Guayaquil había tocado fondo. Sus calles parecían superficie lunar por los huecos, las esquinas eran cúmulos de basura, el agua con olores putrefactos se tomaba las veredas y los servicios básicos desataban quejas. El comercio informal era dueño de espacios céntricos.

El Palacio Municipal estaba deteriorado, apuntalado con cañas para sujetar partes de la estructura, con departamentos que carecían de orden. Era el reflejo de una ciudad que estaba al borde del colapso, del caos, del desorden, tras problemáticas administraciones.

Eran los inicios de los noventa. Con una desazón ciudadana por los problemas que agobiaban a Guayaquil, León Febres Cordero, quien en 1984 había llegado a la Presidencia, se presentó a las elecciones y ganó la Alcaldía.

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El 10 de agosto de 1992, el Partido Social Cristiano (PSC) asumía así las riendas de la ciudad. Un manejo que se ha extendido por tres décadas con las administraciones posteriores de Jaime Nebot y Cynthia Viteri, quien lleva un periodo y se postula para otro.

¿Qué avances se han logrado en estos 30 años y qué asuntos aún no se solucionan en una ciudad administrada por alcaldes de un mismo partido? Este Diario buscó diferentes voces de especialistas, activistas y líderes barriales para poder responder esta pregunta.

El Malecón 2.000 es una de las obras desarrolladas en las aministraciones socialcristianas. Foto: José Beltrán/ El Universo Foto: archivo

‘Una mejor infraestructura, pero falta planificación’

Cuando León Febres-Cordero tomó el mando, una de las primeras acciones que adoptó fue cerrar el Municipio para reestructurar departamentos. En su primer diagnóstico dijo que habían detectado “mafias” y “antros de corrupción” en departamentos, desaparición de catastros, carros municipales en chatarra, pagos de contratos de trabajos inexistentes, ingresos de impuestos no registrados...

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El Municipio de 1992 tenía 3.156 empleados enrolados, de los cuales un amplio margen eran “pipones”, gente que cobraba sin trabajar o que estaba en dependencias con exceso de personal, como el caso de “una sola puerta de acceso con 39 guardianes enrolados”. Con casi tres millones de habitantes en este 2022, según los registros del distributivo del personal, el actual tiene 4.996.

El reordenamiento del cabildo y el “retiro de la basura de las calles” son parte de las acciones del inicio de la era socialcristiana que se reconocen. La mejora de la infraestructura con la construcción de pasos elevados, la construcción de una red de mercados, la regeneración urbana, que levantó un malecón, son otras obras que se ponderan de estos periodos.

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Además, entre los consultados hay quienes reconocen que hubo avances en el sistema de recolección de basura, el servicio de agua potable, la legalización de tierras; pero existen observaciones en planificación, participación ciudadana y cobertura de servicios en ese Guayaquil que creció al noroeste. La actual administración remarca obras en lo social y que casi ha destinado más de $ 170 millones para suplir competencias en áreas que competen al Estado, desde salud física y mental hasta educación.

Manuel Macías, director del Observatorio de Políticas Públicas de Guayaquil, sostiene que dentro de lo que se puede reconocer como avances en medio de la complejidad de Guayaquil está el establecimiento de un orden y ciertas obras que se impulsaron, pero cree que el modelo de desarrollo y de gestión de la ciudad ha sido como “al andar”, sin una planificación participativa.

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Para él, se ha sentido la ausencia de un plan maestro que apunte hacia una visión de ciudad específica y un desarrollo más ordenado. Cree, por ejemplo, que el desarrollo ha ido encaminado a base de lo que la industria inmobilaria ha planteado antes que por un trayecto delimitado por el Municipio. Eso, a su criterio, ha generado desatención en unos sectores que años atrás ni siquiera estaban contemplados en el área de expansión urbana, como la zona noroeste.

