Ambientado en la década de 1830 en una isla ficticia del Caribe, La Sirenita, la nueva cinta live action de Disney, tiene una impronta visual marcada por una paleta de tonos tierra (marrones, dorados y grises) para los entornos naturales y gamas de blanco, azul y dorado para sus construcciones arquitectónicas.

En tierra, la historia de Ariel (Halle Bailey) transcurre en espacios tan diversos como un castillo del siglo XIX, un colorido bazar y un majestuoso barco, todos construidos especialmente para la película en los estudios Pinewood en las afueras de Londres.

Durante su rodaje, la producción liderada por el productor Rob Marshall, se trasladó también a la isla de Cerdeña, frente a las costas de Italia, donde se filmaron las escenas de exteriores durante varias semanas.

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Para La Sirenita se reunieron además muchos de los realizadores principales y jefes de departamento que participaron en la exitosa película de 2002 Chicago, dirigida por Marshall, que ganó seis premios Oscar, entre ellos las estatuillas al mejor diseño de producción y al mejor diseño de vestuario.

“Fue una de las primeras veces que tuve el equipo entero junto desde que filmamos Chicago”, comentó Marshall. Sabía que para esta película necesitaríamos al mejor equipo, así que fue emocionante tenerlos a todos de vuelta”. Sin embargo, no pudieron escapar del retraso causado por la pandemia de COVID-19.

El escenario para un cuento de hadas

El castillo de Eric (Jonah Hauer-King) es de inspiración colonial y tiene un aspecto descolorido, como si hubiera sido erosionado por el clima marítimo. En su interior es luminoso y aireado, con numerosos patios y terrazas, y plantas fuera y dentro de las estancias. Su biblioteca, en tanto, tiene guiños a la gruta de Ariel, con las mismas formas serpenteantes y la presencia de objetos que el príncipe coleccionó en sus viajes.

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Otro de los espacios en los que se desenvuelve Eric es su barco, que cuenta con una tripulación de treinta marineros. “Tuvimos que construir el barco como un set físico y fue una escenografía teatral impresionante, algo que se ve muy raras veces en una película”, cuenta el productor ejecutivo Jeffrey Silver.

El barco se construyó en un set de exteriores de Pinewood en un gigantesco tanque. Hecho en tamaño real, contó con hermosas velas, un casco de madera, cuerdas, mástiles y más elementos diseñados como si fueran del siglo XIX.

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Una pantalla azul, una gigantesca plataforma hidráulica para simular los movimientos en altamar y plataformas para acomodar las cámaras también formaban parte de este impactante set de filmación. Además, el barco estaba rodeado de una serie de máquinas de viento, cañones de agua y tanques con miles de litros de agua que se usaban para arrojar agua por la cubierta durante las escenas de tormenta.

Foto: Disney

Desde el primer día, Marshall enfatizó la importancia del realismo en tierra y la fantasía en el mar.

El director de Memorias de una Geisha quería asegurarse de que todo lo que estaba en tierra estuviera basado en la realidad y se viera lo más realista y auténtico posible para mostrar el contraste entre los dos mundos.

“En nuestra historia hay dos mundos diferentes: el mundo de arriba, que es el mundo real, y el mundo submarino, que es un mundo mágico en el que existen sirenas, los cangrejos cantan y las aves buceadoras, como Scuttle (Awkwafina), hablan”, explica Marshall.

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El mundo submarino es totalmente digital y en el mundo de tierra firme todo es real y construido en la manera en la que se hacen las películas de época. Y debido a que estábamos haciendo también un musical, en muchos sentidos parecía que estábamos haciendo tres películas distintas al mismo tiempo”.