Aunque en las últimas horas se han hecho más profundos los acercamientos, a estas alturas el progreso es escaso y no se ha llegado a un acuerdo definitivo entre los dueños de los equipos y el sindicato de beisbolistas, sigue paralizada la actividad en las Grandes Ligas. Todos los propietarios poseen enormes fortunas y la cúpula de los peloteros estelares también tiene contratos multianuales de bastante dinero. Son muchos los aspectos que separan a ambos bandos y lo hasta ahora tratado y aprobado son temas cosméticos y no de fondo.

Los asuntos que de manera pública se conocen son que el gremio de peloteros quiere un salario mínimo a $895.000 y la otra parte ofrece

$680.000. Los jugadores piden acortar a dos años el tiempo de espera para acogerse a la figura de agente libre, eliminar el impuesto al lujo que deben pagar los equipos cuando sobrepasan el tope de valores de sus nóminas por contratación, y repartir las ganancias.

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Como el pacto total no llega ya se decidió atrasar la apertura de los campos de entrenamientos y fue cancelada la primera semana de juegos de pretemporada. Se puso como fecha tope para llegar a un acuerdo el 28 de febrero anterior y el inicio de la preparación se trasladó al 5 marzo próximo (estos dos plazos ya caducaron).

Amanecerá y veremos si llega la armonía. Antes los peloteros jugaban porque amaban el béisbol, pero ahora porque quieren mucho más millones de dólares. En épocas anteriores los beisbolistas estaban desesperados por comenzar las prácticas, pero ahora muchos están muy entretenidos con sus millones. Si fueran juiciosos bien podrían empezar a ejercitarse sin dejar de negociar, al fin y cabo son otras personas las que manejan los debates y discusiones.

De última hora apareció una figura que no creo que pueda cambiar el panorama. Un grupo de aficionados publicó un anuncio de una página completa en un periódico de Milwaukee para pedirle al comisionado de Grandes Ligas, Robert Manfred, que los incluya en las conversaciones laborales. El anuncio dice: “Los fanáticos no necesitan declaraciones unidireccionales sobre la cancelación del deporte que amamos. Si van a negociar colectivamente sobre cómo repartir mejor nuestro dinero, lo que realmente queremos es ser escuchados y respetados. Queremos un asiento en la mesa”.

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Se agrega: “Sin nosotros, las decisiones se tomarán pensando solo en los propietarios multimillonarios y en los beisbolistas multimillonarios; no en los fanáticos cuyo apoyo hace posible toda la empresa. Con nosotros, la MLB tiene la oportunidad de cambiar la conversación y convertir esta disputa laboral en un llamado histórico del grupo que con mayor frecuencia es ignorado. Es hora de que seamos parte de la conversación sobre cómo se debe gastar nuestro dinero y cómo nos tratan en nuestro pasatiempo favorito”.

Tiene mucha razón este grupo de seguidores porque al final del cuento son los que pagan todo el dinero con la compra del boleto para ir al estadio, los que gastan en el parqueo, consumen en los locales de comida de cada escenario, por los souvenirs que compran en las tiendas oficiales de los equipos, por el dinero que pagan para contratar la señal para ver los partidos por televisión y por internet. Pero los clubes no están dispuestos a compartir el poder de sus decisiones porque este es un negocio privado. Ellos son los que invierten y arriesgan sus patrimonios en infraestructura, estadios, salarios y otros rubros.

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Hoy muchos peloteros reciben muy buenos honorarios, se hospedan en hoteles cinco estrellas cuando juegan de visita, y tienen ingresos extras por publicidad. Pero quieren más. Tanto que el jardinero y jonronero dominicano Juan Soto rechazó una extensión de contrato de $350 millones con los Nacionales. Ponen en peligro el béisbol, que ha perdido espacio en Estados Unidos como primer espectáculo deportivo. Es mejor que negocien rápido porque si no se cancelarán juegos y todos perderán miles de dólares por cada día de retraso del inicio de la temporada. (O)