Se levantan con el trinar de las aves que ahora las escuchan hasta pasadas las 10:00 y que las ven en más cantidad y variedad en los patios y balcones de sus casas, algo que antes del confinamiento por la pandemia del COVID-19 no ocurría en diversos sectores de Guayaquil, cuentan sus habitantes.
Pájaros conocidos popularmente como gorriones, garrapateros, negros finos (o chivillos), picaflores; variedad de palomas; diversidad de insectos y otras especies observan a diario residentes de urbanizaciones como las asentadas en la vía a la costa, en Los Ceibos y en otros sectores de la urbe.

Hasta los patios y jardines de casas en Guayaquil llegan también de forma más seguida especies de insectos como abejas, las cuales aprovechan para chupar el néctar de las flores. FOTO: Cortesía de Jorge Peñafiel

Ambientalistas consultados por este Diario dicen que aquello ocurre, a nivel mundial, por las restricciones que se han dado para evitar más contagios por el actual coronavirus y que incluyen limitaciones de circulación vehicular y de trabajo en fábricas y otros negocios.
Así, el confinamiento, el aislamiento o la cuarentena ha disminuido, sobre todo, los niveles de contaminación en el aire y un poco los acústicos.

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Otras especies como las iguanas aprovechan el tiempo de cuarentena para tomar el sol junto a piscinas de urbanizaciones que lucen vacías debido al aislamiento por el COVID-19. FOTO: Cortesía de Jorge Peñafiel

“Hay especies silvestres que debido al alejamiento se desplazaron hacia las zonas urbanas, esa aireación entre el estero Salado y Boca Cerro Blanco ha sido muy buena en este tiempo, porque se ha visto muchas aves que se han desplazado, pero ese ruido acústico, ese ruido contaminante (típico) de la ciudad es lo que no deja que las especies surjan”, sostiene Xavier Salgado, ingeniero y director de la Organización Ecológica Medio Ambiente Sustentable de la ciudad de Guayaquil.
Aquellas especies silvestres que han llegado a zonas urbanas han salido, por lo general, de los bosques protectores como Cerro Blanco, El Colorado, Cerro Azul, el de la Prosperina (que está en la Espol), entre otros, agrega Salgado, quien considera necesaria una ordenanza municipal de protección de especies silvestres y de árboles, como parte de las propuestas para que Guayaquil sea una ciudad sostenible, con bienestar sustentable en las áreas económicas, social y ecológica.
Agrega que Guayaquil y el país debe pensar también en una movilidad sostenible, como rutas de ciclovías organizadas y planificadas, que tengan corredores forestales (árboles que den sombra).

Aumento de desechos, como guantes y mascarillas, y actividades ilegales como tala de árboles

Los ambientalistas Eric Horstman, presidente de la Fundación Bio Educar, y Daniela Hill, directora de la Fundación Amiguitos del Océano, también coinciden en que el confinamiento por el COVID-19 ha sido positivo, por un lado, para la naturaleza porque le ha dado un respiro al bajar los niveles de contaminación del aire.

Pero ellos, al igual que Salgado, también ven como negativo el aumento de desechos como guantes plásticos y mascarillas, utilizados por la población como protección ante el contagio del coronavirus, que aparecen botados en manglares, en esteros, en las calles, en cunetas y en alcantarillas.
“Vemos en los manglares y en las playas que se están encontrando muchos de estos guantes y estas mascarillas (usadas por la pandemia), y ya están llegando (a otra zonas), entonces no solamente es un tema de contaminación visual, sino que puede haber un tipo de virus en el caso de que alguien con COVID-19 lo haya utilizado. Y son materiales que no son biodegradables y tienen fibras y son hechos de plásticos. Y dependiendo del tipo de plástico pueden llegar a estar presentes 500 o más años, y el problema es que se siguen fragmentado”, menciona Hill.
Otro de los problemas que deja el confinamiento es la falta de control por parte de guardaparques, especialistas o funcionarios estatales, que al tener que estar en sus casas o en oficinas dejan de recorrer zonas como bosques protectores y otras. Esto hace que grupos y pobladores se aprovechen para cometer ilícitos como tala de árboles, cacería ilegal e invasiones de tierra en áreas protegidas y demás, expone Horstman.

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Durante estos más de tres meses de aislamiento social (desde mediados de marzo pasado) por la pandemia, grupos ecologistas han recibido denuncias de daños a la fauna, flora y medioambiente en diversos sitios del país. No obstante, el confinamiento también ha impedido que expertos puedan verificar aquello, citan. A Horstman, por ejemplo, le han llegado versiones de que la “cacería en general en las zonas naturales alrededor de Guayaquil ha subido”.
Los ambientalistas también sostienen que cuando se retomen las actividades (incluso con semáforo en verde) volverá la contaminación. (I)