Vanessa Alvarado, de repente, observó que su hijo de 5 años dejó de correr a la salida de la escuela, llegaba fatigado a casa y con dolor estomacal. Al pasar los días, el niño tuvo una deshidratación severa por diarrea y fiebre de más de 38 grados. En la cita médica le indicaron que tenía infección gastrointestinal.

“Mi niño, tan deportista e inquieto, se enfermó al mes y medio de entrar a primero de básica. Consulté si en la escuelita le habían dado otra comida que no haya sido la que le envié en la lonchera o si había otros niños enfermos y me dijeron que sí a lo segundo”, contó.

Con el agravamiento de los síntomas, Vanessa dejó de enviar a su hijo a la escuela hasta que se recupere. Al menos una semana y media estuvo en cama. “Me enviaban las tareas, pero yo sin saber cómo ayudarle a mi hijo porque él estaba malito. No pude cumplir con todo y cuando volví a clases, mi hijo estaba muy atrasado”, dijo la madre de familia a quien le preocupa que si su pequeño se vuelve a enfermar nuevamente se interrumpa la secuencia de horas de clases.

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Gisella Marín pasó por un escenario parecido hace casi un mes. Ella prefirió tener en casa a su hijo de 12 años después de enterarse de que contrajo el virus de COVID-19. “Era incapaz de concentrarse y bajó el rendimiento porque decía que se sentía cansado, se fatigaba, tenía dolores articulares y molestias gastrointestinales”, relató.

Inicialmente, la madre de familia trató los síntomas de su hijo como un virus que podría haber adquirido por comer en el bar del colegio. Mientras duró el tratamiento para esa dolencia lo envió a clases.

Sin embargo, luego de una semana sin mejoría, el niño tuvo escalofríos y una baja de presión en el aula. “Me aventuré a hacerle una prueba de COVID, aunque me habían dicho que no era sintomatología relacionada con el virus, y salió positiva. Luego nos hicimos todos en casa y también estábamos infectados”, contó Marín, quien reportó al colegio para que se ponga en aviso a los demás padres de familia.

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La mujer detalló que fueron siete días los que su hijo no fue a clases y tampoco realizó trabajos desde casa. “No sabía que aún estando en cama mi hijo debía estar conectado a todo. Al volver me dijeron que tenía acumulados talleres, deberes y que debía de ponerme al día porque sus otros compañeros ya habían avanzado”.

Respecto a la inquietud de los padres de familia sobre los retrasos, trabajo acumulado y falta de continuidad en las clases por los días en que no asisten los estudiantes por diferentes dolencias, incluida la del COVID-19, la Subsecretaría de Educación de la Zona 8 indicó que se realiza el acompañamiento docente a los estudiantes con actividades sincrónicas y asincrónicas.

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Las actividades son planificadas de acuerdo con la necesidad de los estudiantes y del grado o curso.

Entre las acciones que se ejecutan están talleres, videos tutoriales, audios explicativos, guías de estudio prácticas, tutorías virtuales a los estudiantes que tienen acceso a la conectividad.

En la Zona 8 (Guayaquil, Durán y Samborondón), desde el inicio de clases hasta el 14 de julio existía el reporte de 46 casos de COVID-19. En estudiantes hay registro de 22 contagiados; en docentes, 20 y en personal administrativo, 4.

La Subsecretaría enfatizó en que se mantiene contacto permanente con los padres de familia, representantes legales, tutores y estudiantes, a través de redes sociales, llamadas telefónicas, videollamadas, WhatsApp y demás medios tecnológicos y de acuerdo con el contexto familiar.

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Además, indicó, se atienden los requerimientos de madres y padres de familia en horarios previamente definidos y socializados a la comunidad educativa para evitar cualquier tipo de inconvenientes. (I)