En cada rencuentro con la palabra escrita y la ilustración, María Fernanda Heredia, de 52 años, escucha a su niña interior para crear historias emotivas, sensibles y cargadas de mucho humor y amor. Aunque al inicio de su carrera no se lo planteó, ahora es una de las principales referentes de la literatura infantil y juvenil del país. Suyos son los textos El club limonada, Yo nunca digo adiós, Patas arriba, Se busca Papá Noel, Se busca príncipe azul, entre otros.

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En una cálida conversación con este Diario, comparte su experiencia con esa pequeña María Fernada a la que recurre constantemente. “Yo creo que esa niña o ese niño que tenemos todos dentro está siempre ahí palpitando, está siempre activo, está siempre susurrándonos algo al oído. Lo que pasa es que vamos creciendo y, de alguna manera, la vida, el ritmo, las cosas que nos vamos imponiendo los adultos van acallando esa voz”, opina.

“Creo que intento llevarme muy bien con esa niña a la que sigo escuchando, creo que sigo alimentando esos ideales, creo que sigo creyendo que el mundo puede ser más bonito, más justo, más humano”, añade en un Zoom desde Madrid, España.

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Portada del libro 'Los días raros' de María Fernanda Heredia y Roger Ycaza.

Cuenta además que esa niña ha sido el refugio en aquellos momentos grises que ha sobrellevado. “Cuando viene la tormenta a la vida, yo salgo corriendo y me refugio en la memoria de la niña que fui. El haberme sentido una niña profundamente amada me brindó un refugio para toda la vida”, sostiene.

Al igual que lo ha sido la escritura. “No ha habido momento en mi vida -momento difícil sobretodo-, no ha habido pregunta complicada, pregunta existencial que la literatura no me haya ayudado a responder”.

Para la quiteña, los niños poseen una condición de ternura e ingenuidad, pero también son portadores de ideales. “Son ellos los que sueñan que pueden transformar al mundo; son ellos los que esperan que este mundo, al que a veces perciben como un mundo lleno de conflictos y de problemas, pueda cambiar y pueda ser mejor...”, acota.

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Puede que sus textos estén dirigidos al lector infantil y juvenil, pero enfatiza que, como obrera de la palabra, su base es la literatura. “Escribir literatura infantil es escribir literatura. Que mis obras lleguen a los niños es una cosa que me hace sentir feliz; soy una afortunada. Pero soy una escritora, y la literatura es a quien primero me debo enfrentar”, dice.

“Me entusiasma trabajar todos los días en una historia que se pueda leer a lo largo de la vida, más allá de la edad”, añade.

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Es por eso que sus historias también incluyen temáticas de reflexión social, como el acoso, la violencia, el abuso sexual, la muerte, el abandono y otras. “No por ser literatura infantil debe dejar de abordar temas de la vida que son a veces espinosos, complicados, dolorosos, pero necesarios”, señala.

“Al abordar estos temas, mi intención es que ese lector o esa lectora al menos se sienta acompañado, al menos sienta que en este tránsito doloroso hay una voz, o muchas voces que le están diciendo: ‘No estás solo, no estás sola’. La literatura de pronto se abre y termina configurando para el lector un escenario donde puede sentir que hay una puerta que lo libera”, agrega.

El abordaje hacia este tipo de temas lo ha realizado desde el inicio. En su primera historia denominada Gracias, explora la relación abuelo/nieto. “Se lo dediqué a mi abuelo cuando fui consciente de que la vida estaba a punto de arrebatarme a ese abuelo y no quería que él se marchara sin que yo le diera las gracias por todo, porque mi abuelo pobló mi vida, mi infancia de los recuerdos más bellos”, revela.

“Cuando me enojé con la vida, porque la vida me arrebataba a mi abuelo, en la literatura encontré mi manera de despedirme, mi manera de decir gracias, mi manera de decirle “ya nos volveremos a ver abuelo””, agrega.

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Claves para hablarle a un niño desde la literatura

La escritora María Fernanda Heredia (i) en una foto de archivo con los estudiantes de tercero a octavo de básica del Liceo Los Andes.

La escritora confiesa que no fue una niña lectora, pues en sus casa no había libro y consideraba a la lectuta como algo aburrido. “Yo empecé a leer gracias a que enfermé de hepatitis y me quedé encerrada en el cuarto durante un mes y me regalaron un libro, allí arrancó todo. Ese libro me abrió la cabeza, yo sentía que me olvidaba de todo, de mi timídez, de mi soledad, del acoso”

Es por eso, que considera que lo más importante para llegar a un lector joven es hablar en su mismo lenguaje. “Es decir, que la palabra sea un instrumento para que ellos, al adentrarse a la historia, sientan que pueden avanzar, que pueden fluir sin tropiezos. Eso no quiere decir ‘escribir en fácil’; a veces, escribir utilizando las palabras más sencillas es enormemente complejo”, afirma.

Además, como es propio de su estilo, el humor no debe faltar. “Yo creo que el humor es una de las formas más bellas del amor y de la inteligencia. Saber contarnos las cosas, y que entremedio surja una sonrisa, es una bella forma de entendernos y entender la vida”, piensa.

Y, por supuesto, que esa historia entregue personajes inolvidables y entrañables. “Personajes muy bien creados, delimitados para que el lector sienta que los conoce”.

Actualmente…

María Fernanda Heredia, escritora quiteña.

En la actualidad, la escritora ecuatoriana está residiendo en Madrid, desde donde trabaja en unos libros para Estados Unidos. Hace unos meses publicó su nuevo libro, titulado Cuando volvamos a ver el mar. “Es uno de los libros de los que más orgullosa me siento”, confiesa.

Cuenta que se trata de una experiencia personal con la pandemia convertida en cuento. “Todo lo que en mi vida afloró a partir de la pandemia: mis reflexiones, mis temores, mis risas, mis ilusiones, mis ansiedades”, dice.

“Yo estaba viviendo en Perú en el confinamiento y no sabía cuándo podría volver a ver a mi familia. Durante casi un año no vi a mi familia en Ecuador, y estaba superagobiada”, narra.

La obra está circulando en toda Latinoamérica, menos en Ecuador, debido a una realidad que afrontan las editoriales actualmente. “Mi intención es publicar ese libro en Ecuador, y eso me entristece mucho. Entiendo que la situación de las editoriales en el país no es fácil”, dice. (I)