En un trueque inentendible por el brasileño Arthur (24 años contra 30), Miralem Pjanic llegó al FC Barcelona en julio de 2020 valuado en 60+5 millones de euros. Arthur había sido fichado a precio de crack en tanto Pajnic siempre fue un obrero del mediocampo; igual se esperaba que aportara marca, experiencia y media distancia en una desinflada línea de volantes. “Es de rendimiento inmediato”, vendieron, para justificar la insólita permuta. Contrajo COVID-19, debutó recién a los tres meses, jugó poquísimo (1.295 minutos, equivalente a unos 14 partidos enteros), no marcó siquiera un gol, resultó una decepción y se le buscó afanosamente una salida. Se encontró al Besiktas, al que él aceptó ir porque jugaba Champions. El club turco se comprometió a pagar solo 2,75 millones de su elevado salario de 9,5 firmado con el Barça; el resto, desde luego, lo sigue cobrando del Camp Nou. Pjanic tampoco cuajó en Turquía, el Besiktas fue un desastre en la Liga de Campeones -6 partidos, 6 derrotas, 19 goles en contra y 3 a favor-. En el medio, la Federación Bosnia lo expulsó de la Selección por un acto de indisciplina. Ahora, próximo a cumplir 32, el entrenador Sergen Yalcin no está del todo contento con él y el Besiktas quiere devolvérselo a Barcelona con efecto inmediato, pero Xavi, como Koeman, no lo tiene en cuenta. Y su contrato con los culés es hasta junio de 2024. Deberán pagarle su sueldo de Balón de Oro dos años y medio más.

El de Pjanic es sólo un ejemplo, apenas un minúsculo problemita en el mar de disparates y contratiempos que atraviesa el que hasta hace sólo seis años presumía de ser “el mejor club, el mejor equipo y el mejor fútbol del mundo”. Es como una Ferrari que se estrelló a 200 km por hora y, tras quedar destruida, se le cae el espejo retrovisor. Pjanic es el espejito.

Tras aquella Champions ganada en 2015 ante la Juventus, el club catalán viene en caída libre y pierde altura de manera dramática. “Al descenso en Europa”, titularon algunos medios. Después de 21 años no logró pasar la fase de grupos de la Champions. El Bayern Munich, casi entrenando, le dio una nueva paliza europea. Los rivales se dan un banquete con el Barça. Quedó rebajado a Europa League. Y ahora corre serio riesgo de no clasificar a la Champions 2022-2023 -lo cual sería catastrófico deportiva y económicamente- pues marcha séptimo en la liga. Ya todos se le atreven. La otrora aplanadora que sometía a goleadas a sus adversarios marcó 2 goles en seis partidos. Pero recibe cantidades. Antes de enfrentarse al Bayern, que le metió 14 tantos en los últimos tres partidos (el Bayern es su antípoda como club: serio, modesto, antirruido) se escucharon del presidente Laporta, un sujeto fresco, chispeante y superoptimista, las proclamas habituales: “Estoy muy confiado de que pasaremos”. Xavi no fue a menos: “Es una buena ocasión para hacer historia”. Otros inflaron el pecho con el altivo “Somos favoritos, esto es el Barça”. El orgullo es lo único que mantienen invicto. Pero en el campamento alemán pensarían al revés: “Aprovechemos que son el Barça, démosles con todo”. Y lo sacudieron: 3 a 0 otra vez, como en la ida.

Publicidad

“El Barça ya no está en la élite, ni europea ni española”, dice Ernest Folch, exdirector del diario Sport. El azulgrana es un equipo quedado en el tiempo, que no soporta la intensidad de los rivales y tampoco sabe defender, su gran drama de los últimos años. Y ahora no está Messi para hacer los goles y para echarle la culpa. Leo generó 869 goles para el club en los últimos once años, 622 propios y 247 asistencias. Y otros centenares de jugadas de riesgo creadas que fueron goles o asistencias de terceros. Está inerme y esa fragilidad futbolística va íntimamente ligada a los desmanejos y fichajes estrepitosos de la última década. La consigna ha sido comprar muy mal y muy caro. Así le fue.

Es un caso de autodestrucción como el fútbol nunca vio. Y todo ha sido tan rápido... Ese plantel al que todos vapulean costaba en sueldos 670 millones de euros al año. El más caro del mundo, superaba en un 50% al segundo. Tras la salida de Messi y Griezmann lograron bajarlo a 430 millones, aunque sigue siendo el equipo mejor pago con diferencia. Piqué cobra 12 millones anuales, Umtiti, un turista desde que terminó el Mundial de Rusia, diez. Ahora buscan hacer una limpieza a fondo, pero ninguno se va. No salen porque nadie está interesado en esos futbolistas y porque ningún club mínimamente cuerdo se avendría a pagar esos emolumentos. Si encontraran un cliente deberían regalar el pase y además abonarle gran parte del contrato, como hacen con Suárez, Pjanic, Trincão y otros. A Messi le deben 50 millones de euros. Y aún se adeudan cuotas de los pases de Coutinho y algunos más.

Necesita refuerzos urgentes, no tiene atacantes. Ansu Fati, Depay, Braithwite y Agüero estarán en la enfermería largo tiempo. Hay gestiones avanzadas con Édinson Cavani y Ferrán Torres (Manchester City), pero es preciso bajar la masa salarial, ya sobrepasada. Buscan sacar o de última echar a Umtiti y a Coutinho (asumiendo el consecuente juicio posterior) para bajar la nómina y poder inscribir a los nuevos. Pero son invendibles y ninguno quiere irse, a menos que les mantengan las cifras que perciben. Es un laberinto sin puerta. 26.238 abonados del FC Barcelona pidieron la excedencia por un año de su asiento en el Camp Nou. O sea, no pagan esta temporada. Los ocho o diez mil asiáticos que hacían turismo futbolístico en los partidos de local para ver un partido de Messi, visitar el museo y comprar su camiseta desaparecieron. Rakuten, la tienda en línea más grande de Japón, anunció que se retira de su camiseta; aportaba 50 millones. Aún quedan finiquitos por pagar como los de Quique Setién (4,5 M€) y Ronald Koeman (12 M€). Al asumir, Joan Laporta quería una nueva era y cambió cantidades de ejecutivos, funcionarios y técnicos de las diferentes disciplinas, comprometiendo una cantidad de dinero en indemnizaciones. Se quedó sin los ingresos de Champions y su deuda global supera los 1.400 millones de euros.

Publicidad

“Esto es lo que hay”, había declarado crudamente Koeman tras las derrotas. “Es la dura realidad”, matizó Xavi. “El Barça es la tormenta perfecta”, escribe el colega Toni Frieros. Pero el orgullo está intacto: “Vamos por Haaland”, dicen alegremente los diarios deportivos catalanes. No cuentan con la opinión de los cracks. Antes, el Barcelona era el sueño de todos. Ahora le esquivan. ¿Quién quiere meterse ahí…? (O)