La Conmebol, desde su fundación en 1916, pensó en un torneo sudamericano que sirviera para demostrar al mundo que por estas tierras se practicaba un fútbol diferente, de fantasía pictórica, con estilo soberano. Por esas razones instituyó, en ese mismo año, la Copa América, la primera contienda oficial de balompié entre naciones. Es fácil comprobar el éxito que tuvo el certamen desde su primera edición. Basta detenerse en observar las fotografías de la primera final entre argentinos y uruguayos, jugada en el estadio Gimnasia y Esgrima, de Buenos Aires. Notas periodísticas nos cuentan de la gran aceptación que tuvo ese duelo ganado por los uruguayos. El público invadió el terreno mientras 10.000 personas más pugnaban por ingresar. Se suspendió el compromiso y la fuerza pública tuvo que contener el eufórico reclamo de esos miles de aficionados.

El prestigio del torneo rebasó fronteras; fue un éxito que superó todas las expectativas. En 1917 lo ganó brillantemente Uruguay y en 1919 se hizo en Brasil, que se coronó en el exclusivo estadio del Fluminense. Fue tal el revuelo que provocó la final que debió jugarse en dos oportunidades por la paridad con Uruguay. El entusiasmo que provocó lo resumió el historiador brasileño Tommas Mazzoni: “El país se agitó de punta a punta, el interés despertado excedió todo lo que se podía imaginar. El gobierno decretó asueto. Los bancos y el comercio cerraron para que sus empleados pudieran seguir el juego. Luego de que Brasil ganó los jugadores fueron cargados en andas por el pueblo que formó un cortejo glorificador”.

El once y los futbolistas más caros de la Copa América Brasil 2021

El prestigio se apoderó del Sudamericano; la Conmebol oficializó también campeonatos extraordinarios. Ecuador lo ha organizado tres veces. En 1947 en el flamante estadio Capwell, de Guayaquil. En 1959 en el calificado Sudamericano Extraordinario, para celebrar la inauguración del Modelo de Guayaquil; y la última ocasión fue en 1993, cuando Argentina ganó la corona ante México, final que se jugó en el estadio Monumental de Barcelona SC.

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No hay que desconocer las cosas brillantes que guardan los baúles de recuerdos de la añeja Copa América. Pero con el pasar de los años la ambición desmedida por el dinero distorsionó el torneo y lo convirtió en un medio para acumular riquezas de forma insaciable. El tiempo y la justicia ordinaria demostraron que la deslegitimación de invitar equipos de otros continentes no solo desprestigió la calidad, sino que reveló que gran parte de las riquezas acumuladas habían generado la creación de un sucio negocio administrado por una estructura mafiosa de la más alta dirigencia de la Conmebol. Esa historia negra ha dejado un ambiente enrarecido en la máxima entidad del fútbol de Sudamérica.

Le cuesta mucho a la vigente directiva, encabezada por el paraguayo Alejandro Domínguez, recuperar el prestigio e imagen perdida. Hoy no se habla de corrupción ni de dirigentes encarcelados. Hoy se habla más de improvisaciones, favoritismos, intereses creados, decisiones desacertadas, como fue disputar una final de Copa Libertadores en Europa, o para referirnos a los últimos desatinos, hacer jugar partidos por la Libertadores entre equipos masivamente contagiados por coronavirus.

Calendario y fixture de partidos de la Copa América 2021

Esto sin considerar el maltrato al tan invocado fair play cambiando sedes y fechas a su antojo, irrespetando campeonatos domésticos, como hace poco sucedió en Ecuador, cuando se debió postergar el Clásico del Astillero, programado con anterioridad y crucial para definir la primera etapa del certamen. Desde la Conmebol siempre se percibe el amargo sabor de la indiferencia por lo ajeno y la desmedida ambición por lo propio.

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La tan manoseada Copa América, que comenzará este domingo, es el reflejo patético de que “entre el honor y el dinero, lo segundo es lo primero”. Esta cita célebre está convalidada por las improvisadas y criticadas decisiones de realizar, a toda costa, la más cuestionada edición en 105 años de existencia. Cuando Alejandro Domínguez supo que Colombia se negaba a organizar la Copa América en la fecha fijada, por razones conocidas, se fue urgido a convencer a Alberto Fernández, presidente argentino, para que este demuestre que su país era capaz de organizarla superando las adversidades. El clamor ciudadano hizo que Argentina no se embarque y aborte tan inoportuna intención cuando la sociedad vivía confinada y abatida por el flagelo de la pandemia. No le quedó otra a Domínguez que volver a usar su verbo encantador para conseguir que Brasil, que soporta una de las tasas de contagios y de muerte más alta del mundo, acepte organizarla.

En una decisión controvertida y reprochada por los brasileños Jair Bolsonaro aceptó para usar la Copa América con cálculos políticos. Domínguez se frota las manos alegando que el certamen se hará porque se debe reencontrar la gloria deportiva del fútbol sudamericano y rescatar, en Catar 2022, los éxitos extraviados por las selecciones de la Conmebol en los mundiales de la FIFA desde hace 20 años. Discurso ambiguo y desacreditado porque todos conocemos la urgencia por cumplir con los compromisos comerciales adquiridos, que les permitió recibir mucho dinero. De esas grandes cantidades, muchas repartidas, ya fueron consumidas por las federaciones socias, que, sobre este caso, han preferido hacer mutis por el foro.

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Vía libre a la realización de la Copa América 2021: se alcanzó mayoría de votos en Corte Suprema de Brasil

La realización de la Copa América del 2021 en Brasil deja claro que cuando la política usa al deporte para sus fines ocultos lo que menos se aplicará será el sentido común, aun a sabiendas, como en este caso, que sus decisiones pueden ser de alto riesgo para el destino de sus pueblos. Los que dirigen el fútbol siguen el mismo ejemplo, cometiendo los mismos errores para conseguir usufructos generados por la opulencia y la avaricia. Esto ocurre desde que el balompié abandonó sus raíces para transformarse en la fruta prohibida del paraíso terrenal. Ya ni siquiera importa el silencio de las gradas de los estadios a causa de la pandemia porque lo crucial es acumular riquezas, gracias al esplendor marketero.

Mientras tanto, en Sudamérica el fútbol sigue distante del nivel de alta competencia. La Conmebol hace gala del cinismo para intentar convencernos de que la Copa América no lo hacen por dinero ni por capricho y que están sorprendidos por “la inexplicable y subjetiva oposición”. Estoy seguro de que más pronto que tarde, como casi siempre ocurre, el tiempo se encargará de replicar tan sarcástica duda.

Mientras, el presidente Bolsonaro justifica realizar la Copa porque “tenemos que vivir”, y José David Urbáez, de la Sociedad Brasileña de Infectología, dice: “No hay cómo calificar la insanidad que significa jugar ahí la Copa”. Y Miguel Nicolelis, profesor de Neurociencias de la Universidad de Duke, advierte que “jugar en Brasil puede ser la gota que derrame el vaso” y que “es una patada en la boca para los brasileños que perdieron familiares”. Cuando todo esto ocurría el presidente de la Confederación Brasileña de Fútbol fue separado del cargo por una acusación de acoso moral y sexual a una secretaria. Ante este crítico escenario Domínguez, disimuladamente, mira para otro lado, silbando bajito. Se aleja del bullicio hasta conseguir el objetivo de realizar la edición más vergonzante de la Copa América, en búsqueda de la gloria perdida. (O)