En San Lorenzo, Esmeraldas, todos los días cuando él escuchaba el sonido de los tambores sentía que el corazón le empezaba a latir más rápido, hasta que un día decidió ir tras ese sonar de tambores, el rataplán del cununo y el papa con yuca del bombo.

Ese instante fue cuando vio, por primera vez, cómo tocaban, cantaban y bailaban en el interior de una casa cercana a la suya. Ese niño convocado por los sones de la marimba, el piano del monte, era Orlín Montaño Márquez, de 46 años. Actualmente, lo evoca y cuenta en su casa y taller -Cooperativa Mauricio Paucar de Monte Sinaí, en el noroeste de Guayaquil.

Relata que al siguiente día volvió junto con otros niños y Carlos Rubio, director de esa agrupación, los invitó a pasar. “Al inicio éramos de la escuelita. A la edad de 12 años ya fui parte del grupo, hemos representado a Esmeraldas y al país en giras por Venezuela, llegado a Japón, Corea, en compañía de Papá Roncón, el gran maestro de la marimba”, cuenta sobre cómo aprendió a interpretar y construir los instrumentos de la marimba.

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Agrega que Carlos Rubio, su maestro, quien no es afrodescendiente ni ecuatoriano, más bien colorado pero interesado por la cultura afro, junto con su esposa, Lidia Quiñónez, formaron el grupo Bombo y Marimba, pero la gente de San Lorenzo no aceptó que siendo extranjero y blanco dirigiera un grupo de marimba. “Ellos tuvieron que salir y formar su agrupación Berejú, que es donde empecé a formarme de los saberes de la danza, la música y la construcción de todos los instrumentos de la marimba”, dice Montaño.

Al son de la marimba

En 1998, Montaño se afincó en Guayaquil. Vino a estudiar en la universidad, formó parte de la agrupación Nuestros Ancestros, dirigida por Yuri Estacio, por seis años. Tocaba la marimba, se establecieron en Santiago de Chile y lo recorrieron de punta a punta. Recuerda que estuvieron durante el boom de la salsa. “Tanto en la zona de los aniñados como en la zona popular iban agrupaciones salseras”.

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Seis años después regresó e ingresó a la Facultad de Educación Física de la Universidad de Guayaquil. Se dijo: “Aquí hay deporte, hay fútbol y también danza, aquí está lo mío, y saqué una licenciatura en Cultura Física”.

Comenta que durante una novatada con una amiga bailaron La caderona, eso llamó la atención del decano David Aparicio, con cuyo apoyo creó el grupo de danza Anjoa –sinónimo de felicidad en africano–. Cuando salió de la universidad y vivía en la comunidad Viernes Santo, ubicada en el sur, entre Los Esteros y Santiaguito Roldós, organizó el grupo Anjoa Junior.

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Desde hace tres años habita en Monte Sinaí y ahora como gestor cultural su proyecto de vida es la creación de un palenque marimbero.

Explica que un palenque era el lugar donde sus ancestros planificaban todas las acciones para liberar a sus otros hermanos afro, que cuando escapaban de las haciendas eran llamados cimarrones y vivían en los palenques.

Agrega que el proyecto Palenque Marimbero tiene tres ejes: investigación, capacitación y difusión de los saberes ancestrales del pueblo afro. “Iniciamos con la escuela de danza, pero por esta pandemia que estamos viviendo tuvimos que parar”, expresa.

Actualmente Orlín Montaño en la Universidad de las Artes realiza una maestría de Políticas Culturales y Artes que culminará en octubre. Asimismo, es director de la Organización Cultural Anjoa, en la cual uno de sus emprendimientos es el alquiler de vestuario para las diversas danzas folclóricas del Ecuador: afros, montuvias, cholas e indígenas. También ropa afro juvenil no folclórica, sino contemporánea

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Además elabora todos los instrumentos de marimba. (I)