Establecer una comparación entre Vinicius Junior y Paco Gento es llevar las cosas demasiado lejos, porque la Galerna del Cantábrico o la Bala Blanca ha sido el mejor extremo izquierdo de todos los tiempos, ganador de seis Copas de Europa -más que nadie- y de 12 Ligas, y el brasileño, diestro de pie, solo es un proyecto de gran futbolista, que emociona y decepciona a partes iguales por su velocidad y su falta de puntería.

Pero los inicios de Gento en el Real Madrid no fueron precisamente fáciles. Todo lo contrario. Gento llegó al club blanco en 1953, a punto de cumplir 20 años, y estuvo cerca de ser traspasado tras su primera temporada, acusado por casi todo el periodismo de correr alocadamente y de falta de definición y hasta de destreza con la pelota, dos cuestiones que no han dejado de reprochársele a Vinicius en sus ya tres campañas en el Madrid. Sobre el brasileño, un agitador supersónico como Gento, aunque sin su célebre pausa, gravita, además, la idea de su dificultad para finalizar con goles sus jugadas, lo que le ha impedido hasta ahora sostenerse como titular en el Real Madrid y le ha llevado a estar permanentemente en el centro del debate, con partidarios y detractores a partes iguales.

A sus 20 años, Vinicius vive ahora horas de felicidad y de reconocimiento, tras su exhibición frente al Atalanta –”Sé que puedo ser uno de los mejores del Madrid. Soy joven y soy muy feliz. Soy un jugador que tiene una gran personalidad. Que fallo y en la próxima voy otra vez siempre”-, pero a nadie escapa que el extremo no deja de estar en periodo de examen y que ha pasado por momentos de abatimiento y hasta de apartamiento futbolístico con Zidane.

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Nadie sabe el techo de Vinicius, todavía explosión y potencia sin control. Por eso es bueno rescatar ahora unas declaraciones de Gento de 1956, semanas antes de jugar y ganar frente al Stade Reims su primera Copa de Europa, cuando ya era figura en el Madrid e internacional con España: “La primera temporada en el Real Madrid fue un continuo sufrimiento para mí. La gente me abroncaba en todos los partidos, se metían conmigo y, por más que intentaba superarme, todo me salía al revés por causa de los nervios. Pasaba el tiempo y no mejoraba, pero nunca me di por vencido. La moral y la confianza son todo en el fútbol. La gente se cansó de chillarme y, sin la preocupación de los silbidos, acabé por mejorar. Lo hice gracias a unos compañeros magníficos y a la confianza en mis posibilidades. Perderle el miedo al público y a las críticas es fundamental para un jugador joven que empieza en el Real Madrid”.

Quizá el partido de Atalanta marca un antes y un después en la carrera de Vinicius en el Real Madrid. (D)