El FC Barcelona le dio un portazo en la cara a Messi, pero el PSG le abrió los brazos y sigue siendo el número uno del mundo, como jugador y como mejor pago. Jack Grealish destacó mínimamente en la Eurocopa y el Manchester City pagó 117,5 millones de euros por él. Romelu Lukaku arrasó en Italia y el Inter obtuvo 115 millones del Chelsea por su venta. Cristiano Ronaldo, cansado del ostracismo en la Juventus, decidió abandonar Turín y el superagente Mendes le consiguió otro crucero de lujo: el Manchester United (aunque se tuvo que bajar el contrato considerablemente). El Real Madrid ofreció -no le pidieron, ofreció- 180 millones por Kylian Mbappé. El Borussia Dortmund aflojó, ahora accede a transferir a Erling Haaland y pide alrededor de 200 millones, lo cual no sería un problema para el PSG si acepta la propuesta de Florentino Pérez.

El mismo Dortmund, el club que mejor compra y vende en el mundo, dejó ir al habilidoso puntero inglés Jadon Sancho. Lo había contratado del City por 7,84 millones de euros y lo regresó a Mánchester, aunque al United, por 85. Brillantísima operación. Y hay muchas, muchísimas transacciones más: Hakimi en 70 millones al PSG, Varane en 50 al United, Cuti Romero también en 50 al Tottenham, Joaquín Correa al Inter en 35, Manuel Locatelli (deslumbró en la Eurocopa) a la Juventus igualmente por 35 millones; Atlético de Madrid incorporó al brasileño Matheus Cunha, del Hertha de Berlín, por 30… De esos hay varios. Que podrían incrementarse de aquí al martes a las doce de la noche, cuando cierre el libro de pases europeo. Por ejemplo, podría destrabarse lo de Jules Koundé, el notable zaguero francés del Sevilla; el club andaluz pide 80 y el Chelsea ofrece 50. Enunciamos apenas los cambios más resonantes, en verdad hubo cantidades.

Pero, además, hay una catarata de fichajes sin costo de transferencia aunque con altísimos números igual, son los futbolistas que quedaron libres y no quisieron renovar con sus clubes, caso Sergio Ramos, Gianluigi Donnarumma y Giorgino Wijnaldum, los tres al PSG. Sergio Agüero y Memphis Depay al Barcelona, David Alaba al Real Madrid. En estos casos hay una figura nueva: el jugador llega libre, pero a lo que arregla por contrato se agrega una prima de fichaje que equivale generalmente al salario de un año, a veces más.

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Los clubes lloran los efectos de la pandemia; Florentino Pérez argumentó que creaban la Superliga, entre otras cosas, para auxiliar económicamente a los clubes, pero invirtieron 725 millones en el nuevo estadio Bernabéu que se inaugurará en dos semanas y tiene preparada otra fortuna para Mbappé. Se había anticipado que, a causa de la crisis, la “dramática” reducción de ingresos y el jugar sin público, el mercado de transferencias sería muy chato, más bien prudente y con escasas noticias de interés. Sin embargo, estamos asistiendo al mayor movimiento de todos los tiempos. Y podrían darse más transferencias astronómicas si los equipos estuvieran dispuestos a desprenderse de figuras. Pero todos se aferran a ellas, porque no hay negocio sin cracks. Son los que atraen público, patrocinios, repercusión. Por eso David Levy, el duro presidente del Tottenham, se plantó en negar el traspaso de Harry Kane al City, pese a que los de Guardiola se estiraban hasta 170 millones de euros por el fenomenal delantero londinense.

La mejor demostración es la llegada de Messi al PSG generando una revolución, traducida en una repercusión global jamás experimentada por el club francés, lo cual deriva en contratos publicitarios, venta de camisetas, venta de entradas y, sobre todo, de derechos de televisivos. Hay una ristra de países que acaban de comprar los derechos de la Ligue1, antes muy poco requerida desde el exterior.

En Inglaterra ya se juega con público a tope desde el inicio de la Premier League, por lo cual la facturación anual se recuperará al 100 % esta temporada. En el verano siguiente seguramente harán explotar el mercado. Sus clubes siempre estaban detrás del Real Madrid, del Barcelona y el Paris Saint Germain en el volumen de las operaciones, pero ahora se lanzaron y, si ven una futura estrella, pagan lo que sea. El ejemplo es Grealish, buen jugador cuya cotización era de 65 millones, pero el City de Guardiola puso 117,5 sobre la mesa, una cifra que parece inmoderada por un elemento con rica técnica y buenos modos con la pelota, aunque sin desbordes de ingenio. Haaland es la perla que podría aterrizar en Inglaterra próximamente si no va al PSG. Y además es inglés, pues pese a ser de origen y familia noruega, nació en Leeds, cuando su padre jugaba allí.

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El único que no pudo subirse al carrusel fue el Barcelona, fundido como está a causa de las catastróficas decisiones deportivas de los once años anteriores, la última de las cuales fue desprenderse de Messi y quedarse con un plantel numeroso (32 profesionales), pobre competitivamente, que además es el más caro del mundo. Incluso ha querido vender o quitarse de encima jugadores como Coutinho, Griezmann, Umtiti, Pjanic y otros, pero nadie los quiere. Por sus disparatados salarios (Griezmann le cuesta 40 millones por temporada al club catalán, Coutinho unos 25) y porque no son apetecidos futbolísticamente.

En ese contexto de cifras astronómicas que van y vienen, Sudamérica, cada vez más achicada y alejada del ruido grande, logró colocar dos productos (tiempo atrás iban decenas). Uno es Gonzalo Montiel, el temperamental lateral derecho de River que marchó al Sevilla por 11 millones de euros, y el brasileño Kaio Jorge, que salió del Santos rumbo a la Juventus por 3 milloncitos. Y este último no había sido solicitado por la Juve, se concretó porque se le vencía el contrato en diciembre y quedaba libre; Santos lo ofreció a medio mundo y la squadra italiana se avino a cobijarlo. Tres millones no son nada, ya le hicieron contrato hasta 2026. Así están ellos, y así estamos nosotros. (O)