Eterna será la discusión entre el ayer y el hoy en el fútbol, si antes era más atractivo y técnico que el de hoy, si el de hoy es más físico. La realidad es que la técnica actual es insuperable porque se da en un contexto de mayor dificultad: con atletas superentrenados que marcan a centímetros, con la velocidad que impera en cada maniobra y con marcadores muy informados acerca de lo que puede hacer cada adversario igual se ven proezas técnicas y goles espectaculares. Sin ir un siglo atrás, volvemos a ver en videos el Mundial de México ‘70 y notamos que los jugadores recibían el balón y tenían grandes espacios por delante y bastante tiempo para controlar y decidir cuál era la mejor opción de juego. Y el ritmo lento permitía el lucimiento individual. Además, se sabía poco del rival, una ventaja para el atacante. Si un lateral enfrentaba a Garrincha y no lo había visto nunca, hasta que captaba cómo enfrentarlo el otro ya lo había pasado veinte veces. No se trata de demeritar a los futbolistas de entonces sino de puntualizar algo concreto. Lo que no puede alcanzar el presente es el romanticismo y la naturalidad de aquellos tiempos. Pero la evolución es indiscutible.

Con la Copa Libertadores sucede un fenómeno inverso: es menos problemática ahora porque sus protagonistas tienen menos jerarquía. No es que antiguamente se jugara mejor en ella, es que todos los grandes futbolistas sudamericanos estaban aquí. Un buen ejemplo es el de Argentina en el Mundial ‘66: llevó un equipo formidable, que empató 0-0 con Alemania y cayó apenas 1-0 con Inglaterra, los dos finalistas; los 22 jugadores integrantes de la Albiceleste actuaban en la Argentina. Ahora, del equipo campeón de Scaloni en Catar 2022 sólo un miembro actúa en el medio local: el arquero suplente Armani, de River. Uno sobre 26. Lo mismo vale para las demás selecciones sudamericanas. La realidad económica continental hace que todas las figuras emigren. Hasta los regulares se van. Y animan la Copa los que serían los suplentes de los suplentes. Es casi imposible retener a un buen jugador. Ni Flamengo ni Boca ni River, ningún gran club brasileño o argentino puede contar con un gran jugador más de un año y medio o dos.

La sangría perjudica especialmente a los clubes de Argentina, Brasil y Uruguay, porque todos sus jugadores, hasta los más o menos, emigran a Europa o a otros mercados donde les ofrecen contratos millonarios. Dan una enorme ventaja en las competencias regionales. A nivel de selecciones cambia porque sí pueden alinear a los mejores. Ejemplo práctico: el mejor tridente de la historia de Uruguay fue el de Suárez, Forlán y Cavani. Cavani nunca disputó la Copa, Suárez entró 15 minutos en 2005 y Forlan actuó en 3 cotejos con Peñarol en 2016. No marcaron goles.

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Antes no era muy sencillo ganar la Copa Libertadores. Había puñados de cracks en cada club uruguayo, argentino o brasileño, incluso chileno o peruano. Y nadie emigraba, hacían toda su carrera acá. Quien jugaba contra Palmeiras sabía que se iba tener que enfrentar a Ademir da Guía, Luís Pereira, Leivinha, Leão, Dudú… Eran fenomenales, y jugaban diez, quince años en cada club. Medirse contra Universitario era tener adelante a Chumpitaz, Chale, Muñante, Cachito Ramírez, Cruzado, Percy Rojas… Hoy juegan once NN.

La Conmebol homenajeó recientemente a Independiente por sus 7 títulos, una hazaña notable, realzada por un detalle no menor: jugó 7 finales y ganó las 7. Y Bochini, Bertoni y Burruchaga fueron los receptores de la distinción en nombre del club. Durante la cena, mientras se desgranaba el sorteo, surgió el tema de debate: ¿era más fácil antiguamente ganar la Copa...? “Porque ahora el campeón debe jugar desde el arranque, son 13 partidos, y antes entraba en semifinal”, dijo alguien.

