Se define como una persona creativa. Prefiere no encasillarse en una profesión o faceta. Sin embargo, por su trabajo en redes sociales, podemos denominarla artista. La guayaquileña Camila Romero es abogada. Antes de siquiera imaginar que estudiaría dicha carrera, convirtió la pintura en su vehículo de desconexión y expresión, una afición que comparte con su padre, Emilio Romero.

“Mi vida creativa se inició desde que comencé a pintar, cuando tenía unos 5 años, creo; y como mi papá pinta, entonces, él como que empujó el lado creativo en mí y mis hermanos. Después, en el colegio, cuando tenía unos 15 o 16 años, retomé la pintura. Después comencé a tomar fotos, probé diferentes cosas en el ámbito artístico, y de ahí todo se disparó. Después empezó el amor por el maquillaje, después por el maquillaje de efectos especiales y ahora estoy tatuando”, cuenta.

Camila es autodidacta, no ha realizado cursos y sus conocimientos los ha ido perfeccionando con videos e iniciativa propia.

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“Yo estoy 100 % segura de que mi amor al maquillaje empezó porque no me dejaban maquillarme cuando era adolescente. Mi mamá murió cuando tenía seis años. Mi papá se volvió a casar cuando yo tenía 13. Y yo tenía una madrastra a la que no le gustaba el maquillaje, que le gustaba todo más natural, y yo crecí como en ese entorno en que era un tabú maquillarse. Entonces, crecí con esa idea de quererme maquillar, y no me dejaban. Mi papá se divorció como a mis 18 años, y ahí fue cuando comencé a experimentar con el maquillaje. Aprendí en YouTube, nunca tomé ninguna clase; empecé con el de belleza, pero después quise explorar con otras propuestas y, como siempre me ha gustado el horror y cosas de miedo, experimenté más en ese ámbito. Ahí también fue a punta de YouTube, y mientras veía televisión practicaba y fui perfeccionando”, relata la artista de 27 años.

Romero asegura que para ella fue difícil encontrar a un profesional que le enseñara sobre maquillaje de efectos especiales, porque la cultura del cine recién se está moviendo en estos últimos años en este rubro. “Siento que el maquillaje de efectos especiales es bastante nuevo, porque si no hay demanda para una película de miedo, no tengo demanda para un maquillador así. Fue difícil encontrarlo, y siento que hoy hay un par de personas que dan y hacen cursos, pero me quedo con lo que aprendí sola”, dice.

Cada uno de los personajes que recrea con su propuesta de maquillaje puede tomar entre tres y cuatro horas dependiendo, el más sencillo, de la complejidad de composición. “Hay unos que me pueden tomar diez horas. Tomo mis pausas, pido comida, a veces mi novio viene a acompañarme. Un día que sé que voy a filmar, me dedico solo a eso. El año pasado, íbamos a filmar la introducción al video de El Exorcista y fuimos a comer al Mc Donald´s, y estábamos en la fila del Automac y un señor se asustó tanto y todos los amigos se reían. Yo estaba vestida y maquillada con el vómito y todo”, recuerda sobre parte de su trabajo en estos cuatro años.

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Si bien Camila ya no realiza maquillaje en otras personas, porque este toma más de cuatro horas, en su canal en YouTube y en sus cuentas de Instagram y TikTok tiene tutoriales de cómo hacer cada uno de ellos.

En su cuenta de Instagram (@camilaromerof) sube varias fotos y videos de los personajes que ha recreado con maquillaje. Hasta el momento: The Joker, El Exorcista, la Dama Tapada, Bellatrix de Harry Potter, Harley Quinn, Cruella, Black Swan, entre otros.

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Se convirtió en abogada, una profesión que la mayoría de su familia ejerce. “Es algo 100 % personal. Siento que soy una persona más creativa que ser solo abogada. Me gustan mucho los derechos humanos, la criminología. Siento que va de la mano con mi amor por el terror y el derecho internacional; son los ámbitos del derecho que más me gustaron”, acota.

Camila tiene un alter ego. Camala es su seudónimo de tatuadora y recientemente tiene previsto inaugurar su propio estudio privado de tatuajes. Una de sus amigas, Estefanía Antúnez, quien también es tatuadora, fue su inspiración para empezar a especializarse en esta rama y comenzar a adquirir sus equipos para dedicarse a ello. (I)