Un cantante forjado en los musicales llamado Marvin Lee Aday, alias Meat Loaf, se asoció hace medio siglo a un compositor de alma wagneriana, Jim Steinman, y a un curtido rockero convertido en productor, Todd Rungren, para viajar desde las entrañas de la tierra hasta el olimpo del rock and roll.

Fallece el estadounidense Meat Loaf, cantante de ‘Bat Out of Hell’

Eran aún tiempos legendarios: Bruce Springsteen había publicado en 1975 el álbum Born to run y aquella expedición, que adoptó el sobrenombre de su cantante -Pastel de Carne, en español-, siguió el rastro épico dejado por la E Street Band y su comandante en jefe.

De hecho Todd Rungren reclutó a dos pilares de la banda de Springsteen, el teclista Roy Bittan y el baterista Max Weinberg, que se sumaron a otros músicos de Utopia, el grupo del productor. Y no olvidemos a Ellen Foley, perfecto contrapunto vocal en las partes chico/chica del disco.

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Se necesitaba un equipo con semejante pegada para acompañar el vozarrón de Meat Loaf -capaz de ser escuchada por el entrenador abusón que le puso el apodo, estuviera donde estuviera-, todo un alarde en las composiciones nacidas del piano en llamas de Jim Steinman.

Dramático, grandioso e inclasificable, Bat out of Hell tuvo que recorrer un largo camino hasta su publicación en 1977. Desde su mirada estrecha, las discográficas no entendían la ambición del proyecto de encerrar en un solo disco una especie de ópera rock que comenzaba con un tema de casi diez minutos.

Meat Loaf nunca olvidó a cuántas puertas tuvieron que llamar antes de que un sello independiente, Cleveland International Records, se mostrara dispuesto a publicar Bat out of Hell (“Murciélago fuera del infierno” si se tradujera al español).

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Para envolver tan ambiciosa obra hacía falta una de esas portadas llamadas a convertirse en icono del rock. Lo logró Richard Corben, que dibujó una especie de Conan El Bárbaro que sale lanzado como un cohete desde las profundidades de un cementerio cabalgando en una moto hacia el cielo.

Tras su largo proceso de gestación, el debut discográfico de Meat Loaf triunfó de manera inmediata. Y en los años sucesivos llegaría a despachar más de 40 millones de copias en todo el mundo, hasta convertirse en uno de los diez discos más vendidos de la historia.

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En pleno estallido del punk, los excesos y grandilocuencia de Bat out of Hell iban en sentido contrario, pero fueron acogidos con devoción por el gran público.

Fue el triunfo de Pastel de Carne, aquel niño con sobrepeso al que acosaban en la escuela; del visionario que soñaba con cantar sus escapadas en mitad de la noche. Y de un grupo de músicos que se atrevió a viajar contracorriente más allá de los formatos convencionales.

La obra maestra de Meat Loaf tuvo continuación en otras dos entregas, hasta completar una trilogía en 2006 con Bat out of Hell III: The monster is loose.

Pero el momento de gloria de aquel álbum de debut fue irrepetible. En realidad, Meat Loaf ya había alcanzado el Olimpo del rock y ya nadie le sacaría de allí.

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Como cantaba en Heaven can wait (“El cielo puede esperar”), uno de los temas más recordados de Bat out of Hell, “todos los dioses bajarán aquí para cantarme y su melodía me hará volar”.

El legendario Meat Loaf falleció a los 74 años tras seis décadas dedicado a la música y a la interpretación (I)