Eran tiempos en que la Federación Deportiva del Guayas producía docenas de jugadores que engrosaban las filas de los grandes clubes de Guayaquil. De otras provincias llegaban unos cuantos que debían luchar para hacerse un lugar, dada la clase de los futbolistas porteños. Los campeonatos federativos, en el hoy demolido estadio Ramón Unamuno, eran una fiesta. Grandes equipos como Diez de Agosto, Rocafuerte, Caribe, Italia, Manta, Inglaterra, Huracán, Luq San, Uruguay, Chile protagonizaban verdaderos clásicos con llenos totales.

Los jugadores eran reclutados de las Ligas de Novatos. Liga Deportiva Estudiantil (LDE) se nutría de ese vivero gigantesco que era el Vicente Rocafuerte. Los dirigentes hacían un apostolado deportivo. Marcos Luzuriaga, Miguel Roque Salcedo, Antonio Lanata, Walter Aragón, Félix Rodríguez, Desiderio Gando, Toribio Espinosa de los Monteros y muchos más ponían dinero de su bolsillo para sostener a sus equipos y cuando transferían un futbolista, daban a este la mayor parte del pequeño ingreso. En 1951 Marcos Luzuriaga, recordado personaje, vendió el pase de José Vicente Balseca, de 18 años, por 1.000 sucres (unos $ 65 de la época) y le dio de yapa al recordado Arístides Castro, puntero izquierdo que hacía ala con Balseca en el Ciclón federativo.

Arístides, brillante periodista, luego relataría que no lo regalaron: “La transacción se hizo así: 999 sucres por el Loco y un sucre por mí”. Era hábil y veloz, pero don Benjamín, su papá, lo hizo dejar el fútbol para que estudiara Ingeniería Civil, carrera que no terminó por su ingreso al periodismo deportivo en el que dejó una huella muy profunda.

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Washington ‘Chanfle’ Muñoz, 40 años luego del último golazo en Barcelona

Don Toribio Espinosa de los Monteros logró en los años 60 formar un Inglaterra que quedó en el recuerdo. ¡Qué cantidad de estrellas! De sus filas surgieron Pablo Ansaldo, Clímaco Cañarte y Gonzalo Chalo Salcedo, que fueron a Barcelona; Jaime Carmelo Galarza, que pasó a Norteamérica y luego a Patria; y Adulfo Patita Estrella, que jugó en Emelec. ¿Cuánto dinero ganó don Toribio por el pase de esos futbolistas? Sorpréndase: nada. Solo pedía un juego de uniformes para su famoso club. Romanticismo puro que vale recalcar hoy que periodistillos de última hora, que han visto dos docenas de partidos y son científicos de la táctica y el pragmatismo, usan el término ‘romántico’ en sentido peyorativo, como un insulto que equivale a idiota.

Hace 60 años llegaron a Barcelona dos cracks auténticos, de oro puro y no de latón como los que provocan convulsiones emocionales a esos periodistillos a los que me he referido.

El 12 de abril de 1962 fue registrado en la Asociación de Fútbol del Guayas Washington Muñoz Yance. Provenía de Liga Deportiva Estudiantil, club al que había llegado en 1960 para integrar una formación que hizo época junto con Álex Wiesner, Enrique Kiko Salcedo, Homero Arce, José Luis Pirucho Contreras, Domingo Yépez y Víctor Guerra, todos ellos vicentinos. Muñoz, llamado ya Wacho, llegó del colegio Francisco de Orellana, y a él se unió Manuel Fajardo, que arribó del Americano. Aunque provenía de un hogar muy deportivo –su padre había sido un notable boxeador– no veían con agrado que Wacho dedicara su tiempo al fútbol. “Primero los estudios”, le decían. Una charla del venerable y respetado maestro Salcedo venció la resistencia familiar y Muñoz llegó a LDE.

