“¿Puede algo tan aparentemente tranquilo como el ajedrez llegar a cotas de rivalidad y tensión planetarias?”, se preguntaba la semana anterior el periódico Mundo Deportivo, de Barcelona. Y la respuesta la daba el mismo rotativo en el párrafo siguiente: “A la vista de lo ocurrido entre Bobby Fischer y Boris Spassky, sí. El 11 de julio de 1972, hace ahora 50 años, comenzó una partida por el título mundial en Reykjavik convertida en la extensión deportiva de la Guerra Fría que sostenían Estados Unidos, el país de Fischer, y la Unión Soviética, la patria de Spassky”.

Para David Edmonds y John Eidinow, periodistas británicos de investigación, autores de un formidable libro sobre aquella contienda, “el campeonato de 1972 perdurará de manera incontrovertible como el duelo de ajedrez más famoso de la historia. Nunca habrá otro igual”.

Aseguran los dos miembros de la cadena BBC que aunque al tablero fueron trasladadas la hostilidad mutua entre estadounidenses y soviéticos, la tensión de la Guerra Fría, y la disputa de dos sistemas políticos por la hegemonía mundial, el llamado Duelo del Siglo, realizado en Islandia, fue un acontecimiento mediático de impacto universal por un motivo mayor a los mencionados. Y esa razón tenía nombre y apellido.

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“En gran medida, la fama del evento se debió a la presencia de Bobby Fischer, un genio volátil, fascinante, sorprendente, atractivo y repelente al mismo tiempo. En 1972, solo tenía 29 años, pero ya llevaba una década en la cumbre del ajedrez internacional, y era objeto de una creciente admiración pública desde su adolescencia (...) Fischer convirtió Reykjavik en un campo de batalla, y el match fue la última batalla ajedrecística real que libró”. Su reinado fugaz como campeón del mundo finalizó en 1975, cuando se negó a defender su corona ante el retador soviético Anatoly Karpov.

Otro Angulo de la partida de 1960. El ecuatoriano César Muñoz (i), concentrado. Bobby Fischer estudiándolo. Foto: Tomada de https://xadrezmemoria.blogspot.com/

Tricolor, ante ‘fuerza alienígena’

A ese “genio excéntrico, el alma más turbadora y carismática que ha tenido el ajedrez”, como definió a Fischer el periodista catalán Jan Justribó, lo derrotó un ecuatoriano en 1960: César Muñoz Vicuña. Al norteamericano se le atribuyó un altísimo coeficiente intelectual, superior al del alemán Albert Einstein, ganador del premio Nobel de Física en 1921 y célebre por haber formulado en 1905 la teoría de la relatividad. Pero aquella ventaja no bastó. El cañarejo puso en jaque al ya entonces considerado niño prodigio y único con aptitudes para llevar al deporte ciencia a la altura de la perfección.

Tampoco pudo valerse Fischer, frente a Muñoz Vicuña, de su “memoria portentosa”, esa que lo hacía “capaz de recordar los movimientos de infinidad de partidas. Todo ello, unido a una exquisita precisión estratégica, lo convertían en un ajedrecista temible”, virtudes enaltecidas por Alfonso González Quesada, del diario La Vanguardia, de Barcelona.

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En el recomendable libro Bobby Fischer se fue a la guerra, publicado en el 2006 por editorial Debate, David Edmonds y John Eidinow describen “como el fenómeno más interesante” al extraño poder que tenía el ajedrecista nacido en Chicago, en 1943, para “destruir la moral de sus contrincantes. Les hacía sentir que estaban en las garras de una fuerza alienígena hostil para cuyos poderes no existía respuesta terrestre”.

Información de EL UNIVERSO sobre la victoria de César Muñoz Vicuña en la Olimpiada Mundial de Leipzig, en 1960. Foto: Archivo

Si alguien fue inmune a lo que Robert Byrne, Gran Maestro estadounidense, llamó ‘Miedo a Fischer’, efecto con el que supuestamente su legendario compatriota “hipnotizaba” a sus adversarios hasta “minar su poderes intelectuales”, ese fue Muñoz Vicuña. Así protagonizó una gesta inolvidable.

