¡Por fin un partido sudamericano que no nos hace envidiar a Europa…! Después del soporífero Palmeiras 0 - Mineiro 0, Flamengo y Barcelona nos regalaron una semifinal preciosa, acorde al prestigio de la Libertadores, a su resonancia internacional. El fútbol es el gran portaaviones de la industria del entretenimiento, debe entretener y eso hicieron. ¿Cómo…? JUGARON. Cuando uno es hincha ansía, sobre todo, que su equipo gane, cuando es neutral quiere ver, admirar, disfrutar, que jueguen fútbol. Eso hicieron. Juego limpio, ofensivo, intenso, agradable, de ida y vuelta. No se necesita un plantel de quinientos millones de dólares para ello, hay que querer jugar. Tres elementos no dependen del presupuesto: PREPARACIÓN, TÁCTICA y ACTITUD. La tuvieron ambos.

Flamengo es el mejor equipo del continente por individualidades: perdió a Gerson, magnífico centrocampista tipo Busquets, de colocación y distribución, pero llegaron David Luiz y Andreas Pereira, y siguen el arquero Diego Alves, el zaguero Rodrigo Caio, los medios Everton Ribeiro y William Arão y, muy especialmente, su sensacional dupla atacante: Gabigol y Bruno Henrique. En esto sí tiene fuerte incidencia el poderío económico: cualquier club de otro país de la región no podría retenerlos, Flamengo se da el lujo de contar con Gabigol y Bruno Henrique hace cuatro años. Y hacen mucha diferencia. Además, se entienden. Y se quieren. Este último es el gran secreto de los dúos o tridentes memorables: el afecto se traduce en solidaridad y generosidad en el juego. Gabigol es un desesperado por el gol, es su alimento espiritual, pero también le encanta servirle la bola en bandeja a su compinche, como en el primer gol. Entre paréntesis: aparte de su habilidad con las piernas, Bruno Henrique es un especialista del cabezazo. Así marcó el 1-0 y así estrelló otro remate en el travesaño.

Da gusto ver jugar al popularísimo rubronegro, honra las mejores tradiciones del juego brasileño, aunque ya no está en el banco el portugués Jorge Jesús. Renato Gaúcho es un personaje querible y fue un puntero inolvidable, sin embargo como entrenador no es muy ofensivo, piensa más en el arco propio que en el ajeno. Pasa que con estos jugadores es difícil no jugar bien.

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2-0. Ganó Flamengo, un poquito por la localía, mucho por su mayor peso específico. Y por cantidad de llegadas claras pudo ser más amplio el número. Pero así está bien, no hubiese sido justo con la valentía de Barcelona para salir a jugar de tú a tú. Y porque el cuadro amarillo también tuvo un puñado de ocasiones buenísimas para anotar, incluso antes que el Fla. La doble tapada de Diego Alves al minuto 6 (primero a Mastriani y luego a Nixon Molina) es el más claro ejemplo de cuando un arquero salva un partido. Eso es gol siempre, menos cuando un golero se viste de Superman. En la primera, la más brava, Mastriani le buscó lo que para el uno es jaque mate: iba fuerte, al vértice bajo, bien pegada al palo, y Alves dijo no. Elásticamente se incorporó para bloquear arriba el derechazo de Molina. Estamos hablando de un hombre de 36 años. Muy meritorio. A los 10 hubo otra, ya no tan nítida, de Byron Castillo, que exigió a Alves desde posición cerrada y a los 14 una más, de Nixon Molina que buscó sorprender y se le fue el tiro desviado.

Un casi gol y otras tres aproximaciones claras. Flamengo no habrá esperado jamás que Barcelona se le fuera al humo de esa manera, apenas comenzado el duelo. Es lo ponderable del equipo torero y del técnico Fabián Bustos. Y tuvo dos más: un zurdazo de Mastriani a los 26, de frente al arco, con Alves desarmado, que se le fue afuera, y a los 46 un zurdazo de Michael Carcelén (jugador muy interesante) que volvió a provocar que Diego Alves se pusiera la capa.

En medio de ellas, el mazazo: el primer gol de Flamengo, que llega tras un dudosísimo fallo del juez Andrés Cunha. En una jugada muy prometedora de Barcelona en el área brasileña, el uruguayo cobró un “no sé qué”, abortó una situación de gol y de ahí nació el contraataque que derivó en el gol de apertura: centro brillante de Gabigol (en verdad, un pase a la cabeza) y cabezazo inatajable de Bruno Henrique, de pique al suelo. Una digresión: amigo Tite, ¿cómo no está Bruno Henrique en la selección brasileña…?

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Ahí ya se le facilitó todo a Flamengo, y luego mucho más cuando Nixon Molina fue expulsado segundos antes de finalizar la primera etapa. Justa expulsión por dos acciones de amarilla. Ahora bien, en otra discutible actitud del árbitro, David Luiz cometió tres faltas fuertes que ameritaban amarilla, no lo tarjeteó y siguió en campo. También Flamengo pudo quedar con diez. Esto no empaña su justa y bonita victoria. Pero es el peaje que se paga en todo partido frente a un club o una selección de Brasil: siempre el error es en contra de uno.

Con toda seguridad el hincha de Barcelona se sintió representado por su equipo, fue digno, valiente. Nunca se achicó, sobre todo en el desfavorable segundo tiempo; jugar con diez frente a Flamengo y en un campo tan grande como Maracaná puede resultar fatal, pero siempre mantuvo la vertical y el ánimo en alto. Y así como creemos que la revancha entre Mineiro y Palmeiras será desabrida como el cotejo de ida, también pensamos que, en Guayaquil, Barcelona y Flamengo nos regalarán otro espectáculo imperdible. ¿Es remontable el 0-2…? Desde luego, no es imposible, en fútbol es factible todo, sí va a ser muy complicado. Flamengo, con espacios, es letal; así llegó su segundo tanto, escapada de Gabigol, combinación con Vitinho, centro-pase rasante para Bruno Henrique que solamente tuvo que empujarla a la red. Si Barcelona sale desbocado a buscar el gol puede ofrecerse atrás y pagarlo caro. Será un desafío de equilibrio, ir al frente, mantener el pulso ofensivo sin descuidar la casamata. No hay que pensar en marcar tres goles, hay que empezar marcando uno, eso sería el acicate para un segundo. Y si alcanzara la final, será hazaña. (O)