Enrique Ferrari, mejor conocido como Kike Ferrari, es considerado uno de los nombres más importantes de la literatura argentina, en especial de la novela policial. Su “fama”, aunque no es partidario de esta palabra, no solo responde al éxito de sus novelas, sino a su historia de vida, que ha estado marcada por la perseverancia y a distancia de los reflectores públicos.

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Ferrari, de 49 años, es limpiador de subterráneos y un escritor de Buenos Aires editado dos veces por Alfaguara, sello bajo el cual lanzó uno de sus últimos libros denominado Todos nosotros. La novela presenta a un grupo de jóvenes que arman un operativo fuera de lo común: viajar por el tiempo para evitar la muerte del revolucionario ruso León Trotsky. Para lo cual toman como opción eliminar a Ramón Mercader, agente del mandato de Stalin. De esta forma, los personajes se trasladan al Coyoacán, México de 1940, lugar y año en el que fue asesinado.

'Todos nosotros', de Kike Ferrari.

En una entrevista con el periódico La Tercera mencionó que aunque es una idea planteada en Volver al futuro y Terminator, su misión era ver qué podía ofrecerle a la historia, descubrir de qué manera abordar la muerte de Trotski. “Llegó con la idea de la máquina del tiempo, que en esta novela fabrica un informático llamado el Gordo Felipe”, mencionó.

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El ganador de la primera mención en el Premio Casa de las Américas, en el 2009, antes publicaba con editoriales más pequeñas e independientes. Sin embargo, llegar a una editorial como Alfaguara le ha permitido dialogar con más lectores, afirmó en entrevista con el medio chileno. “Es claramente un paso hacia adelante. También implica el ingreso de otra cantidad de guita (dinero), porque no vivimos del aire”, expresó el argentino.

La historia de Ferrari tiene algo particular, reparte su tiempo entre su trabajo de limpieza en la estación Pasteur-Amia del subterráneo de Buenos Aires y la escritura. “Es la extrañeza capitalista y burguesa pensar que los trabajadores no tenemos nada que ver con la cultura”, manifestó a modo de queja en el 2013, aludiendo a que estaba harto de que lo llamen “el escritor del subte”.

Pues dice que su vida siempre fue así, y que más bien por voluntad propia ha decidido mantenerse en los márgenes del mundo académico. “Y mucho tiempo estuve lejos del mundillo literario, ahora hago talleres, pero estoy en los márgenes porque todo lo que pasa alrededor del mundo chiquito de la literatura no me interesa tanto”, recoge La Tercera.

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Enrique Ferrari sueña con que Steven Spielberg quiera filmar uno de sus libros.

Dice que su trabajo como limpiador no cesó con la pandemia, él continuó con su rutina laboral en el subterráneo con mucho esfuerzo. “No me la tomé muy en serio, no porque no creyera que la pandemia existía, sino como forma de preservación de mi propia cabeza”.

En una entrevista con El País, en el 2017, confesó que los momentos más felices en su vida -luego de los que vive con su familia- son cuando escribe. “El mejor momento de mi día es cuando me siento a escribir, es cuando me siento más feliz. Una válvula como la que todos tendríamos que tener para no enloquecer”.

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Su novela Que de lejos parecen moscas recibió en el 2012 el galardón a la mejor ópera prima en la Semana Negra de Gijón, España, y le abrió las puertas para que su obra sea editada en Francia, México e Italia, además de Argentina.

Hasta el momento tiene seis novelas publicadas, dos libros de cuentos, ensayos y una decena de antologías. Fue panadero, taxista, electricista, vendedor e inmigrante ilegal en Estados Unidos, adonde fue a probar suerte y volvió deportado tres años después.

Entre sus novelas se encuentran Operación Bukowski (2004), Lo que no fue (2009) y Que de lejos parecen moscas (2019). (I)