Cada vez se conocen más detalles de la vida y muerte del beisbolista Lou Gehrig (1903-1941), uno de los más notables deportistas de todos los tiempos. La suya es la historia de un joven que en la cima de la fama dio una lección de sencillez y humildad por la forma en que enfrentó a la muerte. Lo hizo con valor y fortaleza y dejó recuerdos de un valor y lealtad a su equipo, los Yankees de Nueva York, y será siempre un modelo para todos.

Jugó 17 temporadas con los Yankees y brilló por un extraordinario bateo al acumular 493 jonrones. Gehrig fue el primero en despachar en un mismo encuentro cuatro cuadrangulares y disparó 23 veces grand slam. Conquistó una triple corona, fue convocado a siete Juegos de Estrellas, ganó seis veces la Serie Mundial, en tres ocasiones fue elegido Jugador Más Valioso, lo incluyeron en el Salón de la Fama, y fue elegido por la Asociación de Escritores de Béisbol de América como el mejor primera base de la historia en las Grandes Ligas.

Pocos conocen la anécdota de una visita que realizó Babe Ruth a un niño que estaba internado en una clínica de Nueva York y para levantarle el ánimo el popular beisbolista le ofreció un jonrón. Pero en ese mismo saludo Gehrig también le hizo una promesa al menor, una muy difícil: pegar dos cuadrangulares. Y la pudo cumplir. Por su extraordinario rendimiento y su predisposición a estar listo para jugar por 16 campañas fue apodado Caballo de Hierro. En celebridad solo fue eclipsado por Ruth y Joe DiMaggio.

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En la pretemporada de 1939 Gehrig dio muestras de que no estaba en plenitud de condiciones físicas. Tenía dificultades para correr y problemas para ejecutar jugadas de rutina. Iniciado el campeonato de aquel año su rendimiento decayó de manera notable porque padecía dolores musculares.

Antes de un juego de visita frente a los Tigres de Detroit, el 2 de junio de 1939, le pidió a su mánager, Joe McCarthy, que lo sacara de la alineación. La petición fue aceptada y se le aseguró que tan pronto mejorara su salud Gehrig tendría su puesto asegurado. El anunciador oficial del Briggs Stadium dijo: “Damas y caballeros, esta es la primera vez que el nombre de Lou Gehrig no aparecerá en la alineación de los Yankees en 2.130 juegos consecutivos”. Fue el mismo pelotero quien entregó la formación al árbitro. Los asistentes le dieron una ovación mientras se alejaba y se sentaba en la banca, con lágrimas. Al día siguiente, todos los diarios de Estados Unidos pusieron en portada esta noticia.

Los exámenes médicos a los que Gehrig se sometió fueron lapidarios. Sufría esclerosis lateral amiotrófica, una enfermedad progresiva del sistema nervioso que afecta las células nerviosas en el cerebro y la médula espinal, y causa pérdida del control muscular (se la llama enfermedad de Lou Gehrig en honor al jugador de béisbol al que se le diagnosticó).

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Todo lo que vino luego se desarrolló muy rápido. Los Yankees organizaron una despedida el 4 de julio de 1939 en su estadio, que lució copado. Todos querían rendirle tributo a uno de los mayores ídolos del equipo. El público que fue el Yankee Stadium pudo atestiguar de uno de los momentos más conmovedores jamás presentados en un escenario de béisbol.

Se reunieron los peloteros, cuidadores de terreno y personal de apoyo alrededor del home, en el que hablaron varias personalidades, como el mánager, el director de correos y el alcalde Fiorello La Guardia, quien dijo de Gehrig: “Es el prototipo perfecto de la mejor deportividad y ciudadanía”. Le entregaron, placas, trofeos, regalos que ponía en el piso porque no los podía sostener en las manos. Cuando parecía que el programa terminaba, el beisbolista se armó de valentía para decir algunas cosas: “Soy el hombre más afortunado sobre la faz de la tierra por el privilegio de jugar con los Yankees”.

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Había anunciado antes Gehrig: “Si llega lo inevitable, lo aceptaré filosóficamente y esperaré lo mejor”. Llegó el final a sus 37 años a las 22:10 del 2 de junio de 1941 (casi dos semanas antes de cumplir 38). De inmediato se dispuso poner la bandera a media asta en casas, edificios públicos y estadios de los Estados Unidos.

Más detalles de esta ejemplar vida quedaron plasmados en diarios, revistas, archivos y en especial en la película Orgullo de los Yankees, protagonizada por Gary Cooper. La cinta biográfica rompió récords de taquilla y obtuvo once nominaciones al Óscar en 1942 (ganó la estatuilla al mejor montaje). ”Intensa biografía de una estrella del béisbol. Totalmente imprescindible”, dijo la crítica. (O)