“Sí, pero antes jugabas contra equipos que eran máquinas, no como ahora”, replicó Bochini. “Peñarol y Nacional tenían 7 u 8 jugadores cada uno en la Selección Uruguaya, que era tremenda. Aparte las semifinales eran triangulares. A Independiente en el ‘75 le tocó un grupo con Rosario Central y Cruzeiro. En Central jugaba el mejor Kempes de la historia, los hermanos Killer en defensa, Pascuttini, Bóveda... Y el Cruzeiro histórico con Dirceu Lopes, Nelinho, Wilson Piazza, Joãozinho, Palhinha, Raúl en el arco... Ese equipo perdió con nosotros, pero al año siguiente fue campeón, y en el ‘77 llegó a la final de nuevo, con Boca”.

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Para el Mundial de México ‘70, Uruguay -terminó cuarto- armó una selección poderosa, con 9 futbolistas de Nacional y 8 de Peñarol. Figuraban entre ellos Ubiña, Anchetta, Mugica, Montero Castillo, Cubilla, Espárrago, Julio César Morales por los tricolores; Mazurkiewicz, Caetano, Rocha, Cortés, Matosas por los aurinegros, que además contaban en sus filas con dos extranjeros excepcionales, el chileno Elías Figueroa y el argentino Ermindo Onega. Por su parte los foráneos de Nacional eran los brasileños Manga y Celio Taveira, y el sensacional Luis Artime. Contra esos equipos se jugaba en la Copa. De los jugadores actuales de Peñarol y Nacional sólo uno integra la Celeste, el arquero Rochet, de Nacional.

Chile fue al Mundial ‘74 con toda la base del inolvidable Colo Colo del ‘73, que perdió la final con Independiente. Estaban Caszely (extraordinario puntero derecho), ‘Chamaco’ Valdés, Ahumada, el ‘Pollo’ Véliz, Leonel Herrera, Galindo... Para llegar a la final, el ‘Cacique’ tuvo que eliminar a un grandísimo Botafogo, que alineaba a Brito, zaguero titular de Brasil en Inglaterra ‘66 y México ‘70; a Dirceu, triple mundialista y dueño de una zurda de oro; a Zequinha, que sumó 58 partidos en la Selección Brasileña; a un monstruo de la historia: Jairzinho, todavía con 28 años; a Marinho Chagas, el célebre lateral izquierdo rubio que era un espectáculo por sí solo. A todos ellos se sumaba un extranjero de excepción: el ‘Lobo’ Fischer, potentísimo goleador proveniente de San Lorenzo.

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Ese equipazo ni siquiera pudo llegar a la final. Así eran todos los equipos del Atlántico. Los del Pacífico tenían mínimas chances, aunque hubo formaciones muy fuertes, como el Universitario del ‘72 y ese Colo Colo del ‘73. Jugando 13 partidos, como ahora, ó 7 en el caso del campeón vigente que entraba en semifinales, ganar la Copa era una epopeya.

Hay una docena de aspectos en los que la Copa ha mejorado sensiblemente. Los campos son mejores, hay más garantías para el visitante, el arbitraje es mejor; hay VAR, la televisación es un fiscal excelente, la preparación física se superó, todo lo que rodea al juego ha progresado. Y el fútbol creció en todos los países. La gran diferencia es que antiguamente todos los buenos que surgían en Sudamérica -y eran muchísimos- permanecían en el continente, o al menos iban a Europa después de 7 u 8 años de carrera aquí. Ahora se van muy temprano y se juega con los que quedan. Antes el fútbol sudamericano era el más fuerte y encantador del mundo. Y no se televisaba la Champions League, que hace más dura la comparación.

Como solía decir El Veco, amigo entrañable, periodista de los grandes, “antes, para ganar había que tener póker de ases, hoy con un full alcanza”. (O)