Una petición de “disculpas a todo el Ecuador” es el último recuerdo de Álex Quiñónez en el ámbito deportivo, velocista ecuatoriano asesinado la noche del viernes 22 de octubre en Guayaquil, en situaciones aún no esclarecidas.

En agosto de este año, el esmeraldeño se quedó a puertas de su participación en los Juegos Olímpicos Tokio 2020. Un “fallo de paradero” llevó a la Athletics Integrity Unit (UIA) a suspender al atleta tricolor, cuyos registros lo ponían como una clara opción de medalla para Ecuador.

Aquel fue un error “involuntario y fortuito”, según describió el deportista nacional, el tercer hombre más rápido del mundo después de obtener la medalla de bronce en 200 metros del Mundial de Doha, Catar, en septiembre de 2019.

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Como “fortuito” fue el yerro que llevó a la suspensión, imprevisible también fue el desenlace de un suceso que las autoridades nacionales investigan s tras lo ocurrido en el sector Colinas de la Florida, en el noroeste de Guayaquil, un hecho que segó la vida de Quiñónez (32 años) y una trayectoria marcada por el éxito deportivo, pero también por problemas personales que lo alejaron de las pistas.

El esmeraldeño llegó a la cima del atletismo mundial en 2012, cuando se midió con los más rápidos del mundo en la final de los Juegos Olímpicos de Londres.

Fue un momento cumbre en su carrera, pero también el inicio de un declive pronunciado, que lo llevó hasta el retiro.

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A su regreso al país, su situación deportiva fue distinta, opuesta a lo que se reflejó en la pista del estadio Olímpico de Londres, donde pese a su séptimo lugar dejó claro al tridente jamaiquino, encabezado por Usain Bolt, que era un corredor a tomar en cuenta.

Quiñónez empezó a ausentarse de entrenamientos, no participó en competencias internacionales durante el siguiente ciclo olímpico, sin llegar a repetir actuación en Río de Janeiro 2016.

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Pasó factura “el peso de la fama”, consideró en su momento Manuel Bravo, presidente de la Federación Ecuatoriana de Atletismo.

En 2015 quedó fuera de las pistas. Se desvinculó de su entrenadora, la cubana Yosvaina Molina, y su entorno en Esmeraldas complicó su preparación. El considerado máximo velocista del Ecuador se dedicó entonces a múltiples actividades, como a la construcción y a la mecánica, para solventar gastos familiares, pero apoyado por sus compañeras de equipo Ángela Tenorio y Marisol Landázuri regresó a la actividad “con una mentalidad diferente”.

En 2017, y tras una marcada ausencia, Quiñónez volvió a las pistas y al equipo nacional de velocidad. “Esperemos que todo salga bien, estoy empezando desde cero, luchando”, dijo Quiñónez a EL UNIVERSO en el torneo clasificatorio para Juegos Bolivarianos en Santa Marta, Colombia, en los que el ecuatoriano volvió a subir al podio y colgarse medalla de oro en 100 metros. Presea y nuevo récord bolivariano.

Como en sus inicios, su regreso fue meteórico, a tal punto que se volvió a codear con los mejores. En 2019 fue medallista de oro en Panamericanos, corrió la Diamond League y alcanzó la marca para los Juegos Olímpicos de Tokio, a los que finalmente no asistió.

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En octubre de ese año el esmeraldeño paró el cronómetro en 19,98 segundos durante la final de 200 metros planos del Mundial de Atletismo, en Doha. Fue el tercer mejor registro para quedarse con la medalla de bronce, un logro destacado por el deportista, que daba otra cara a una historia entre indisciplina y desavenencias con entrenadores.

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Hace dos años no quería regresar y es por mis compañeras que estoy acá. Me lo propuse y estoy en el podio con una medalla de bronce”, comentó el deportista luego del logro conseguido.

La temporada del 2019 fue calificada por Quiñónez como “el mejor año deportivo”, sellada con un fichaje para el FC Barcelona (España), ya con 30 años.

Tras la para de la pandemia del COVID-19 fue a Portugal para seguir sus entrenamientos, el inicio de lo que sería la última etapa de su carrera, residencia que sin ser registrada por su “representante autorizado”, Alberto Suárez, originó la sanción que lo dejó fuera de la cita olímpica de Tokio.

En junio y septiembre del 2020, el deportista no pudo ser localizado por la AIU para controles de dopaje. El caso se repitió en mayo del 2021, con un registro de Florida (Estados Unidos) en el sistema Adams como lugar de entrenamiento, cuando el deportista permanecía en Portugal, “un trágico error”, según reconoció Suárez, aunque según la reglamentación “cada atleta sigue siendo el último responsable en todo momento de realizar presentaciones de paradero precisas y completas, ya sea que realicen cada presentación personalmente o deleguen la tarea a un tercero”.

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La suspensión impuesta por el tribunal disciplinario de la AIU se extendía hasta el 24 de junio de 2022, y aunque el deportista presentó la apelación correspondiente y viajó a Tokio con la “ilusión” de competir, no pudo regresar a las pistas, sería esto su despedida.

Quiñónez fue considerado uno de los más veloces del mundo en la modalidad de 200 metros, y aunque ansiaba su regreso a unos Juegos Olímpicos, “solo Dios sabe lo que va a pasar”, sentenció en su última publicación en redes sociales, en julio.

Su deceso conmociona al mundo del atletismo y a la sociedad ecuatoriana, golpeada por un incremento de hechos violentos en el país, con una cifra que supera las 1.900 muertes en lo que va del año, con Guayaquil como la ciudad más afectada. (D)