Sostiene que una deuda ha sido no tener una mayor participación ciudadana en la toma de grandes decisiones. “Se han tomado decisiones con técnicos y autoridades, y poca participación con la gente, con la academia, la sociedad civil, más allá de cumplir con ciertos formalismos legales”, dice.

Luis Gómez, expresidente del Colegio de Arquitectos del Guayas y quien ha trabajado en los barrios, coincide en que ha faltado un mayor involucramiento de los barrios para buscar soluciones y un cambio en la política administrativa que lleve a desconcentración. Él habla además de que faltó una mayor planificación que hubiese ayudado, por ejemplo, a un mejor desarrollo de sectores como Monte Sinaí.

“Hoy estuviéramos hablando de una población que, en lugar de estar pidiendo, estaría siendo partícipe con responsabilidad social”, señala Gómez, quien percibe que aún la entrega de obras está condicionada a apoyo.

Para otros especialistas, en Guayaquil en cada administración se han refrescado ejes y proyectos por ejecutarse dada la expansión de la ciudad.

Si se mira hacia atrás, los cambios en barrios marginales y en zonas icónicas con obras de regeneración urbana fueron notorias desde la administración de Febres Cordero, señala la arquitecta Virginia Schneidewind. Se pueden citar proyectos ambiciosos, como el Malecón Simón Bolívar, en el centro, y las mejoras del casco urbano.

Sin embargo, aunque han existido avances en los últimos 30 años, coincide con otros en que no existe un plan estratégico de desarrollo urbano a largo plazo para las próximas tres décadas, estudio que debe ser preparado por profesionales de firmas internacionales con amplia experiencia en el tema.

Para lograrlo, dice, es importante contar con la voluntad política de las autoridades, la concientización del ciudadano y la coordinación con todas las ramas involucradas: conectividad/tecnología, salud, seguridad, tráfico, vivienda, comercio, con soluciones sostenibles y cuidado del medioambiente.

El Máster Plan, colgado en la página de la Municipalidad, abarca cinco ejes centrales y está enfocado a 30 años, aunque su visión o sueño de la ciudad que se quiere llega al 2050. Allí se contemplan proyectos turísticos, de servicios y obras para las parroquias rurales.

Esta última iniciativa tiene reparos por parte de expertos y de la academia. Para Rosa María Pin, decana de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Guayaquil, es necesaria la participación de la academia. “El Gobierno local municipal tiene el reto de incorporar a todos los estamentos de la ciudadanía”, señala.

La recolección de basura está en manos privadas, un sistema que intentó poner fin al deficiente servicio de recolección de inicios de los noventa. Ronald Cedeño  Foto: El Universo

Mejoró cobertura de servicios, aunque con observaciones de fiscalización y reto en la periferia

A diario, los tanqueros recorrían calles del sur y suroeste llevando el agua a estos sectores que no tenían conexiones ni guías domiciliarias.

Hasta el 2001, la cobertura de agua potable en la urbe era del 37 %. El 11 de abril de ese año, con Jaime Nebot como alcalde, se suscribió el contrato de concesión con Interagua, empresa que hasta la actualidad provee el líquido y el servicio de alcantarillado sanitario, que en ese entonces tenía una cobertura del 50 %. Ambos porcentajes corresponden a información proporcionada por la concesionaria.

Hoy la cobertura de agua es, según dicha empresa, del 98 %; y la de alcantarillado sanitario, del 96 %. En alcantarillado pluvial, la extensión de redes pasó de 637 kilómetros a 2.916 km.

En 22 años de operaciones, la compañía ha rehabilitado los grandes acueductos de la zona urbana y ha construido tres plantas de agua potable que, principalmente, han servido para dotar del líquido a las parroquias rurales. Ahora ejecuta un proyecto de rehabilitación de las redes de agua para reducir las pérdidas causadas por fugas, daños y vetustez de las tuberías, y otro para aumentar la producción del líquido con miras a un crecimiento poblacional en los próximos 20 años.

