Las teorías de conspiración sobre el destino de Adolf Hitler continúan, a casi ocho décadas del fin de la II Guerra Mundial. No es raro encontrarse con historias de que supuestamente la cabeza del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán huyó en un submarino hacia Argentina y se refugió en la zona de Bariloche. Otros relatos indican que tras el fin del conflicto, se aisló en una zona montañosa de Alemania, en los Alpes del sur, cerca de Suiza, o incluso en Chicago (EE. UU.).

La versión oficial dice que el líder nazi se suicidó en un búnker al final de la II Guerra Mundial, para evitar ser atrapado por los aliados. Con un tiro en la sien, Hitler acabó con su vida. Los restos de cianuro quedaron para Eva Braun, su amante.

Antes de su muerte, el dictador y Braun contrajeron matrimonio, oficializando su relación de 16 años. “Yo mismo y mi esposa elegimos la muerte, para evitar la vergüenza de la destitución o la capitulación”, Indicó Hitler en su testamento el 29 de abril. Ambos acabaron con su vida el 30 de abril de 1945.

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Escondido en un búnker

Sus últimos días los pasó escondido en su búnker subterráneo del centro de Berlín, desde mediados de enero, aislado y cada vez con menos aliados y apoyo.

Hitler comenzó su declive cuatro años antes: en diciembre de 1941, cuando Estados Unidos entró en guerra. Tras la incursión estadounidense, vendrían el contrataque del Ejército Rojo, el desembarco de Normandía, el avance de los aliados a través de Francia y la liberación de París.

El 24 de abril de 1945 las tropas soviéticas alcanzan los suburbios de Berlín. El Führer, al ver los vehículos de combate disparando en las calles, comprende que ha llegado su fin.

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Luego de la ejecución de Benito Mussolini, el 28 de abril de 1945, con temor a un final similar, Hitler se refugia en un búnker de la Cancillería. Desde allí dicta sus últimas órdenes y el 30 de abril se despide de la cúpula militar y del partido nazi.

El búnker de Hitler estaba oculto en la sede de la Cancillería alemana.

Varias versiones

Con la ocupación soviética de Berlín, afloraron distintas versiones sobre lo ocurrido. Las historias cambiaban y se contradecían entre sí.

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El 3 de mayo de 1945, el Ejército Rojo informó que Hans Fritzsche, el número dos del ministro nazi de propaganda, Joseph Goebbels, había dicho que que este y Hitler se habían suicidado en el búnker del líder nazi en la sede de la cancillería en Berlín.

Ese mismo día, una emisora de radio en París afirmó haber recibido reportes según los cuales el Führer había sido asesinado la noche del 21 de abril, tras una disputa con sus propios generales sobre la conveniencia de continuar la guerra.

Las versiones se multiplicaban con los días.

La agencia de noticias japonesa Domei informó que había muerto durante un ataque de artillería soviética sobre su residencia.

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Un despacho de la agencia informativa UP citaba a un ex alto funcionario del Ministerio de Exteriores nazi que creía que Hitler había fallecido varios días antes a causa de una hemorragia cerebral y que había sido llevado a la capital alemana para morir como un héroe. “Pueden estar seguros de que el cuerpo de Hitler no será descubierto”, vaticinó.

Los esfuerzos por encontrar el cadáver parecían fracasar.

El 4 de mayo, la prensa soviética indicó que el Ejército Rojo no había logrado entrar en la sede de la Cancillería alemana -donde estaban las oficinas de Hitler- pues se encontraba en llamas y sus estructuras estaban al borde del colapso.

Dos días más tarde, los soviéticos afirmaron que habían hallado gran cantidad de cadáveres en la Cancillería, pero ninguno coincidía con Hitler ni con Goebbels. “Entre los rusos persiste la creencia de que la información sobre sus muertes es otro truco nazi y que Hitler y sus allegados están vivos y ocultos”, señalaba desde Moscú la agencia AP.

El 8 de mayo, un general ruso anunció el hallazgo en las ruinas de Berlín de un cuerpo abaleado que fue identificado como Hitler por miembros de su propio servicio doméstico, aunque un chofer aseguraba que era el cadáver de uno de los cocineros que también servía como “doble” del Führer.

Dos semanas más tarde, la inteligencia soviética reveló que de acuerdo con el personal que atendía a Hitler, este había recibido la eutanasia el 1 de mayo a manos de un médico de nombre Morel debido a que se hallaba medio paralizado y sufría mucho dolor.

Los cuerpos de Hitler y de Eva Braun fueron enterrados y parcialmente quemados en una zanja abierta por una bomba en el jardín de la Cancillería alemana.

Supuesta huida

En junio de 1945, las autoridades soviéticas informaron que los restos de Hitler no habían sido encontrados y que, probablemente, él aún estaba con vida.

Ese mismo verano, empezaron a circular informaciones según las cuales el líder nazi había sido visto en diferentes lugares y muy distantes entre sí.

“Se informó que Hitler estaba viviendo como ermitaño en una cueva cerca del lago Garda, en el norte de Italia. Otro reporte decía que ahora era pastor en los Alpes suizos. Una tercera versión apuntaba que era croupier en un casino en Evian (Francia). Fue visto en Grenoble, en St. Gallen (Suiza) e incluso frente a las costas de Irlanda”, escribieron los historiadores Ada Petrova y Peter Watson en el libro “La muerte de Hitler”.

Las autoridades estadounidenses interceptaron, en julio de 1945, una carta en la que se aseguraba que Hitler vivía en una hacienda en Argentina, ubicada a unos 700 kilómetros de Buenos Aires. El caso llegó hasta las manos del jefe del FBI, Edgar J. Hoover, quien terminó por desestimarlo.

