Muchos comentarios han existido en los últimos tiempos sobre las continuas naturalizaciones que las autoridades gubernamentales ecuatorianas han otorgado a favor de futbolistas, al margen de los requisitos, términos y plazos que exige el procedimiento. Me he preguntado: ¿por qué los futbolistas tienen la ventaja de poder convencer muy rápidamente a funcionarios sobre su deseo de ser ecuatoriano?

¡Hernán Galíndez no cantó el himno de Ecuador, lo gritó con el corazón!

Las críticas adversas a este sistemático procedimiento tienen dos importantes aspectos. Primero, en nuestro país, en la mayoría de los casos, el deportista es conminado por el club donde cumple su contrato para que opte por la facilidad de acogerse a la nacionalidad ecuatoriana, para así no ocupar el cupo de extranjero. Segundo, y otro tema más de fondo, sumamente cuestionado, radica en la razonabilidad de su otorgamiento: “naturalización por servicios relevantes a la patria”. Bajo ese criterio corresponde analizar qué aporte se debe relevar en beneficio de la sociedad ecuatoriana y es importante dejar claro que no es mi intención segregar al futbolista, porque existen y han merecido la naturalización varios de ellos a través de la historia. Lo que sucede es que en nuestro país hay más de ochenta casos de futbolistas que han utilizado esta prebenda legal sin que muchos de ellos hayan sido recíprocos con nuestros intereses. Bien lo titulaba un artículo publicado en Diario EL UNIVERSO el 13 de diciembre de 2019, al analizar el tema aquí tratado: “La naturalización de futbolistas en Ecuador se ha desnaturalizado”.

Por suerte, hay casos que honran la norma y son excepciones dignas de reconocer y aplaudir. El caso de Carlos Alberto Raffo, delantero nacido en Argentina, que brilló en un Emelec histórico. Raffo fue parte de la recordada delantera denominada “Los cinco reyes magos” y también defendió los colores de nuestra Selección en partidos eliminatorios. Además, quedó goleador del Campeonato Sudamericano –hoy Copa América– en Bolivia 1963. Raffo fue convocado esgrimiendo el caso de nacionalidad transitoria, que nunca se convalidó luego de esas participaciones deportivas. El Flaco Raffo nunca desmayó en cumplir su sueño de ser ecuatoriano y lo consiguió en un trámite que duró 32 años. En 1991 el Estado le otorgó la nacionalidad ecuatoriana. El día que conoció tal suceso lloró como un niño. Carlos Alberto Raffo se domicilió en nuestro país, formó su familia y murió en Guayaquil.

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Carlos Alberto Raffo militando por Emelec.

Recorriendo la historia de nuestro fútbol, Helio Carreira da Silva (Helinho), considerado el mejor arquero que se ha puesto el buzo de Barcelona, fue convocado para formar parte de nuestra Selección bajo el mismo criterio de la nacionalidad transitoria. Defendió al equipo nacional en el partido extra definitorio en las eliminatorias para ir al Mundial de Inglaterra 1966. Helinho estuvo en el arco el 12 de octubre de 1965 en Lima, en el partido contra Chile. Realizó una jornada espectacular, aunque sufrió una lesión muscular. Ricardo Vasconcellos Rosado lo calificó: “Defendió el arco como san Pedro guarda el cielo”.

Otro gran ejemplo de un arquero uruguayo naturalizado fue Eduardo García, el Ñato, un ejemplar personaje que defendió el arco ecuatoriano. Fue un brillante empresario, dirigente de Emelec. Escogió a Guayaquil como su ciudad, se hizo admirar por su personalidad. Murió en la que llamaba su amada patria adquirida.

Otro arquero que jugó para Emelec fue Marcelo Elizaga. Destacado meta argentino entre 2005 y 2010, se nacionalizó ecuatoriano y defendió en 23 ocasiones la casaca de la Tri. Se lo recuerda mucho cuando en las eliminatorias para el Mundial de Sudáfrica 2010, en el partido jugado contra la selección argentina, el 10 de junio de 2009, le atajó un penal a Carlos Tévez. Ese día, Ecuador ganó 2-0. Elizaga siempre fue un profesional serio y responsable.