En cuanto al alcantarillado sanitario, durante este lapso se han construido 91 sistemas de bombeo y se han tecnificado las lagunas de oxidación Samanes Guayacanes, aunque las quejas ciudadanas son una constante por los malos olores que emanan de allí y afectan a los sectores colindantes.

No obstante, en el Guayaquil que en estas décadas se desarrolló al noroeste, el agua potable y el alcantarillado sanitario aún no llegan a todos, pues están en procesos de legalización. Y en las zonas en las que sí hay cobertura, las quejas en la dotación del líquido giran en torno a los cortes del suministro: algunos han sido fortuitos, al igual que recurrentes, otros sí se programan.

El sistema de basura municipal, que estaba colapsado a inicios de los noventa, pasó a manejo privado. La recolección se encargó al consorcio Vachagnon (constituido en noviembre de 1993 por Valango S. A. y Groupe Chagnon International), que comenzó a operar el 28 de septiembre de 1994, dos años después del primer periodo de León Febres Cordero, y terminó en septiembre de 2001. En una segunda fase, Vachagnon ganó otro proceso licitatorio y, el 15 de mayo de 2002, con Jaime Nebot al frente de la ciudad, firmó un nuevo contrato de prestación del servicio.

Al final de sus labores, esta empresa llegó a recoger 2.600 toneladas de basura al día.

Uno de los aspectos que se han observado en estos años es que los mismos accionistas que han estado desde el inicio de la concesión se hayan unido a otras empresas para participar en los siguientes procesos y mantenerse bajo otras denominaciones.

Así, Puerto Limpio, integrado por Valango (accionista de Vachagnon) y la constructora Hidalgo e Hidalgo, asumió el servicio en el 2010 y, aunque el contrato era por siete años, se mantuvo en funciones prorrogadas hasta fines del 2020.

Pedidos de aumento de frecuencias, de una clasificación de desechos que facilite el reciclaje, implementación de más centros de acopio, que se llegue a zonas de difícil acceso y campañas de educación y difusión de horarios de recolección han sido la constante durante este tiempo.

Ya con Cynthia Viteri como alcaldesa, y con la oferta de llegar a los cerros de Mapasingue, a las riberas del estero Salado y a zonas de calles estrechas, a finales del 2020 entró en operaciones Urvaseo, conformada por Valango, firma ecuatoriana, y Urbaser, de origen español.

César Cárdenas, coordinador del Observatorio Ciudadano de Servicios Públicos, cree que no hay un adecuado control o fiscalización de los servicios. Sobre el agua potable, considera una deuda la instalación de hidrantes cada 100 a 250 metros, como establece el contrato.

Y dice que a diario Guayaquil pierde 600.000 metros cúbicos de agua, porque hay 530 kilómetros de tubería de asbesto cemento que no han sido remplazados.

Guillermo Leones, dirigente de la Confederación Unitaria de Barrios del Ecuador, menciona que el servicio de limpieza de la ciudad debe mejorar, ya que hay sectores en los que la recolección de basura y barrido de calles es diario, mientras que en otros sitios, incluso de mayor densidad poblacional, la frecuencia es menor.

“Los Gobiernos municipales tienen para hacer obras de desarrollo en la ciudad, y los concejales deben hacer una fiscalización. Y Guayaquil requiere de urgencia una democratización en la implementación de sus obras, de abajo hacia arriba y no de arriba hacia abajo, como ha venido siendo”, estima.

Para Rosa María Pin, decana de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Guayaquil, lo pendiente reside en la falta de desarrollo en las obras de infraestructura de la ciudad, como por ejemplo alcantarillado y arreglo de calles en los barrios populares, así como la recuperación del espacio caminable para el peatón.

