Los mensajes que los niños pueden dar son igual de importantes que los de un adulto, y aunque Oliver Twist, El principito y Platero y yo son obras hechas por personas grandes, de alguna manera reflejan lo que fue ser niño de distintas maneras. Sufrimiento, decepciones y tristezas también son parte de la vida de los menores en varias ocasiones, sin embargo, la capacidad que tiene su corazón de regenerarse es lo que los diferencia y muestra su profunda nobleza que viene de naturaleza.

La historia de ficción Oliver Twist, escrita por Charles Dickens, tiene un final feliz, pero para llegar a ello pasa por una travesía en la que debe enfrentarse a desafíos y al terrible maltrato infantil. Su madre murió cuando él nació: ella estaba en un deteriorado estado de salud y el sobresfuerzo del parto la venció. De allí la orfandad de Oliver, quien es criado en un orfanato y se enfrenta diariamente al hambre y a abusos. La historia relata su vida desde el nacimiento hasta los 14 años, cuando es terminada siendo adoptado por el señor Brownlow, a quien Oliver intentó robarle. A los 12 años se vio obligado a escapar y, por su condición, la mejor opción fue unirse a una banda niños que se dedicaban al robo. Aquellas acciones no definen o nublan el buen carácter, intenciones y deseos que tiene Oliver de ser amado y encontrar estabilidad, pues siempre piensa en su madre y lo tierna que debió de haber sido.

Una historia que retrata lo cruda que puede ser la vida con los niños, pero con la esperanza de que al final, a pesar de la escasez y el sufrimiento que muchos pequeños puedan atravesar, hay adultos que están dispuestos a ayudarlos, siendo una luz en el negro panorama de los niños que han perdido a sus padres. También muestra la determinación, la fuerza de espíritu del ser humano desde la edad temprana, ligado a un instinto de superviviencia que sobrepasa las vicisitudes.

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La atención que ponen los niños (y todos los humanos) a los detalles para generar emociones alrededor de las cosas se plasma de manera precisa en Platero y yo. Escrito por Juan Ramón Jiménez y publicado en 1914, el poema tiene de protagonista a Platero, un tierno y querido burrito cuya vida es relatada por un narrador que en algún momento de la obra se identifica como un joven vestido de luto.

Cuenta cómo pasaban la vida juntos, los altos y bajos; si el animal estaba herido, él lo cuidaba y curaba. Se arrecostaban para observar la vida pasar en varias ocasiones. También presenciaban situaciones incómodas, como cuando vieron a un policía matar a un perro con sarna. Eran compañeros, de esos fieles que tienen un relación de amistad genuina. Con Platero al lado, el narrador muestra su ingenuidad, esa que provoca el éxtasis del amor en cualquiera de sus formas. Pero también hay dolor y sufrimiento. El burro Platero muere, y el joven aterriza en una base de dolor y soledad: anteriormente él y su burro iban solos por el mundo, luego de su muerte solo le queda él mismo.

Realmente, Platero y yo se disfraza de un texto infantil por el carácter de complicidad y amistad entre el animal y su dueño, así como por su crecimiento y descubrimiento del mundo juntos; sin embargo, a profundidad, las temáticas son densas, aunque muy bien manejadas por la recursividad expresiva del lenguaje por parte de Juan Ramón Jiménez.

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Por último, El principito entra en esa gama de clásicos para niños de los que los adultos pueden seguir aprendiendo. El principito es el protagonista de este libro que cuenta cómo viaja de planeta en planeta descubriendo enseñanzas distintas en cada lugar que visita. Una tremenda sabiduría se desprende con sutileza del texto creado por Antoine de Saint-Exupéry y publicado en 1943, que también cuenta con ilustraciones hechas por el mismo autor.

El cuento poético hace una crítica al mundo de la adultez y desde su publicación hasta la actualidad se ha convertido en fuente de inspiración y un referente filosófico. Del texto sobresalen famosas frases, como “no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos”. Esta línea se la enseña un zorro al principito, el mismo que le enseña sobre el valor de las relaciones entre humanos en su visita a uno de los seis planetas en los que se desarrolla toda la historia.

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Otro de los símbolos más representativos de El principito es la ilustración de una boa que se ha comido a un elefante. El protagonista conoce a un aviador en el planeta Tierra (en el cuento está deshabitado y es un desierto). El aviador, que se encuentra varado porque el motor de su nave se averió, le muestra un dibujo que hizo cuando pequeño. Recuerda que cuando se lo mostró a los adultos todos pensaban que era un sombrero y le aconsejaron que no se dedicara a ello. Conversando con el principito, el aviador confiesa haber quedado sorprendido por la falta de proximidad de los adultos con la creatividad. Pronto se convierten en amigos, pero la vida los separa con la muerte del principito, que es comido por una serpiente amarilla, algo que el principito ya sabía que ocurriría, y por eso le dice a su amigo que solo tiene que mirar a las estrellas y recordar su encantadora risa, y así parecerá que todas las estrellas ríen con él. También que parecerá que habrá muerto, pero es solo porque su cuerpo es muy pesado para llevárselo con él (con su alma).

Tres textos de mensajes profundos, con una cara para niños y la otra de reflexiones profundas para los adultos que alguna vez fueron infantes. (E)