la que brilló en la eliminatoria. Pese a ser Polonia un equipo organizado y con mucha gente en defensa más un matador adelante como Lewandowski, el dominio albiceleste fue absoluto y las llegadas, copiosas.

El cartel electrónico muestra 2 a 0, aunque por desarrollo fue un partido de, mínimo, 5 a 0. Además de los dos goles y el penal fallado, Argentina creó ocho situaciones de gol más, clarísimas, de mano a mano, que no supo definir en algunos casos o que evitó el buen arquero Szczęsny, un bombero que apagó un incendio, porque con un solo tanto más en contra Polonia quedaba afuera, lo superaba México. Un equipo defensivo y sin luces, Polonia, pero ya está en octavos de final gracias a la diferencia de gol. Con México se va una de las dos hinchadas más numerosas del mundo mundial, que siempre aporta color y llena tribunas. Una pena. Pero el proceso mexicano con Gerardo Martino a la cabeza viene torcido desde hace tiempo. El tiro del final se lo dio Arabia Saudita, que se vuelve a casa pero habiendo hecho estragos. México ganaba 2-0 y estaba clasificando hasta el minuto 95, cuando Salem Al Dawsari, el mismo del gol del triunfo sobre Argentina, le hundió un cuchillo en el pecho. Y adiós manitos… Los polacos, que saludaban como en un velorio en medio del campo a los futbolistas argentinos, recibieron de pronto la noticia del gol saudita y festejaron.

Messi fue el virtuoso conductor que lideró los avances, orquestó jugadas e hizo sus pases mágicos. Pero el hombre que hace todo bien hizo mal lo más importante: falló un penal. La falta se la había cometido el arquero a él mismo. Sin embargo, Leo estaba agitado, aún ligeramente conmocionado por el golpe recibido en el rostro y lo pateó mal, a media altura. Debió ejecutarlo otro.

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El promocionado duelo Messi-Lewandowski, azuzado por declaraciones fuertes del polaco en ocasión del Balón de Oro, no tuvo lugar. El 9 del Barcelona ni tocó la pelota, fue tragado por la marca de Cuti Romero y Otamendi, dos fieras que le pusieron las esposas y le jugaron durísimo. Messi, en cambio, fue el jugador distinto al resto y de su mente y sus pies surgieron todos los trazos brillantes del cuadro. Muy visible fue que Lewandowski intentó un par de veces acercarse al 10 y palmearlo, pero este lo ignoró olímpicamente. Cuando Leo ganó el galardón cumbre para los futbolistas en 2021, subió al escenario y dijo en tono sincero: “Es un honor estar aquí contigo, has batido récords y también mereces ganar el Balón de Oro. Todo el mundo estuvo de acuerdo que el año pasado fuiste el ganador. No se pudo hacer por el tema de la pandemia, pero creo que mereces tener este trofeo en tu casa”, fueron las palabras de Messi a Lewandowski al recibir la distinción. Sin embargo, este no le creyó. “Me gustaría que su declaración fuera honesta, no palabras vacías”. Messi le hizo la cruz a lo Messi, sin hablar más y sin mirarlo siquiera.

El once de Scaloni mareó a Polonia tocando y tocando, de un lado a otro, para desgastarlo y meter el pase filtrado cuando fuera la ocasión. No obstante, el gol se le hizo rogar y el 0 a 0 sobrevivió un tiempo. Pero apenas llegó el segundo tiempo, al minuto devino el gol de Mac Allister, que silenciosamente se hizo un lugar entre los titulares. Julián Álvarez, otro que se ganó jugar de entrada, anotó el segundo. Los dos permanecerán en octavos de final. Más allá del abrumador dominio y el toque, fue nuevamente un equipo seguro atrás, con notable concentración para anticipar al rival en todos los sectores del campo y desarticularle cada intento de avance. Lo ató de manos y pies a Polonia. Ese es el fútbol de Scaloni: mucha presión, pase y pase hasta agobiar al adversario y buscarlo a Messi, que siempre tiene la llave del partido.

Fue una jornada redonda para la celeste y blanca, porque en primer turno Australia venció inopinadamente a Dinamarca y se coló en octavos de final. Y ambos se enfrentarán el sábado en un choque que no debería ser una barrera infranqueable para el país de Di Stéfano, Maradona y Messi. Le salió bien porque, de haber quedado segundo en el grupo, a Argentina le hubiese tocado Francia. Logró eludirla. Argentina se anotó dos victorias seguidas y recuperó la chapa de candidato. Ya está otra vez tercero en las casas de apuestas, detrás de Brasil y Francia.

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La FIFA hace rotar a todas las selecciones por diferentes estadios. Pero pusieron a Argentina en el 974 (el de los contenedores), un recinto para 40.000 personas, sin tener en cuenta que lleva un promedio de 60.000 hinchas. Decenas de miles se quedaron sin entrada.

Volvieron los batacazos. El primero, Túnez. Se fue del campeonato, pero por una puerta de oro: ganándole a Francia. Es verdad que Deschamps, ya clasificados y con el primer puesto seguro, puso todos los suplentes. Pero el himno que sonó fue La Marsellesa y ganarle al campeón del mundo es una buena manera de despedirse.

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El segundo, Dinamarca, señalada como una posible sorpresa para alcanzar el título por su participación en la Eurocopa y por haberle ganado los dos duelos a Francia en la Liga de Naciones, quedó eliminada en primera fase y con un solo punto en su haber. Todos se amparaban en un antecedente: su heroico triunfo en la Eurocopa de 1992. Entonces no había logrado clasificar. Pero sucedió un increíble imprevisto. Once días antes de iniciarse el torneo, la UEFA, presionada por la ONU, expulsó a Yugoslavia de la Euro. ¿La solución…? Llamar al segundo de su grupo y que juegue. Era Dinamarca. Muy simpático, pero… ¡Sus jugadores estaban de vacaciones…! El técnico Richard Moller-Nielsen debió llamarlos de urgencia. “Hay que regresar, nos vamos a la Euro en Suecia”. Al día siguiente o a los dos días se presentaron. Dinamarca llegó feliz de participar, aunque sin preparación. Llevaba siete meses sin competir, desde que terminara la clasificatoria. Y encima le tocó un camino durísimo: el local Suecia, Inglaterra y Francia en su zona. Para empeorar el panorama, empató el primer partido (0-0 vs. Inglaterra) y perdió el segundo (0-1 ante Suecia). Pero terminó siendo campeón en una especie de Maracanazo. Por ese antecedente siempre se le considera capaz de todo. Fue un fiasco.

Es un Mundial hermoso futbolísticamente y ya buena parte del periodismo se anima a decir que puede ser el mejor de todos. (D)