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‘Campanzo mayúsculo’

La victoria de Muñoz sobre Fischer, en la segunda ronda de la XIV Olimpiada Mundial de Leipzig (Alemania Oriental, en esa época) fue la “más grande que pudiera alcanzar el ajedrez ecuatoriano”, sentenció el 19 de octubre de 1960 EL UNIVERSO en una reseña emocionada aparecida 24 horas después de la memorable actuación del tricolor ante “el máximo exponente del poderoso equipo de los Estados Unidos”.

El estruendo del “campanazo mayúsculo” que dio Muñoz Vicuña “será transmitido cablegráficamente a los confines del mundo, llevará el nombre de Ecuador como en otra hora lo hicieran Los Cuatro Mosqueteros (campeones sudamericanos de natación en Lima 1938) o Pancho Segura, en tenis (tricampeón mundial)”, prosiguió la nota de este Diario respecto a uno de los hechos más brillantes en la historia deportiva nacional.

Cuando fue sometido por el ecuatoriano el extraordinario norteamericano de 17 años ya era tan popular como polémico. “A los 15 años, y después de ganar todo lo que era posible en su país, Fischer fue el ajedrecista más joven en obtener el título de Gran Maestro Internacional (15 años y seis meses)”, contó La Vanguardia, días atrás.

Leontxo García, periodista especializado en ajedrez del periódico El País, narró esto en su nota ‘Cuando nació el mito de Bobby Fischer’, del 2018,: “El titular de una crónica de Douglas Sefton en el Daily News del 9 de enero de 1958 era: ‘A los 14, convierte en peones a los 13 mejores jugadores de Estados Unidos’. ‘El ajedrecista del siglo’ y ‘su próxima jugada será el título mundial’, eran otras descripciones dedicadas al portento. Ganar el Campeonato absoluto de EE.UU. a los 14 años fue la primera hazaña de un genio cuya vida y muerte (2008) son de película”.

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‘¿Dónde queda Ecuador?’

Por esos pasmosos antecedentes del estadounidense, cuando el triunfo del ecuatoriano era inminente, en Alemania Oriental el juego entre ambos generó “angustia y expectación hasta que Fischer se levantó abandonando la partida porque estaba perdida”, contó en 1960 desde Leipzig, en charla telefónica con EL UNIVERSO, Paul Klein, árbitro internacional y asesor técnico tricolor en la Olimpiada Mundial.

Klein, testigo privilegiado de la epopeya, añadió: “Fue una sensación indescriptible. La noticia se propagó por los dos pisos del edificio y el público se volcó sobre el tablero de Muñoz, quien tenía una defensa sólida, para analizar su juego. Críticos y reporteros se abalanzaron sobre él. Algunos preguntaban ¿dónde queda Ecuador?, ¿cuántos ajedrecistas tienen?, ¿quién les enseñó a jugar? El nombre de Ecuador fue tema toda la noche”,

La agencia de noticias UPI (United Press International) divulgó así al planeta la faena consagratoria del ingeniero civil tricolor: “La inesperada derrota del Gran Maestro Internacional Robert (Bobby) Fischer ante el ecuatoriano César Muñoz Vicuña fue la nota destacada de la segunda jornada del torneo Olímpico de ajedrez, disputada en Leipzig”. EL UNIVERSO complementó: “El cable no da mayores detalles, pero destaca en primer término la victoria de César Muñoz, y eso basta. Por lo pronto ya tenemos un MAESTRO. En el gran país del norte debe haber caído como una bomba la noticia, especialmente en los círculos intelectuales”.

César Muñoz en su época de dirigente. Presidió la Federación Deportiva del Guayas y Fedenador. Foto: Archivo

‘¡Munõz lo mató!’

El ajedrecista portugués Arlindo Rodrigues Vieira, en su blog llamado Recuerdos de Ajedrez, le dedicó en el 2009 un extenso artículo a la proeza de Muñoz Vicuña. Menciona que “en la gran sala de torneos alguien repetía en alemán, más alto de lo permitido: ‘¡Fischer hat aufgegeben!’, que fue felizmente traducido al español: ‘¡Fischer se dio por vencido!’. También gritaban: ‘¡Perdió Fischer, Munõz lo mató!’. Mientras, alguien incrédulo preguntaba: ‘¿Estás bromeando conmigo? ¿Quién es ese tal Muñoz?’”.

