"No tenía ni cómo regresarse (del noroeste al suroeste) a casa, no le habían ni pagado la quincena cuando lo botaron, ya en el toque de queda, a las 14:00 (un 20 de marzo)... Tuve que salir a dedo, le presté a mi vecina para irlo a ayudar", cuenta Karen Castro Quiroz, de 36 años, una cantante profesional que también quedó desempleada.

Aquello solo fue el inicio y más adelante tuvo que cambiar un terreno que tenía en Salinas por una furgoneta para montar con su esposo, Iván Quinto Nevárez, un emprendimiento con el que mantienen actualmente a sus hijas de 14 y 17 años.

"Ese día (20 de marzo) en mi casa llorábamos, orábamos, era una situación muy caótica, mi trabajo se vio afectado, yo cantaba en bares, también en un hotel prestigioso, Barceló Salinas, que quebró... No sabíamos qué hacer, tomamos fuerza y comenzamos a vender (25 de marzo) de una racima de verde, uniendo centavito con centavito, corviches; comprábamos unos dos dolaritos de albacora para poco a poco hacer.

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No tengo casa propia, es alquilada y teníamos que pagar. La comida la vendíamos (primero) en el barrio (La Chala) y por redes sociales, que el vecino, la comadre, el compadre, amigos de mi esposo me decían: 'Tráigame, tráigame'... Al principio íbamos a pie a repartir, caminábamos bastante, vendíamos en el día hasta 40 corviches, porque no había dónde conseguir comida. Fue un aliento, una esperanza para seguir avanzando. Invertimos unos $ 15 y se duplicó.

No teníamos bicicleta. Y ahí comenzó la historia de muchas familias ecuatorianas, en las páginas de trueque (en internet), que intercambiaban cosas. El 27 de marzo ingresamos a la página Trueque Guayaquil Oficial. Tenía ropa que no me quedaba, juguetes de mis hijas, herramientas... Pedíamos una bicicleta para entregar la comida. La conseguí (a fines de marzo), pero no completa, solo me dieron el armazón, pero seguimos con la lucha para conseguir las llantas, porque hasta las bicicletas eran superpeleadas en ese entonces. Nos unimos y pusimos todas las cosas (del hogar) que pudimos y así salieron las llantas y todo lo que necesitábamos para adecuarla... Ya operativa estuvo casi por el 10 de abril. Ahí ya íbamos a comprar al mercado en la bicicleta. Nos daba miedo y temor de venir infectados, por eso tomé la decisión de enviar a mis hijas por un tiempo (tres meses) a casa de mi mamá... Nos levantábamos a las 05:00, un día antes comprábamos las reservas; a las 06:00, mi esposo ya tenía rallado el verde mientras yo hacía la albacora, el refrito... Ya a las 07:00, todos (clientes) tenían su desayuno, sus corvichitos, llegamos a vender hasta 70 al día. Conseguí con el trueque otro rallador y otras cosas que necesitaba en la cocina.

Siempre nos manteníamos con precios módicos, $ 1 el corviche. También hicimos llapingacho ($ 3,50 el plato con choclo, chorizo, huevo, maní, tortilla de papa). Cuando era para familias les dábamos bastante, bien despachado, para que todos puedan comer, así hasta fines de mayo.

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Lo recaudado lo usamos para otro emprendimiento. Mi esposo antes se dedicaba al arreglo de artículos de línea blanca y también conoce de electricidad, es técnico electricista y técnico en línea blanca. Y él dijo: 'Vamos a retomar esto'. Pusimos los servicios en la página y los intercambiábamos por alimentos o productos que necesitábamos... Ya ahora le cancelan, no lo que cuesta, sino un precio módico. Nuestro emprendimiento nació también en la página de trueque (desde junio).

Le pusimos Técnico Amigo a Domicilio (096-140-9004, para llamadas, o al 099-059-5802 para mensajes)... Mi esposo se fue en bicicleta hasta Durán (para arreglar una lavadora), no veíamos la distancia, la cuestión era trabajar y traer alimentos a la casa... Esta pandemia nos dejó muchas reflexiones. Vivimos un momento muy fuerte, estuvimos a punto de perder a mi suegro (se contagió con COVID-19), eso nos dejó una marca, una vivencia con aprendizaje: valorar más a familia, la comida...

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Cuando mi suegro estuvo con COVID-19 no encontrábamos ni oxígeno..., mi esposo lamentablemente perdió un tío (materno) por COVID-19 y con los pocos insumos médicos que quedaron de él se ayudó a mi suegro. La medicina, carísima...

Dios es tan maravilloso y benevolente, nuestro emprendimiento necesitaba un poquito más... Nos sentamos en el comedor con mis hijas y puse mi última carta: el terreno se va, dije con lágrimas en los ojos. Lo queríamos para construir la casa de nuestros sueños. Así, al finalizar mayo puse que necesitaba urgentemente cambiar mi terreno por un vehículo. Al mes salió una persona...

Así se dio cómo llegué a trocar mi terreno de Salinas por una furgoneta. Y con eso estamos trabajando. Hasta ahora todavía seguimos haciendo trueque para ayudar a las personas (se pacta previamente). Una señora, por ejemplo, nos cambió (días atrás) un mantenimiento de refrigeradora por un pastel de chocolate. Y con esto estamos trabajando ahora. Tenemos precios módicos, el más alto, $ 30". (I)