Por Rodolfo Rodríguez Martínez (Psicólogo – Sexólogo) psic.rrodriguezm@gmail.com

Los videos que circulan sobre la excantante/influencer de contenido adulto L. E. han generado una polémica por su contenido de tinte sexual. Las declaraciones emitidas por la protagonista del video definitivamente involucran un marco legal urgente y un llamado de atención al contenido que los adolescentes consumen y admiran en nuestra sociedad. Ya que el propósito cursaba con intención comercial de marca personal para fines sexuales.

Al tratarse de aparentemente menores de edad, que estudian en un plantel educativo, se tipificaría como abuso sexual según el artículo 170 del Código Orgánico Integral Penal (COIP), que señala: La persona que, en contra de la voluntad de otra, ejecute sobre ella o la obligue a ejecutar sobre sí misma u otra persona, un acto de naturaleza sexual, sin que exista penetración o acceso carnal, será sancionada con pena privativa de libertad de tres a cinco años.

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No obstante, este artículo podría estar lejos de ser adoptado por las autoridades competentes. Esto comparado con previos eventos de matiz sexual que se han presentado implicando menores de edad y específicamente en planteles educativos.

Podemos contabilizar una larga lista de casos en la impunidad, incluyendo casos graves de violaciones y pornografía infantil. Razón por la cual este es un llamado a la conciencia ciudadana para reconocer que la educación sexual es de suma importancia para la sobreexposición digital y ahora con la nueva normalidad (pospandemia) a la que están expuestos vuestros niños, niñas y adolescentes.

Erotizar el cuerpo de una mujer, rompiendo el pudor, la exposición pública , el uso de simbolismos de canje (caramelos), canciones navideñas y la propuesta de ser grabados para subirlo a redes sociales es una combinación altamente tóxica e insalubre para adolescentes que carecen aún de madurez para una correcta toma de decisiones en circunstancias adversas o de alta tentación como esta caso.

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Esto genera y deja precedentes muy parecidos a los presentados por la industria pornográfica en sus películas para adultos. Donde la cosificación de la mujer, su facilidad para incursionar en actividades sexuales está a la orden del día y de manera relativamente fácil en la calle. Ahora vemos esto replicado de manera popular en nuestras sociedades latinas, en gran medida con alarmante aumento posconfinamiento y fin de la pandemia aún en curso.

Las consecuencias a corto y mediano plazo de este tipo de contenido es relativamente leve, pero grave a futuro, no obstante deja precedentes culturales que hacen réplica en las demás generaciones. Pese a ya no existir confinamiento, aún persisten muchas mujeres (también hombres) que incurren en plataformas digitales para monetizar sus cuerpos y potenciar su presencia en redes sociales. Y varones que gracias a esta extensión de las llamadas estrellas porno, que antes eran inalcanzables, ahora las tienen en una misma ciudad, zona residencial y hasta circulan o visitan lugares públicos donde cualquiera tiene acceso a ellas con solo un clic.

Esto se vuelve un ambiente donde la extensión de contenido para adultos desdibuja la ética, moral, principios y derechos sexuales que deberían ser defendidos y educados desde casa y nuestras instituciones académicas con ahínco y disciplina.

Sin embargo, estas noticias, como todas las concernientes a temas relacionados quedarán en el olvido con el pasar de los días, y sobre todo con la proximidad de festejos de fin de año. Aún así es válido considerar que se encuentra marcada una tendencia que va en alza y que ahora amenaza de forma frontal y directa a los más indefensos. (O)