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Destacó desde el inicio no solo por su inteligencia y excelente técnica, sino también por la reciedumbre de sus disparos. Con 16 años fue a Loja con LDE y metió dos veces al arco, con pelota y todo, a un asustado guardavallas. “Usted tiene un revólver en el botín derecho”, le dijo a Muñoz un dirigente lojano y así nació entre sus compañeros su primer apodo: Pata de Revólver.

Falleció ‘King’ Quijano, uno de los míticos defensas de la ‘Cortina de Hierro’ de Barcelona

Pronto llegó a la selección de Guayaquil en los desaparecidos Campeonatos Intercantonales, que eran seguidos por los buscadores de estrellas. Muñoz jugó frente al combinado de Daule, en el preliminar del cotejo Barcelona-Real Madrid en 1961 en el Modelo y tuvo una destacada actuación. Don Felipe Vera, masajista y scout de Barcelona, conversó con el presidente torero Emilio Baquerizo Valenzuela, quien, a su vez, se entrevistó con Segundo Paredes Baidal, su par de LDE. El negocio se hizo por 5.000 sucres ($ 278 de ese tiempo), de los cuales 3.000 sucres le entregó LDE.

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Fue inscrito el 10 de abril de 1962 y debutó en un clásico del Astillero por el torneo de Asoguayas, el 9 de septiembre en el estadio Modelo. La delantera la formaban Agustín Álvarez, Muñoz, el brasileño Iris, Alejo Calderón y Clímaco Cañarte. “Era bravo jugar en Barcelona esos años. Yo era muy joven, pero los ya famosos como Lecaro, Macías, Cañarte me aconsejaron mucho y me ayudaron a madurar como futbolista y como persona”, nos contó.

Como coincidencia ese mismo día debutó Alfonso Quijano, el bravo marcador derecho que también quedó en la historia. Tenía el mismo origen de Muñoz: la selección de Guayaquil al Intercantonal. En el Unamuno tenía, desde los 16 años, fama de rebelde y mal genio, pero en cada jugada mostraba clase. Fue don Felipe Vera quien lo llevó también a Barcelona en junio de 1962, antes de cumplir 20 años.

No recordaba lo que pagaron por su fichaje, pero me contó una noche que creía haber recibido 2.000 sucres. A su lado jugaron ese día leyendas de nuestro fútbol. El arquero era Alfredo Bonnard, a quien la publicidad pagada no ha podido desplazar de su condición de mejor portero de todos los tiempos. La defensa alineaba a Quijano, Vicente Lecaro y Luciano Macías. El compromiso era mayúsculo pues le tocaba marcar a un puntero de dimensión internacional: el argentino Roberto Pibe Ortega. Ese día se quedó con el puesto, mientras Muñoz se adueñaba de la punta derecha.

Quijano, apodo de Rey, fue parte de la legendaria Cortina de Hierro, con Lecaro, Macías y Miguel Bustamante, que difícilmente podrá ser igualada. Fue un legítimo heredero de Juan Benítez y Luis Niño Jurado, que no dejaban pasar ni el viento. Siguió el ejemplo de capitán Macías y subía por la banda para elevar centros que convertían en gol Iris o Ricardo Reyes Cassis. Wacho Muñoz pasó a la historia como Chanfle por sus cañonazos viboreantes que vencieron a goleros nacionales y mundiales, como Lev Yashin; Alberto da Costa Pereira, del Benfica y la selección de Portugal; y Pepe Santoro, de Argentina e Independiente, apenas tres nombres de una lista infinita.

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Chanfle Muñoz hizo 101 goles oficiales con la divisa torera y ganó siete títulos (tres de Asoguayas, cuatro nacionales), los mismos que el Rey Quijano. Ambos fueron protagonistas de la llegada de Barcelona a dos semifinales de Copa Libertadores. Muñoz jugó la noche de la memorable Hazaña de La Plata. Los extrañamos hoy en que nuestro fútbol guayaquileño está lleno de mediocridades a los que la publicidad tarifada llama ídolos. (O)