Argega Rodrigues Vieira: “Partida intensa y dramática, en el relato de quienes la presenciaron. Fischer estaba pálido mientras firmaba el acta y Muñoz radiante. Allí quedó el termo con jugo de naranja que acompañaba a Fischer en este momento, prueba de un rápido y contundente abandono del Gran Maestro estadounidense”.

El golpazo del ecuatoriano sobre el coloso del ajedrez se calibra en su auténtica magnitud al conocer lo que experimentó Boris Spasski, mentalmente agotado tras de combatir contra Fischer en el Duelo del Siglo de 1972: “Cuando juegas con Bobby, no es cuestión de ganar o perder. Es cuestión de sobrevivir”.

El fantástico logro de Muñoz Vicuña, para que las nuevas generaciones lo midan en toda su incuestionable valía, puede ser comparado hoy con una hipotética victoria de un nadador ecuatoriano sobre Michael Phelps, la de un atleta tricolor contra Usain Bolt, y de la un tenista de este país ante Rafael Nadal, Novak Djokovic, o Roger Federer.

Tres décadas después de la sonada presentación del tricolor en Alemania Oriental en una nota titulada ‘La partida de ajedrez con que Muñoz enmudeció a Fischer’, el 21 de octubre de 1991 este Diario recordó más detalles del momento de máximo apogeo del deporte ciencia de Ecuador.

El profesor Miguel Iñiguez Viteri, periodista y también ajedrecista, escribió: “Era conocido que Fischer, con solo 17 años, ya ostentaba el título de campeón de Estados Unidos ganado en varias ocasiones, era Gran Maestro desde los 14 y probablemente era el mejor ajedrecista de Occidente. Era una futura gran amenaza para los rusos. Su nombre hacía temblar a muchos de los jugadores que sabían que lo medirían. Pero César Muñoz Vicuña, deportista de mediana estatura, de carácter firme, que con puro talento ganó la representación del primer tablero del Ecuador, no podía temerle, y menos intimidarse frente a Fischer. Aquello equivalía a entregarle un arma para que lo mate”.

La variante Dragón

Refería Iñiguez: “Muñoz arribó a Leipzig por sus propios recursos, gasto que lo dejó sin el pequeño terreno que poseía en la ciudadela Urdesa. ¿Qué importaba? La meta era cumplir el sueño de todo ajedrecista: representar a su país en una Olimpiada, el más importante certamen del orbe después del Campeonato del Mundo. Muñoz se sentó y por primera vez Fischer supo lo que era que lo miraran de frente. El genial Bobby inició con las piezas blancas sus lances, moviendo dos casillas su peón de rey. Muñoz respondió moviendo dos casillas su peón de alfil dama, planteando una defensa siciliana, y posteriormente entró en la variante Dragón”.

Para Fischer “las derrotas solían ir acompañadas de lágrimas” y “significaban un impacto demoledor para su autoestima”, revelaron los periodistas Edmonds y Eidinow. En 1960 el culpable del dolor sufrido por un genio que poseía un coeficiente intelectual mayor al de Einstein fue un ingeniero civil de Ecuador nacido en 1929.

Muñoz Vicuña batió, antes que a Fischer, a dos estrellas cuando compitió en el Campeonato Mundial Estudiantil de 1957, en Reykjavik. Cayeron el danés Bent Larsen (para Clarín, “uno de los ajedrecistas más brillantes y combativos del siglo XX. Con Larsen era a todo o nada: despreciaba las tablas”) y al isladés Fridrik Olafsson, Gran Maestro que llegó a ser presidente de la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE, entre 1978 y 1982) y del Parlamento de su nación.

Ajedrecista de la alta competencia hasta 1969, Muñoz Vicuña incursionó en la dirigencia. Presidió la Federación Deportiva del Guayas, en la última era de gloria de la hoy centenaria organización provincial; y también a la Federación Deportiva Nacional del Ecuador (Fedenador), cuyo complejo lleva su nombre. El verdugo tricolor de Bobby Fischer falleció en el 2000. (D)