Las redes sociales, los diarios deportivos, los miles de programas que abarrotan la televisión, la infinidad de páginas de internet, el marketing desmesurado, el incesante trabajo de construcción de imagen y el gigantesco runrún que envuelve al fútbol y lo desfigura construyen cracks que están lejos de serlo, crean ídolos falsos, inventan situaciones irreales y se dan por establecidas verdades que no son.

Todas esas estrategias posibilitan operaciones ultramillonarias, transferencias monstruosas e injustificables que luego -muchas veces- dan paso a fiascos colosales. Pero, una vez hecho el negocio, todos cobran. No hay inocencia ni equivocaciones en las transferencias. Nadie paga cien millones y “se equivoca”. Hay fortunas de por medio y está todo fríamente calculado. Cada vez hay menos fichajes de naturaleza verdaderamente deportiva. Es decir, compro un puntero porque necesito un puntero y apunto a uno que es bueno.

Esos pases inentendibles e inflados terminan mal. Luego se apelará a las consabidas excusas: “No se adaptó”, “el vestuario le hizo un vacío”, “lo ubicaron en una posición equivocada”, “el técnico nunca lo quiso”, “tuvo mala suerte con las lesiones”, “su esposa no se habituó a la ciudad”. O bien le inventarán estadísticas incomprobables de pases realizados o recuperaciones que nadie vio. Mientras, pasaron cuatro, cinco años y el protagonista y sus representantes se convirtieron en individuos riquísimos. Porque de esto se trata. Y los clubes deben pagar. Siempre. Aún a costa de su bancarrota.

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A la hora de discutir el contrato, el futbolista se sienta en el trono y exige. Luego no devuelve ni un ápice de lo que costó, pero se sitúa en la postura inflexible de percibir hasta el último céntimo. Simon Jordan, expresidente del Crystal Palace inglés, se refirió a esto cuando el Everton forzaba la salida de James Rodríguez, quien fracasó en el club liverpuliano, pero que no quería marcharse si no le respetaban las cifras de su altísimo contrato de 10 millones de dólares anuales. “(Cuando llegas) asumes la postura negociadora de ‘tengo derecho’ a este salario, okay, pero entonces el club tiene derecho a que te desempeñes en un cierto nivel, y no lo has hecho”, protestó Jordan.

Aún perdiendo fortunas, el FC Barcelona está a punto de desactivar el peor tridente de la historia del fútbol: el de Coutinho, Griezmann y Dembelé. Griezmann ya se fue a préstamo al Atlético de Madrid a comienzos de esta temporada en un rocambolesco traspaso a préstamo del que no hay mayores precisiones sobre si debe volver al Camp Nou o el Atleti pagará su pase. El francés era poco más que un estorbo en la delantera. Coutinho, quien no fue tenido en cuenta por Xavi Hernández (y con los anteriores jugó poco), acaba de pasar a préstamo sin cargo por este semestre al Aston Villa, el cual afrontará una parte de su sueldo, el resto seguirá a cargo del Barcelona, un club habituado a regalar jugadores que le insumieron dinerales y encima a pagarles el contrato hasta mucho después de haberse ido (el peor de los casos fue el de Arda Turan, quien estuvo dos años y medio lejos de la Ciudad Condal, pero seguía recibiendo mes a mes sus suculentos honorarios desde allí). Pasa que son invendibles, nadie los quiere. Y en junio se irá, libre, Dembelé, otro fiasco. A este le imploraron que renovara con el club con la peregrina intención de ver si podían venderlo luego para recuperar lo que se pudiera de la inversión en él, pero el francés hizo oídos sordos. Se venderá por su cuenta en julio próximo.

Philippe Coutinho, cuando fue presentado como jugador del FC Barcelona.

Coutinho-Griezmann-Dembelé es la triple adquisición más ruinosa de que se tenga noticia en esta industria. Y que difícilmente se repita. Coutinho le costó 160 millones de euros más estratosféricas comisiones a agentes e intermediarios, sumados a los 16 M€ anuales que se lleva el jugador, más los impuestos, que representan casi otros 16M€. Coutinho fue un alma en pena los tres años que estuvo en Cataluña (uno fue prestado al Bayern Munich). Por Griezmann el club azulgrana erogó 135 M€ solo de pase, y por Dembelé 145 M€. En ambos casos, como en el tema Coutinho, deben agregarse las millonadas adicionales. Puede colegirse que, entre todos los conceptos, el trinomio le costó al Barça alrededor de 800 millones de euros.

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La devolución en juego puede estimarse como más que decepcionante: nula. Futbolistas que debían jugar por lo que costaron, en cambio no rindieron ni en cuotas mínimas, generaron una gran animadversión en los hinchas, taparon la progresión de jóvenes prometedores, elevaron a las nubes el límite salarial impidiendo nuevas contrataciones y lesionaron gravemente la economía del club. Esto hipotecó el futuro y redujo todas sus posibilidades de éxito.

La pregunta es: ¿cómo un club como el Barcelona, con una gigantesca estructura de docenas de entrenadores y ojeadores se puede equivocar tanto y llevar semejante trinomio…?

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Ahora bien, varias temporadas después de sus contrataciones y habiendo fracasado sin atenuantes, la prensa española y de otras latitudes sigue insistiendo con frases como “nadie duda del inmenso talento de Coutinho, aunque en el Barça no lo pudo demostrar”. Otro tanto acontece con el “inmenso talento de Dembelé”. Con el máximo respeto, me permitiré dudar: ¿cuál es el talento de Dembelé...? ¿En qué consiste...? Es un jugador que elige casi siempre mal, no entiende el juego, pierde balones constantemente y marcó 31 goles en cinco estaciones. Sin contar con que estuvo casi dos años lesionado. Son frases completamente vacías de contenido. Coutinho es un elemento con un cierto manejo de balón como hubo miles. Y punto. Lo mejor que puede decirse de él es que en el Liverpool de Klopp, que funcionaba como una máquina, no desentonó.

Desde luego, no todo es así. Luka Modric sí es un perfecto ejemplo de fichaje de índole deportiva. Costó 35 millones y lleva diez temporadas excepcionales en el Real Madrid, regando los campos con clase, dando lecciones de conducción y eficacia. No falta nunca y tiene una regularidad fantástica. Y no es solo Modric: Benzemá, Mbappé, Salah, Lewandowski, Lukaku, De Bruyne, Haaland, tantos. De ellos sí podemos alabar “su inmenso talento”. (O)