La noticia no conmocionó, aunque sí conmovió el ambiente del fútbol argentino por tratarse de una figura gigante del fútbol mundial. Según el diario Olé: “Daniel Passarella padece una enfermedad neurodegenerativa mixta con signos y síntomas combinados de mal de Parkinson y mal de Alzheimer, que estaría afectando su ubicación en tiempo y espacio”. Posteriormente, una persona muy cercana al que fuera jugador, técnico y presidente de River Plate, en nota con La Nación minimizó el tema de la enfermedad, aunque admitió que Daniel “tiene lagunas mentales y olvida algún nombre”. Y que se pone a ver partidos por televisión y come. Ha aumentado de peso”. Infrecuente en un individuo que hizo del cuidado de su figura un rito, siempre impecable, en línea y vestido con trajes italianos.

Hace tiempo no se lo ve en público al Gran Capitán. “Ya no es más el Passarella que conocimos. Ahora es otro Daniel”, tituló Olé, sacando a la luz un rumor que estaba instalado de hace algún tiempo, sobre todo en el mundo riverplatense. El extraordinario defensa, líder absoluto de Argentina en el Mundial 1978 e incluido por muchos analistas internacionales en el once ideal de todos los tiempos, tiene 69 años. Este miércoles, su esposa e hijo salieron a desmentir la información a través de un comunicado en redes sociales: “Daniel está atravesando sólo un estado de tristeza con signos de depresión a raíz de la situación vivida durante la pandemia. Las circunstancias de haber estado alejado de sus amigos y de su actividad habitual, aunado a su problema de sordera que contribuyó a aislarlo mucho más, perjudicaron su estado de ánimo de manera esporádica”.

Y pidieron respeto, aunque no lograron desactivar por completo las dudas. La especie se relacionó inmediatamente con la muerte de José Luis Brown, a los 62 años, acontecida en 2019. Zaguero como aquel y también campeón del mundo, Brown falleció de una dolencia similar a la adjudicada a Passarella: un cuadro neurológico degenerativo. Y también se lo asoció con Edgardo Bauza (64), recluido en su casa de Quito con los mismos síntomas que los anteriores. El directivo Esteban Paz, amigo del Patón y allegado a su familia, comentó que en el caso del extécnico bicampeón de la Libertadores “no hay retorno”.

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Los tres eran grandes cabeceadores, de las dos áreas, porque rechazaban balones en su área y buscaban el gol por vía aérea en la de enfrente. ¿Es casualidad…? Al parecer, no. “Estos compromisos neurológicos podrían ser adjudicados al juego”, escribió Juan Manuel Herbella en un artículo titulado ‘Pasarella es solo la punta del iceberg’. Porque los tres nombrados fueron famosos, pero “debajo la magnitud es mucho mayor”, afirma.

Herbella fue colega de profesión y de puesto de los tres (jugó en Barcelona SC en el 2005) y es también médico. Señala que aún hay pocas evidencias científicas de lo que pueden causar los micro traumatismos de cráneo, tanto por cabezazos como por choques en la salud cerebral de los jugadores. Pero que sí están confirmados los daños provocados por los golpes en el boxeo, el hockey sobre hielo, el rugby y el fútbol americano, donde las colisiones son fuertísimas y las secuelas son graves.

Esto lleva a pensar cuántos balonazos con la cabeza dieron Brown, Passarella y Bauza en quince o dieciséis años de carrera profesional. Pero que empezaron a darle con la testa desde los seis o siete años. En los cientos de partidos de divisiones menores y en los miles de entrenamientos. “Los entrenadores ordenan muchos ejercicios específicos en los cuales los zagueros deben rechazar de cabeza. O bien subir para marcar goles por su capacidad para ganar en el juego de alto”, dice Sergio Galván Rey, máximo artillero histórico del fútbol colombiano. Son decenas de miles de impactos con la frente o los parietales. No es descabellado pensar en un daño a futuro. Bellini, el famoso central y capitán del Brasil campeón del mundo de 1958 falleció de Alzheimer en 2014, aunque ya tenía 83 años, ahora estamos frente a casos manifestados a los sesenta.

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En el rugby se han reportado enfermedades mentales apenas pasados los cuarenta. En las montoneras del rugby, mastodontes de ciento veinte o ciento treinta kilos toman impulso y se chocan con ferocidad y muchas veces la que recibe la abolladura es la cabeza. Profesionales del rugby en Inglaterra están demandando actualmente a la federación por las lesiones sufridas. En Estados Unidos, pese a ser un deporte de extraordinaria popularidad, cientos de miles de padres prefieren que sus hijos no incursionen en el fútbol americano a causa de los traumatismos severos que suele originar. Y en el boxeo, el caso más paradigmático, entre muchos otros, fue el de Muhammad Alí, quien contrajo Parkinson menos de tres años después de haberse retirado. Y no era de los que más recibían sino de los que más daban. El mejor de todos los tiempos murió de esa enfermedad a los 74 años y los médicos daban por seguro que los golpes recibidos fueron determinantes. Indudablemente, en el deporte de alta competencia el riesgo es mayor dado que la potencia de los competidores es máxima, sobre todo actualmente, y las disciplinas de contacto físico se tornan peligrosas.

Herbella informa que en el fútbol inglés acaban de prohibir el cabeceo a menores de 12 años como medida preventiva, pero sobre todo para evitar juicios futuros. “Muchos deportistas australianos, varones y mujeres, de deportes de contacto, han donado su cerebro para que los estudie la ciencia. En más de la mitad de los casos, el nivel de deterioro histopatológico fue abrumador, combinando dos o más alteraciones características de enfermedades mentales”, escribió Herbella.

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Dueño de una personalidad avasallante en la cancha, Passarella fue siempre un sujeto hermético, serio, a veces polémico por su dureza y agresividad. Gracias a su excelsa pegada de zurda y su mortífero cabezazo, es el segundo defensa con más goles en la historia del fútbol detrás de Ronald Koeman. Respetado y temido, no es sin embargo un personaje querido en la Argentina, aunque se le reconocen sus servicios prestados a la selección nacional. No caía bien a las demás hinchadas por su reciedumbre a veces exagerada, y la de River terminó desterrándolo del mapa porque con él como presidente se fueron a la “B”, además de seguírsele una demanda por corrupción, que continúa sin resolverse. En el rectángulo era un jugador casi feroz, con una determinación bravísima.

“Passarella era el típico asesino argentino”, recuerda el holandés Ruud Gullit en su libro Cómo leer el fútbol. “En un partido contra el Inter yo había hecho un gol y tirado un remate al palo. Entró él por Bergomi o Riccardo Ferri para marcarme. En un salto me dio un codazo brutal en toda la cara y cuando caí me gritó: ‘Bienvenido a la Serie A’. Hace poco nos encontramos, lo recordamos y nos reíamos. ‘Eras muy grande, tenía que hacer algo’, me dijo”. (O)