Por Annabell Verdezoto | Periodista

Tardé casi un año en obtener El olvido que seremos, de Héctor Abad. Mi afán por adquirir la obra hizo que hasta buscara amigos en el extranjero para conseguirlo. Aquel libro que significaría un placebo al dolor que inundaba mi corazón: la muerte de mi mamá.

¿Por qué ese libro en específico iba a aliviar la pena? Justamente porque en sus páginas Abad transforma el amor de su padre. Transforma el dolor en una narrativa exquisita de detalles. Lo hace eterno en palabras, transcribiendo cada recuerdo desde la infancia hasta los últimos días de su vida.

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Solo la idea de una obra que recoja lo más profundo e íntimo del amor entre padre e hijo me hizo que rebuscara entre libros y cuadernos viejos retazos de papel escritos por mi mamá, para escribir una semblanza de ella, recordarla y homenajearla como Héctor hizo con su papá.

En sus primeras páginas, Abad recuerda el pensamiento más puro e insoportable de su infancia: imaginar la muerte de su papá, un médico y activista de los años 70. Al visualizar esta escena en su mente, el autor pensó en suicidarse en un río

En El olvido que seremos, que también fue llevado al cine y está nominado a los Premios Goya, describe los detalles más efímeros como su olor. Aromas que, quienes hemos perdido a un familiar tan cercano, sabemos que con el tiempo se desvanecen de las sábanas, de la ropa, de la memoria.

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Pero la obra no solo se basa en el recuerdo sentimental, sino también en las vivencias, los consejos y esas anécdotas de un padre que buscó la forma más correcta que pudo para criar a su hijo como un hombre fuerte. Realza la tenacidad y lucha de su papá por intentar buscar la cura del cáncer que padecía su hija menor, Martha.

Finalmente, Abad en sus primeras hojas advierte al lector con un poema de Jorge Manrique, en cuyas estrofas resaltan diez palabras: “Cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte”. (O)