La Metrovía fue concebida para tener varias troncales, pero solo operan tres. Una cuarta lleva años intentando ponerse en funcionamiento. Foto: El Universo

Retiro de torniquetes, regulación en buses y un sistema de transporte masivo que no logró concretar todas las troncales

La competencia total del tránsito fue asumida por el cabildo en agosto del 2015, cuando la entonces Autoridad de Tránsito Municipal (ATM) remplazó a la Comisión de Tránsito del Ecuador (CTE), en la administración de Jaime Nebot.

La nueva institución se trazó como meta un reordenamiento del tránsito que implicó, entre otras cosas, un censo de buses urbanos, la reubicación de estas unidades en corredores viales con paradas y circuitos específicos y cambios de orientación en algunas calles.

Se estableció un prototipo de bus con fondo blanco matizado con colores celestes, similares a los de la bandera guayaquileña, con rastreo por GPS. La idea era que las unidades cuenten con rampa hidráulica que facilite el acceso a personas de movilidad reducida, pero no todos los buses tienen este equipamiento.

En estos años, el torniquete quedó en la historia, mas no las quejas del servicio, porque muchos conductores no respetan los paraderos, bloquean las intersecciones o, en ocasiones, salen intempestivamente de su carril establecido para rebasar, dicen especialistas.

Se estima que en la ciudad hay de 2.300 a 2.600 buses urbanos. A pesar de someterse a revisiones técnicas periódicas, hay unidades que circulan emanando humo, lo que genera críticas en términos de la contaminación ambiental que causan.

Desde julio del 2006, al transporte urbano convencional se unió el sistema de transportación masiva Metrovía, también con Jaime Nebot al frente de la urbe porteña. Esta modalidad tiene tres troncales y abarca el norte, centro y sur, pero inicialmente el plan contemplaba más troncales, que no se han podido ejecutar.

Una cuarta troncal que abarcaría el suburbio está en proceso y, según estimó la alcaldesa Cynthia Viteri, estaría operativa a mediados del próximo año. Sobre este servicio, el pedido constante de los usuarios ha sido que se dispongan más unidades.

Aerovía, un sistema de transporte que no despega

Inaugurada en diciembre del 2020, en el marco de la pandemia del COVID-19, la Aerovía es un sistema de transporte aerosuspendido que enlaza a Guayaquil con Durán sobre el río Guayas. Aunque su capacidad es para transportar 2.600 pasajeros por hora en cada sentido, hasta diciembre del 2021 la demanda era de 10.000 usuarios al día.

Carlos Jiménez, planificador urbano, cree que este medio de transporte alternativo no despega, entre otras cosas, porque en Durán la estación no se ubica en una zona de alta densidad, lo que obliga a trasbordos que implican mayor tiempo de traslado.

Considera que ya es hora de que se consolide el distrito metropolitano de Guayaquil, con Durán, Samborondón, Daule y más localidades, y generar un plan de ordenamiento y desarrollo territorial con varias aristas, entre esas definir y proyectar los usos de suelo actuales. A partir de ello, sostiene, debe elaborarse un plan de tránsito, transporte y movilidad.

“Teniendo claro el horizonte de crecimiento, de expansión, de cambio de uso de suelo, de gestión, de ocupación de espacios disponibles (…), ahí sí, como ya sabemos cómo vamos a crecer, ahora sí definir por dónde van a ir los buses, cómo va a ir creciendo la demanda, qué usuarios voy a atender. Vamos después con el transporte de carga, de transporte de pasajeros, cómo van las bicicletas…”, explica.

Cámaras de monitoreo de la Corporación para la Seguridad Ciudadana de Guayaquil. Foto Carlos Barros - El Universo. Foto: El Universo

Seguridad: el control se enfoca en vigilancia

El incremento del patrullaje en la ciudad con la adición de nuevos vehículos, sumado a la instalación de cámaras de videovigilancia y el accionar de grupos élite de metropolitanos, es la fórmula aplicada por la administración municipal para controlar la seguridad en el Puerto Principal.

