Hace al menos 40 años, mientras revisábamos con mi colega y amigo ya fallecido Alberto Sánchez Varas las primeras revistas deportivas de Guayaquil, en ese tesoro invalorable que acumuló el príncipe de los bibliógrafos, el Dr. Carlos A. Rolando (y que se guardan en la sala que lleva su nombre en la Biblioteca Municipal), empezamos a tomar algunos apuntes con la intención de escribir sobre el desarrollo del periodismo deportivo de nuestra ciudad, obra que no pudimos culminar por las diarias obligaciones profesionales y familiares.

He vuelto a revisar viejos cuadernos con trabajosas anotaciones (no entrábamos aún en la era digital) a propósito de una embestida contra Diario EL UNIVERSO que afectaba el derecho de sus periodistas a informar y el de sus lectores a estar informados. Aunque luego hubo marcha atrás, lo que llamó la atención es la indiferencia de otros medios de comunicación, salvo muy raras excepciones, y la de entidades gremiales de periodistas.

EL UNIVERSO, que circuló en septiembre de 1921, contaba como director de Deportes con el distinguido intelectual Rodrigo Chávez González. Poco se puede conocer sobre los periodistas de ese tiempo porque casi todos firmaban con seudónimos. En El Telégrafo destacaba como colaborador Francisco Rodríguez Garzón, quien firmaba artículos de ajedrez como Capaverde.

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En 1923 se empleó de planta en El Telégrafo y con ocasión de la disputa del Escudo Cambrian fundó la primera página deportiva especializada en ese diario: Deportes y Deportistas, que salía los jueves de cada semana. Al mismo tiempo atendía la corresponsalía de El Comercio, de Quito. Fue fundador de la revista deportiva Olympia y uno de los primeros periodistas ecuatorianos, junto a Humberto Salinas Michi, enviado especial de EL UNIVERSO, en reportar un torneo desde el extranjero: el V Campeonato Sudamericano de Natación en Lima en 1938, el de la hazaña de Los Cuatro Mosqueteros del Guayas. Entre 1931 y 1938 tuvo a su cargo la página deportiva de la revista semanal Semana Gráfica y sus artículos eran muestras de gran agudeza como observador y excelente manejador del idioma. Nuestro Diario contó también, desde 1927, con Carlos Manrique Izquieta, licenciado en Ciencias Sociales y Políticas y un concertista virtuoso del piano. Fue el más completo atleta del Ecuador entre 1919 y 1925.

Tenía un conocimiento universal de los deportes y lucía una enorme capacidad combativa, especialmente para condenar los gastos en el fútbol y el menosprecio a los demás deportes. En un viejo ejemplar de EL UNIVERSO encontré esta cita: “Periodismo, esa ingrata labor que tiene para quien la ejercita dos filos: hace sangrar con la ingratitud de los elegidos y hace sangrar con la reacción violenta de los censurados”. Como para ponerla en un cuadro hoy.

1935, redactor de este diario, castigado por deporte pichinchano.

En 1934 se produjo el primer conflicto entre un periodista y una institución deportiva. Francisco Rodríguez Garzón, en su revista Olympia, criticó a la Federación Deportiva del Guayas y pidió transparencia en los gastos para la construcción del coliseo Huancavilca. La respuesta federativa fue expulsar de sus filas a Rodríguez, quien era también presidente del Panamá SC. La medida fue revisada luego, ante la amenaza de los clubes de fútbol de abandonar el campeonato oficial. El 23 de julio de 1935 El Telégrafo publicó una severa crítica a la organización del torneo de béisbol”. El comité federativo reaccionó y al día siguiente envió una protesta contra el autor de la crónica. El 25 de julio jugarían Oriente y LDE en el diamante del American Park y el cronista del rotativo mencionado, William Calderón, concurrió con su pase otorgado por la Federación a todos los periodistas, firmado por el presidente, Dr. Isaías Medina. En la puerta le dijeron tener instrucciones de no dejarlo pasar. El Telégrafo reclamó por lo que llamó “acto de violencia del Comité” que hacía suponer “que todo cuanto hacen va por malos caminos y esa es la razón de no querer trabajar bajo vigilancia y a la meridiana luz”.

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El 28 de noviembre de 1935 la Federación Deportiva de Pichincha (más tarde Concentración) expulsó de su seno a César Plaza Ledesma, esmeraldeño, quien estudiaba ingeniería civil en la Universidad Central, al tiempo que era corresponsal de la sección Deportes de EL UNIVERSO. Plaza criticó la postura de Pichincha de pedir que el Estado asumiera el manejo del deporte y la desaparición de la Federación Deportiva Nacional del Ecuador, cuya sede se hallaba en Guayaquil. Plaza replicó así en un artículo: “Extraña un proceder de esa naturaleza porque es hecho claro que la libre emisión del pensamiento está garantizada por todas las cartas fundamentales del mundo. Extraña el proceder que se ha tomado en contra del suscrito por la sencilla razón de que, como deportista no se le ha juzgado, y como periodista no se encuentra afiliado a ninguna organización deportiva del país. Por el contrario, como deportista tiene muchas comunicaciones de la entidad que usted preside en las cuales se aplaude y se encomia su labor”. En una actitud muy hidalga, al conocer la resolución y hallándose en días de elecciones de directorio, la Liga Deportiva Universitaria de Quito, a la que Plaza pertenecía como deportista en la rama de básquet, lo reeligió como secretario de la entidad. Plaza no cejó nunca en su combate contra la estatización del deporte.

Humberto Salinas, de El Universo, recibió en 1937 un veto de emelec.

El 12 de noviembre de 1937 Emelec expulsó a Humberto Salinas Michi, quien escribía para EL UNIVERSO con el seudónimo de Coconito, por un artículo en el que reprochaba la expulsión del boxeador Ruffo López Heredia por considerarla excesivamente severa. “El periodista deportivo es, sin duda, el elemento más útil para el deporte porque desde la tribuna imparcial del pensamiento da orientaciones eficaces para que ese ramo de la actividad humana, dentro de un proceso de superación y de perennes rectificaciones, pueda responder a su calidad de factor cultural”, replicó Salinas.

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Hubo otras reacciones negativas en la historia de nuestro periodismo deportivo. El espacio no me alcanza para denunciarlas. La más grave ocurrió en el 2002. Mauro Velásquez Villacís, un nombre señero en la historia de nuestra profesión por sus conocimientos, frontalidad y honorabilidad, fue vetado para asistir a la Copa del Mundo 2002 por la FEF (la administración de esa época). Velásquez había criticado al entonces presidente Luis Chiriboga Acosta por haber derrochado recursos institucionales al invitar a un grupo de amigos a la Copa América 1999 y adoptar una política de ‘adhesiones’ sospechosas, que luego llamó “favores logísticos”. Los que recibieron prebendas guardaron silencio y Mauro Velásquez, un periodista ejemplar, no pudo asistir al Mundial, mientras muchos otros volaron a Japón y Corea con los gastos pagados.

El tiempo y la justicia dieron más tarde la razón al valiente colega, hoy difunto. (O)