Una década más tarde, un informe del jefe de la oficina de la CIA en Venezuela daba cuenta de que una fuente de la agencia había sido contactada por un exsoldado de las SS que decía haberse encontrado con Hitler un mes antes en Colombia. El documento aclaraba que esa oficina no estaba en condiciones de verificar la veracidad de la información y adjuntaba una foto del ex SS junto al supuesto Führer.

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Adolf Hitler comenzó su declive en diciembre de 1941, cuando Estados Unidos entró en guerra.

Toma de la Cancillería

Tras el éxito de su ofensiva sobre Berlín en abril de 1945, las fuerzas soviéticas se hicieron con el control del refugio que el Führer tenía en la sede de la Cancillería alemana.

El 2 de mayo, miembros del cuerpo de contrainteligencia soviética -conocido como Smersh- sellaron el jardín de la Cancillería y el búnker donde el líder nazi se había instalado desde enero cuando el Ejército Rojo avanzaba sobre Polonia rumbo a Alemania.

La operación de búsqueda del cadáver fue ejecutada bajo el más absoluto secreto al punto de que, según el historiador Anthony Beevor, incluso al mariscal Georgy Zhúkov, comandante de las fuerzas soviéticas que ejecutaron el asalto sobre Berlín, le fue negado el acceso con el argumento de que “el lugar no era seguro”.

Al mismo tiempo, iniciaron los interrogatorios a todo el personal que lograron identificar. De acuerdo con Beevor, el proceso era seguido con mucha atención e interés desde Moscú.

(Josef) Stalin estaba tan desesperado por recibir noticias que un general del NKVD, predecesor de la KGB, fue enviado a supervisar los interrogatorios. Él recibió una línea telefónica segura con un codificador para que pudiera informar a Moscú después de cada entrevista”, contó Beevor en un artículo publicado en The New York Times.

El 5 de mayo, los agentes del Smersh hallaron el cadáver de Hitler y de su pareja, Eva Braun, enterrados en un hueco abierto por una bomba en el jardín de la Cancillería.

Los cuerpos habían sido rociados con gasolina y estaban parcialmente quemados. El de Hitler era difícil de reconocer, por lo que una vez en la morgue le removieron la mandíbula para intentar identificarlo a partir de la dentadura. Esto pudo hacerse pocos días después, cuando los soviéticos ubicaron a Käthe Heusermann, asistente del dentista del Führer, quien les facilitó su historial médico y los datos requeridos con los que confirmaron que, en efecto, se trataba de él.

Posteriormente, un estudio de odontología forense realizado por los doctores Reidar F. Sognnaes, de la Escuela de Odontología de UCLA (California), y Ferdinand Ström, de la Universidad de Oslo, ratificó en 1973 que el cadáver recuperado era, en efecto, el de Adolf Hitler.

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Intriga soviética

Los soviéticos habían confirmado desde el principio la muerte del líder nazi, pero siguieron alimentando durante años la idea de que estaba vivo.

La estrategia de Stalin, evidentemente, era asociar a Occidente con el nazismo y hacer ver que los británicos o los estadounidenses debían estar ocultándolo”, escribió Beevor en su libro “Berlín, la caída 1945″.

Luke Daly-Groves, historiador en la Universidad de Leeds, considera que era una jugada política del dirigente comunista.

“Él sabía que los soviéticos habían hallado los restos del Führer cuando decía que Hitler podía haber escapado a España o a Argentina. Pero diciendo esto ayudaba a debilitar a sus oponentes políticos y fortalecía su posición en las disputas territoriales”, escribió Daly-Groves en la revista NewStatesman.

Josef Stalin, dictador soviético.

Al final de cuentas, la derrota del nazismo abrió las puertas al inicio de la Guerra Fría.

Moscú contaba con una gran ventaja para defender su versión: tomaron y controlaron Berlín de forma exclusiva de mayo a comienzos de julio de 1945, cuando se establecieron las zonas de ocupación.

Además, detuvieron y mantuvieron cautivos por años a varios de los sobrevivientes del búnker, incluyendo al ayudante de cámara de Hitler, Heinz Linge; a su asistente de campo, Otto Günsch, y a su piloto, Hans Baur.

En su empeño por ocultar la verdad, detuvieron en secreto a Käthe Heusermann, la asistenta dental que les ayudó a identificar el cadáver. Tras seis años en aislamiento, la condenaron por haber participado voluntariamente en el tratamiento odontológico del Führer.

Los restos de Hitler permanecieron al cuidado de la unidad Smersh que los encontró. Cada vez que esta se trasladaba, los llevaba consigo.

Así, estuvo enterrado en un bosque a las afueras de Berlín, luego en la localidad de Rathenow (en el estado de Brandemburgo) y finalmente en una base que los soviéticos instalaron en 1946 en Magdeburgo, en el centro-este de Alemania.

No fue sino hasta 1968 cuando en un libro escrito por Lev Bezymenski, un periodista y agente de inteligencia soviético que participó en el asalto final a Berlín, se dieron a conocer públicamente detalles de los archivos que Moscú tenía sobre Hitler, así como de su autopsia.

Unas tres décadas más tarde, en 2009, el entonces jefe de Archivo de la policía secreta FSB (sucesora de la KGB), Vasily Khristoforov, informó que los restos de Hitler fueron incinerados en 1970 y las cenizas lanzadas al río Biederitz.

La medida fue recomendada por el entonces jefe de la KGB, Yuri Andropov, después de que la Unión Soviética acordó traspasar a Alemania oriental el control de la base en Magdeburgo. (I)