La situación de Jorge Célico en Barcelona era la crónica de una despedida anunciada. No le alcanzaban las declaraciones en las que negó haber renunciado, o que era mentira que su camerino se vivía en permanente cortocircuito. Su estancia en Barcelona poco a poco tomó el estado de crítica en progresión indetenible. La clasificación a la final de la LigaPro, ganada de forma providencial, constituyó en una especie de catarsis que ayudó a liberar y olvidar el deterioro del nivel competitivo.

No es que Célico no conozca de fútbol, sucede que Barcelona es una fiera suelta a la que hay que saberla domar. Para hacerlo se requiere el liderazgo que al DT argentino lamentablemente le faltó. Las últimas semanas de Célico al frente del equipo canario fueron muy tensas por los resultados y sobre todo por el bajo rendimiento. En el entorno de una cena distendida Célico, por delicadeza antes de la última derrota ante Gualaceo –la gota que derramó el vaso– puso a disposición de los dirigentes presentes el cargo. Por alguna razón desconocida no aceptaron su dimisión. Célico consideró aquello un voto de confianza incondicional, creencia que no se compaginaba con el verdadero sentimiento dirigencial. Ellos estaban conscientes de que en la cancha el equipo no jugaba bien por malas disposiciones tácticas, por el desorden y por la voluntad perdida de algunos futbolistas. Además, la directiva sabía que las críticas seguramente les rebotarían a ellos y que influirían en las próximas elecciones.

“Más vale malo conocido, que bueno por conocer”.

Separado Célico urgía un remedio inmediata en vista de que en poco tiempo, y como van las cosas, deben disputar la final del torneo. No tan solo importa el ingreso económico –que mucho requieren– sobre todo está la estrella número 17. Para el aficionado barcelonista no es suficiente ser subcampeón. Y había un panorama terrible: que les den la vuelta olímpica en su estadio. Para ellos sería la peor vergüenza que pueden pasar y así como andaban las cosas con Célico, inevitablemente iba a suceder. Célico estoicamente, casi resignado sin decir esta boca es mía, perdió de su plantilla original a Byron Castillo, Gonzalo Mastriani, Emanuel Martínez, Carlos Garcés y Gabriel Cortez (el Loco fue cedido con el pretexto de que no soportará la presión mediática originada por caso penal que afronta).

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Todas esas desmembraciones tuvieron un mismo razonamiento: el económico, que al parecer termina siendo más importante que tener una plantilla vigorosa. Además, la mayoría de rimbombantes refuerzos presentados a inicios del 2022 han fracasado. Este equipo que Fabián Bustos diseñó para esta temporada ha mostrado serias dificultades ofensivas, es un plantel desbalanceado. La era Célico será recordada porque metió a los toreros a la final de la LigaPro, pero eso no es suficiente. Lo recordaremos como un DT al que le quedó grande el puesto. Una cosa es dirigir a Universidad Católica, sin la presión a la estuvo expuesto en Barcelona. Otra cosa también es tener la comprobada especialidad de ser un buen scout o seleccionador de categorías inferiores, donde tuvo asombrosos e históricos triunfos (en el 2019 ganó el campeonato Sudamericano con la Tricolor sub-20 y fue puesto en el Mundial de esa categoría).

En nuestro fútbol se ha hecho una costumbre que los técnicos en las ruedas de prensa no sean autocríticos y que hallen chivos expiatorios que los libere de culpas. Célico comenzó a especializarse en el arte de la locuacidad cuando mencionó que asumía toda la responsabilidad de la eliminación en la Copa Ecuador, pero ninguna en las que Barcelona sufrió en Copa Libertadores y Sudamericana porque no armó el equipo. Y como broche de oro Célico, sin ponerse colorado, dijo llamó equivocados a los aquellos que pensaban que fue como una especie de David Copperfield, el célebre ilusionista. Esa es una de las tantas perlas que nos regaló el cesado DT.

El técnico que armó el equipo amarillo del 2022 es Fabián Bustos.

Célico ofreció, al ser fichado, reconvertir a Barcelona en un equipo ofensivo, atrevido, con mucha posesión de pelota. Lo decía convencido. Lo que no es admisible es que después dijera que no tenía responsabilidad porque él no armó el equipo al inicio de la campaña. Esas no son más que pamplinas, excusas baratas. Ese razonamiento confirmó su ineptitud para cumplir con lo ofrecido. Al margen de esos cuestionamientos, Célico llegó a Barcelona sin la experiencia de haber dirigido a un club lleno de historia, con una hinchada que no da mucho espacio a justificaciones superfluas. La amarilla es una afición ávida de victorias, apasionada como lo son los seguidores de los equipos ídolos. Al final el estratega confirmó con su paso fallido que nunca hay buenos vientos para quien no sabe a dónde va.

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En los fríos números, Célico dirigió a Barcelona 31 partidos. Tuvo una efectividad del 51,6%. Y hay otros datos que confirman el deterioro y desorientación futbolística de la escuadra. Las estadísticas también sirven para probarlo. Barcelona fue eliminado en tres torneos donde abrigaba esperanzas de llegar a instancias finales: Libertadores, Sudamericana y Copa Ecuador. Todo aquello fue percibido como un anuncio premonitorio que urgió a la dirigencia a tomar las decisiones que habían postergando injustificadamente. Tras el logro de haber terminado líder de la primera etapa de la Ligapro y con ello la responsabilidad de competir en esos dos partidos definitorios, apuró a la dirigencia en buscar el reemplazante.

Regresó Fabián Bustos por una razón muy comentada en las esquinas: “Más vale malo conocido, que bueno por conocer”. Y que se lo tome Bustos como un refrán y nada más. El dicho invoca a ser precavido y no cualifica las condiciones de Bustos como entrenador.

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Pero también hay que recordar que para el 2022 algún tiempo se tomó la directiva de Barcelona decidir la continuidad de Bustos. La demora se debió a que los resultados del 2021 exigían un análisis profundo para resolver su permanencia. Es verdad que Bustos fue el responsable técnico cuando en el 2020 se obtuvo el título 16, pero en el 2021 fue un fracaso. El rendimiento del equipo fue paupérrimo. Barcelona terminó jugando con un desgobierno táctico muy criticado. Al final primó que el equipo de Bustos haya clasificado ese año a semifinales de la Libertadores, lo que le representó buenos ingresos al club. La continuidad de Bustos, resistida por muchos, le dio licencia para más pronto que tarde se marchará a correr suerte al Santos de Brasil, donde no duró mucho tiempo.

Hoy Barcelona, inmerso en los tiempos de urgencias, le tocó nuevamente la puerta a Bustos para que se encargue del equipo. El argentino aceptó sin mayor resistencia por una simple razón: si sale campeón del 2022, lo calificarán de héroe, pero si no lo consigue, por ninguna razón será villano, porque la culpa será del que se fue. Es un axioma que, tanto en el fútbol como en la política, siempre tiene vigencia. (O)