La recomendación rigurosa de usar solo la forma en masculino se ha ido suavizando con el tiempo. En la actualidad la elección del género gramatical (masculino o femenino) está supeditada a cuestiones estilísticas o, como se indica en la Nueva gramática de la lengua española (NGLE), «depende a menudo de factores geográficos, pero también de la naturaleza léxica del sustantivo».

No obstante, en la lengua esmerada o culta se prefiere el masculino («el calor»); pero el uso del femenino («la calor») está extendido en algunas zonas de España y de América. Incluso, para muchos hablantes, el femenino tiene «un significado propio de ‘calor extremo’», como se indica en el sitio web de la Real Academia Española, sección Dudas rápidas.

Aunque la forma en masculino («el calor») es la que tiene prestigio, no se inquiete usted si prefiere usar el femenino («la calor»), pues este sustantivo consta con género ambiguo en la NGLE, obra que indica que estos nombres tienen terminación invariable y pueden usarse en masculino o en femenino; pero no designan, por lo general, seres sexuados.

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El género gramatical de este tipo de palabras se introduce por medio de artículos, como en estos ejemplos: el mar y la mar, el maratón y la maratón, el dote y la dote, el linde y la linde, el interrogante y la interrogante, el agravante y la agravante, el armazón y la armazón, el azumbre y la azumbre, el prez y la prez. (F)

FUENTES:

Diccionario de la lengua española (versión en línea), Diccionario panhispánico de dudas (2005), Nueva gramática de la lengua española (2009) y Libro de estilo de la lengua española (2018), de la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española; La esquina del idioma II (2018), de Piedad Villavicencio Bellolio.