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Marcelo Elizaga, nacido en Argentina, defendió el arco de Ecuador.

Por coincidencia hay varios guardavallas más que, oriundos de otros países, optaron por nacionalizarse. Son los casos de Javier Klimowicz, argentino que alguna vez fue llamado a la Tri; Librado Azcona, paraguayo que también fue convocado sin mayor suceso; y, caso especial, Pedro Latino, argentino de nacimiento y arquero en la década de los 70 y primeros años de los 80. Este último jugó en Guayaquil Sport, Deportivo Quito y Audaz Octubrino. Naturalizado ecuatoriano defendió la portería nacional en seis ocasiones, en las eliminatorias al Mundial de México 1986. Luego de su retiro, se domicilió en Machala, donde administra su negocio de comidas. Todo un personaje muy respetado, ha sido varias veces reconocido por instituciones orenses por su dedicación y aporte a la comunidad.

Otro arquero nacido en Argentina, Esteban Dreer, recibió la nacionalidad ecuatoriana en 2012. Luego de su brillante actuación en Emelec, donde fue campeón en 2013, 2014, 2015 y 2017, declarado el mejor golero del campeonato ecuatoriano en esos años. También fue convocado por Gustavo Quinteros para formar parte de la Selección en la Copa América 2015 y en las eliminatorias de Rusia 2018. En total tapó en nueve partidos. Su paso también se lo reconoce por su leal entrega a los intereses de la Tri. Hoy vive en el país y ejerce el periodismo deportivo.

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Librado Azcona (izq.) y Esteban Dreer tuvieron su etapa como guardametas de la Tricolor.

La última versión de un arquero naturalizado y que ha tenido trascendencia en estos días es la de Hernán Galíndez. Recibió las credenciales ecuatorianas el 25 de febrero de 2019. El Decreto Ejecutivo n.º 685, firmado por Lenín Moreno, mencionaba que el otorgamiento de la nacionalidad era por los servicios relevantes a la nación y por haber demostrado suficiente sentido de pertenencia a la sociedad ecuatoriana. Galíndez, nacido en Rosario (Argentina) hace 35 años, llegó a la Universidad Católica de Quito en 2012. El 4 de enero de 2022 le llegó una propuesta de la Universidad de Chile, donde no duró mucho. Hay versiones que explican que él prefirió estar en Ecuador para demostrar que estaba listo para seguir siendo convocado a la selección ecuatoriana.

Y acertó. Llegó a Aucas, donde fue figura en la obtención del primer campeonato nacional, y el objetivo principal de ser convocado al Mundial de Qatar se hizo también realidad. Nunca reclamó la preferencia de Gustavo Alfaro por Alexander Domínguez. Se daba por hecho la titularidad de este último en el debut contra Qatar el domingo 20 de noviembre. La sorpresa llegó. El cuerpo técnico se convenció de que Galíndez vivía un momento de fútbol sensacional y determinó que fuera titular. Esa noticia dejó tranquila a la afición ecuatoriana que confía en sus atributos. El suceso desbordó el sentimiento de Galíndez. Las horas previas al partido, una mezcla de nervios y fe, salió al gramado del espectacular estadio Al Bayt y fue notoria la emoción cuando las cámaras enfocaron el momento en que el golero cantaba las sagradas notas del Himno Nacional. Un titular muy elocuente de EL UNIVERSO decía: “¡Hernán Galíndez no cantó el Himno de Ecuador, lo gritó con el corazón!”. No solo sabía el himno, y lo cantó a su manera, sino que también representó en ese momento a todos esos ecuatorianos que en la lontananza también lo cantábamos con el mismo sentimiento. Galíndez nos hizo olvidar de aquellos futbolistas que pudieron representarnos en este magno evento y que perdieron la voluntad. Al margen de su rendimiento en cancha, nos hizo ver que tiene un sentido de pertenencia por la ecuatorianidad.

A Galíndez se lo percibe como un colega leal de la profesión. Su adecuación a nuestra idiosincrasia no la adquirió por los años que vive en Ecuador, sino por la aceptación de tradiciones y costumbres. Asimismo conoce que a los símbolos patrios se los debe venerar. Galíndez lo hace mejor que algunos que nacieron en el país. (O)