Es miércoles y a las 16:00 llegan más familias y parejas al parque Forestal, el espacio recreativo y verde más amplio y tradicional que tiene el sur de Guayaquil. Unos usuarios entran por la puerta semiabierta de la av. Quito y El Oro, mientras otros lo hacen por la también semiabierta puerta de las calles Guaranda y Bolivia.

Padres que acompañan a sus niños a los juegos; unas fotos que le hacen a una cumpleañera como si estuviese de pícnic en una de las zonas verdes; parejas que recorren el parque y adultos que simplemente están sentados en las bancas contemplando la laguna artificial o el resto del paisaje son parte del panorama con mayor movimiento del parque que se da en el lado de las calles El Oro y Bolivia y que contrasta con lo ocurre en el otro extremo, que da hacia la calle Venezuela.

El lado que da hacia la calle El Oro del parque Forestal es el que mayor actividad registra por los juegos infantil, zonas de camineras, áreas verdes. Y también por la laguna que está con dirección a la calle Guaranda, por donde está una de las puertas de ingresos. Foto: Ronald Cedeño

Allá, en el lado de la calle Venezuela, desde la av. Quito hasta la calle Guaranda, se ve aquella tarde a dos jóvenes que saltan rápido sobre las rejas (por la calle Quito) para entrar, aprovechando que unas están dañadas y más cortas que el resto. Unos pasos más adelante están otros jóvenes que inhalan o consumen estupefacientes, mientras están sentados en áreas verdes o debajo de árboles y plantas.

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Por ese lado hay también pequeñas infraestructuras de cemento que a primera vista parecerían estar vacías, y avanzando más hacia el sur están las que un día fueron piscinas de competencias internacionales, con medidas olímpicas, construidas para el Mundial de Natación de 1982.

Una foto del 2014 cuando José Cevallos era ministro del Deporte y su cartera había asumido también la administración de las piscinas del parque Forestal, que antes habían sido administradas por Emelec.

Son dos piscinas, una de 50 metros de largo (medida olímpica) y otra de 25 metros de largo (semiolímpica), y de aquel espacio formativo (para deportistas) y recreativo (para el público) hoy solo quedan el moho, el polvo, agua estancada de las lluvias, parte del cemento dañado, maleza… y unas graderías grises, también con moho y deterioradas donde ya no se oyen los aplausos o alientos que en su momento daban los familiares a sus deportistas.

Así están las piscinas que un día fueron de competencia internacional. Esta era la olímpica, de 50 metros de largo, donde se formaron cientos de deportistas. También fueron piscinas recreativas para el disfrute del público. Hoy solo quedan las aguas estancadas, el moho y otros daños físicos en su infraestructura. Foto: Carlos Barros/El Universo. Foto: El Universo

“Esto (antes) era bonito. Eran las piscinas de toda esta zona, las piscinas del sur donde usted pagaba su entrada, $ 1 o $ 2, y pasaba un excelente fin de semana. En las tardes (de lunes a viernes) también venían niños y jóvenes a entrenar y se escuchaba el pito, las brazadas y las indicaciones que les daban. Aquí se formaron deportistas… Y vea cómo está ahora, abandonado, no sirven para nada las piscinas. Les sirve a los fumadores, a los que se drogan…”, cuenta Milton Cedeño, morador de esa zona.

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Él solía llevar a sus nietos a estas piscinas antes de su cierre en el 2014.

Así está la otra piscina, la semiolímpica (25 metros de largo), con agua estancada por las lluvias, moho, hongos, daños físicos, entre otros. Usuarios piden que se rehabiliten estas infraestructuras que continúan deteriorándose. Foto: Carlos Barros/El Universo. Foto: El Universo

Aquella tarde de un miércoles de noviembre, la poda y limpieza de la maleza no había llegado a la zona de las piscinas como, en cambio, se veía en otras áreas, donde incluso quedaron montículos y hojas secas por el desbroce o adecentamiento que se había realizado.

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Pero luego de las primeras lluvias de diciembre, el agua estancada predomina en estas piscinas, la tarde del viernes 17 de diciembre.

Ese día, 17 de diciembre, además, entre la maleza de este sector estaban varios trofeos que, se entiende, un día fueron ganados.

Trofeos en el piso y en medio de la maleza estaban la tarde del viernes 17 de diciembre en la zona de las piscinas del parque Forestal, en el sur de Guayaquil. Foto: El Universo

El Teatro Centro Cívico (cuya construcción empezó en 1970 y se inauguró en 1990), que fue ideado para la presentación de conciertos, obras de teatro, exposiciones y otros actos culturales, es también parte del Forestal, así como la Plaza de Artes y Oficios, la laguna, el monumento La Patria Joven, que hizo en vida el pintor ecuatoriano Oswaldo Guayasamín, y otros espacios.

