La renovación del contrato de Ismael Rescalvo, para que permanezca como técnico del Club Sport Emelec hasta el 2023, pasó de ser la extensión de un acuerdo a convertirse en un efectivo “seguro de vida” comprado por el español. Con ese blindaje se ha salvado de todos los accidentes leves y también de las catástrofes que él ha causado en el equipo de fútbol. Está ileso. Incluso, la ‘póliza’ del español debe de contemplar algún tipo de ventajoso resarcimiento económico en caso de una hipotética terminación unilateral de su pacto laboral (por ello, es demagógica e irresponsable la cantaleta repetida de: “Yo gano las elecciones y lo boto”. ¿Y quién le paga la indemnización?). Por hoy, todos los costosos daños y los irreparables perjuicios deportivos y financieros los asume y los sufre íntegramente la institución porteña.

En una noche de pesadilla, Rescalvo agregó el martes pasado un nuevo eslabón a la larga cadena de fracasos a la que está atado Emelec desde el arribo del entrenador. Contra Aucas se hizo realidad la enésima eliminación, una derrota más en el estadio George Capwell, otra vez una pobre exhibición de fútbol, se incrementó la decepción de sus aficionados, y hubo un repetido adiós a la posibilidad de obtener un título (y se fue también la opción de recibir un premio de $ 1 millón). Coleccionista de desilusiones en la LigaPro, en las copas Libertadores y Sudamericana, Rescalvo ya ostenta una en la Copa Ecuador.

¿Qué más debe hacer el español para irse de Emelec? ¿Qué más debe perder? El técnico ha cometido innumerables desatinos, tantos que en cualquier otro equipo grande, más allá del ‘seguro’ que le da vida laboral hasta el 2023, ya lo habrían cesado, o voluntariamente habría presentado la renuncia. ¿Para cuánto más da lo de Rescalvo? ¿Qué tan válida es la excusa de: “Estamos a cuatro unidades del líder y restan 36 puntos por disputarse”? ¿Sobre qué base se asienta la creencia exótica de que lo que no ha podido lograr en 3 años, 2 meses y 26 días como timonel lo conseguirá en las doce fechas que faltan para que concluya la segunda etapa de la LigaPro?

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Entre el 2009 y el 2018, los millonarios forjaron la más prolongada condición de protagonismo mostrada por un equipo en el torneo nacional, gracias a una presencia permanente en el podio (como campeón, subcampeón o tercero). Así quebró un récord implantado por el mismo club entre 1957 y 1968. Hoy, el Emelec de Rescalvo transmite la sensación de ser una escuadra resignada a perder, entregada a su destino.

Y aunque los futbolistas azules pongan garra, corran, marquen, no basta con hacer ese esfuerzo. No hay ideas. El mensaje está gastado y desacreditado, porque el resultado frente a cualquier discurso o variante táctica utilizada es el mismo: derrota y eliminación. El club que dio cuatro vueltas olímpicas en cinco años (2013, 2014, 2015, 2017) se ha acostumbrado a perder. Suele pasarles a los grandes, hasta que un sacudón los saca de la modorra.

“Con Ismael Rescalvo, Emelec no irá a ningún lado”, sentenció este miércoles un comentarista que antaño fue un notable volante eléctrico. Sin embargo, los hechos evidencian una gravedad más amplia: con Rescalvo, Emelec nunca ha ido a ningún lado. Dudar de sus conocimientos sería atrevido —”hasta el peor técnico de fútbol sabe más que un periodista”, dice Jorge Barraza—, pero lo que el español sepa no ha funcionado desde el 30 de abril del 2019, cuando tomó el mando en Emelec, hasta la fecha. No ha ganado nada. Los papelones son más que cualquier corta serie de victorias.

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“A veces, la historia se escribe sin títulos”, afirma el periodista catalán Guillem Balagué en uno de sus libros. Pero en el caso de Rescalvo aquello no aplica. No se puede rescatar ni siquiera un estilo de juego. No pierde el Emelec del español con clase. Cae, generalmente, sin jugar a nada. Y eventualmente gana, y también empata, sin jugar a nada.

¿Y la mano del técnico? En Emelec no se ve. Aucas, el rival que despachó al equipo (y equipo es un decir, nada más) de Rescalvo, presentó al venezolano César Farías como estratega hace apenas tres meses (el 28 de abril anterior) y en el cuadro quiteño ya se ve lo que el mundo futbolero llama “la mano del entrenador”. En Emelec no hay esa mano del DT. Hay una manopla.

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Si Farías —un profesional con mejores credenciales que las de Rescalvo— en un trimestre hizo correcciones, potenció el funcionamiento colectivo de Aucas, si lo dotó de un orden defensivo ausente antes, si mejoró la generación de ideas en el medio campo, y hasta en breve tiempo el llanero rescató a elementos como Roberto Tuka Ordóñez, si lo encaramó en la cima de la tabla de posiciones de la LigaPro y sigue invicto, ¿por qué en 1.184 días Rescalvo no ha hecho algo parecido en Emelec? ¿Cuánto más hay que esperarlo? Da la impresión de que en ese lapso no aprendió que una cosa es dirigir al Torre Levante, de la cuarta o quinta división de España, y otra a una institución de altos quilates, con millones de exigentes hinchas, con una historia de prestigio y una obligación ganadora que no tiene ninguno de los clubes que antes condujo Rescalvo.

Desde el 25 de mayo del 2021, Rescalvo juega tiempo extra en Emelec. Ese día, Talleres de Córdoba le dio una paliza de 4-1 a los eléctricos y en Guayaquil lo dejó fuera de combate en la Copa Sudamericana. El vergonzoso marcador se produjo por los extravagantes experimentos del entrenador, quien atentó contra una clasificación en casa y contra el cheque que ya no llegó desde Conmebol por avanzar de ronda.

Esa es la tendencia con Rescalvo en Emelec: fútbol mediocre, improductivo, niveles discretos, suplencias y titularidades inexplicables, eliminaciones. Haber sido finalista de la LigaPro del 2021 puede ser considerado un exitazo en el Torre Levante, pero no por un grande. Tres temporadas sin ganar nada pasan factura, más aún si el damnificado se habituó a recientes vueltas olímpicas.

Una era brillante del Emelec contemporáneo, que incluye un tricampeonato (primero para un club de Guayaquil), el paso de algunos futbolistas estupendos, la consolidación institucional, el patrocinio de empresas multinacionales y la modernización del estadio Capwell, también se ha distinguido por la presencia de algunos técnicos de elevada e indiscutible categoría internacional. No obstante, en ese aspecto unos pocos no respondieron a la expectativa. Nada es perfecto. Rescalvo es hoy, por el mal juego de su equipo, una especie de Juan Ramón Carrasco II. Cuando en el 2011 se resolvió la desvinculación del uruguayo, ya el estropicio provocado por el extravagante DT no tenía solución en Emelec. (O)

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