De hecho, en este periodo, el Plan Más Seguridad se retomó. La iniciativa nació en la administración de Jaime Nebot, en 2004, pero fue suspendida durante el gobierno del expresidente Rafael Correa, durante once años. Asimismo, desde el Gobierno nacional se implementó un plan dirigido a la ciudad que fue lanzado en este 2022.

Guayaquil ha transitado por diferentes momentos que han derivado en diferentes acciones, señala el experto en seguridad Abraham Correa. En la época de León Febres Cordero, la ciudad y el país apenas habían superado la incursión de grupos subversivos: “En ese tiempo se requirió el accionar de la fuerza pública por la agitación que existía. Hubo respaldo del Gobierno”.

En los años siguientes, la mano dura en materia de seguridad, si bien tuvo aciertos, fue enfocada a planes más integrales. Correa cita la creación de la Corporación para la Seguridad Ciudadana (CSCG) en 2006, durante el mandato de Nebot. Una entidad con articulación interinstitucional para el control ciudadano.

Sin embargo, desde la visión del teniente coronel Rodrigo Braganza, director de Seguridad de la Universidad de Especialidades Espíritu Santo, es notorio que las administraciones empiezan a invertir en el momento en que tienen incremento de muertes y de la ola delictiva, cuando eso debería ser una política pública.

Braganza tiene reparos sobre la duplicidad de funciones entre la CSCG y el ECU911. La primera entidad ya suma más de 1.400 cámaras operativas en Guayaquil. Pero rescata que en el tema logístico dentro de la ciudad existen aciertos. El incremento de patrulleros y la zonificación de la ciudad para controles es algo que se reforzó en esta última administración.

En 2022, Viteri adicionó 63 camionetas negras para recorridos en sitios delimitados dentro de corredores gastronómicos y comerciales de la ciudad.

Braganza dice que se requiere una profesionalización de los agentes metropolitanos. “Hace unos 20 años, este tipo de uniformados tenía su función en el control de zonas comerciales; ahora salen a patrullajes de control delictivo. Eso requiere una capacitación especializada”, señala.

La recuperación de los ramales del estero Salado aún es un desafío. Foto: El Universo

Medioambiente: los intentos por recuperar el estero y quitarle lo gris a Guayaquil

La falta de más espacios verdes que quiten lo “gris” de Guayaquil ha sido una discusión a lo largo de estos años. En el 2019, la organización Ciudades 8-80 refería que esta ciudad tenía unos 66.000 árboles, cuando debería poseer unos 500.000.

De las palmeras ornamentales que se colocaron en áreas regeneradas durante las primeras administraciones, actualmente se intenta apostar por otras especies.

Hasta la mitad de este año, la Dirección del Ambiente y Áreas Verdes del Municipio indicó que iban 1.500 palmeras trasplantadas en la avenida Francisco de Orellana y la autopista Narcisa de Jesús. Y se esperaba llegar a 3.000 en nueve vías de la ciudad.

Andrea Fiallos, de la fundación La Iguana, cree que hoy se siembran árboles de manera deliberada, sin investigación ni un proceso de calidad que permita tener especies que puedan sumar a la ciudad. “Se siembran árboles en avenidas y no se ha estudiado la especie correcta para sembrar y que se adapten a ciertas condiciones”, dice.

Ella considera además que no es óptimo sembrar especies en maceteros grandes, cuando Guayaquil tiene suelo.

En lo sanitario, cree que se puede mejorar en el tema del sistema de manejo eficiente de la basura para poder hacer separación de desechos y de eso obtener otros recursos.

Xavier Salgado, ambientalista y presidente de Medio Ambiente Sustentable Guayaquil, sostiene que uno de las deudas pendientes en estos 30 años es la recuperación del estero Salado.

El especialista coincide también en que Guayaquil no cuenta con un espacio verde suficiente por habitante y requiere de parques ecológicos para desarrollar actividades. “Esta es una ciudad que se podría manejar de una manera sostenible e inteligente. Hay que tener corredores ecológicos”, dice. (I)