Agua estancada en uno de los espacio del parque Forestal, en la zona de la Plaza de Artes y Oficios, en el sur de Guayaquil. Foto: Carlos Barros/El Universo. Foto: El Universo

Antes de la pandemia, en enero del 2020, hubo reiteradas quejas por el deterioro de algunas de las áreas del parque Forestal, por la inseguridad, y por la falta de iluminación en ese entonces que otra vez ahuyentaba a los turistas y visitantes. El Ministerio de Cultura era y es el ente a cargo (mediante comodato) de la administración de este espacio, menos de las piscinas que estaban en manos de la Secretaría del Deporte.

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Tras aquellas publicaciones y quejas ciudadanas, a finales de enero del 2020, la alcaldesa Cynthia Viteri confirmó la intención de que el Municipio de Guayaquil asuma la administración del parque Forestal y dio fecha: desde enero del 2021. Esto fue luego de la propuesta que le hiciera el entonces ministro de Cultura, Juan Fernando Velasco, de devolverle la concesión, para que nuevamente sea administrado por el cabildo porteño.

Cabildo guayaquileño espera asumir el parque Forestal en 2021

En ese tiempo, enero del 2020, Viteri contó que el presupuesto anual para el mantenimiento del parque Forestal ascendía a $ 800.000 y que el Municipio de Guayaquil esperaba desarrollar un plan de autosustentabilidad (para que no dependa exclusivamente de los recursos municipales) para que este espacio se convierta en un centro de diversión familiar, que tenga teatro, cine, arte, emprendimientos de empresas privadas y publicidad.

No obstante, llegó la imprevista pandemia del COVID-19, a finales de febrero del 2020, y aquello quedó relegado por las prioridades que se debían atender dado lo que sucedía en Guayaquil.

Los paseos en bote por la laguna son uno de los atractivos del parque Forestal, en el sur de Guayaquil. Foto: Ronald Cedeño. Foto: Ronald Cedeño

Pero pasado el año y diez meses de aquel anuncio de la alcaldesa, este Diario consultó qué pasó con aquella oferta, si el Municipio asumió la administración del Forestal, cuál es el plan de autosustentabilidad, entre otros detalles.

“Como antecedente es importante recordar que el 9 de octubre de 1980, mediante escritura pública, la Municipalidad de Guayaquil entregó, en calidad de comodato o en préstamo de uso a favor del Banco Central del Ecuador, el Teatro Centro Cívico con todas sus instalaciones, equipos, así como las áreas verdes de recreación y otros análogos con la finalidad de que dicha institución realice los trabajos necesarios para el funcionamiento de este complejo por un plazo de 90 años”, expone, vía e-mail, Alexandra Rivadeneira, directora de Áreas Verdes del cabildo.

Y agrega que en el 2010 por disposición de la Asamblea Nacional, mediante reforma a la Ley Orgánica de Régimen Monetario de los bienes culturales y no culturales del Banco Central del Ecuador, fueron transferidos para su administración al Ministerio de Cultura.

“Por lo antes expuesto, el mantenimiento del Parque Forestal del Centro Cívico Eloy Alfaro se encuentra bajo la administración del Ministerio de Cultura del Ecuador”, sostiene Rivadeneira.

Deterioro en áreas del parque Forestal ahuyenta a visitantes

El parque actualmente, según sus usuarios y visitantes, es de gran ayuda para la recreación de niños y también de los adultos, que pueden practicar deportes como las caminatas o contemplar los paisajes y especies, ya que muchos de ellos pasaron largos meses encerrados en casa por temor al contagio del COVID-19.

“Es bonito venir aunque sea a caminar. Es al aire libre y uno se distrae un poco. Y mientras mi hija hace jugar a mi nieta, yo camino un rato, no es un lugar encerrado, con tanta gente. A mi nieta le ha ayudado bastante ahora que la traen a jugar dos o tres veces a la semana”, cuenta Magaly Ortiz, de 57 años.

Otros visitantes esperan que se le dé más vida y promoción al lugar y que se aprovechen y recuperen los espacios olvidados. También piden que se arreglen temas como los sanitarios. “En el de las mujeres hay dos baños dañados, de cuatro que hay. Y hay ocasiones en las que no hay agua, y ahora con el COVID-19 debería siempre haber agua (para lavarse las manos”, expone Elena Bajones. (I)