La comunidad de la ecoaldea de la isla Santay tiene a cargo, por ahora, el arreglo de los daños y mantenimiento de las camineras y otras áreas que se hallan con huecos y deterioros que perjudican a los turistas que buscan un paseo tranquilo por la ruta que va desde el puente que une a Guayaquil con la isla. No así el tramo que lleva hacia el puente que conecta con Durán, que está cerrado y con daños.

Un comunicado del Ministerio del Ambiente, frente a un pedido hecho por este Diario con ocasión de un reportaje de la semana pasada sobre el descuido en este sitio turístico, señala que han estado donando madera a la ecoaldea para el arreglo de pasarelas de entrada y principales, además, los habitantes reciben el material y de forma organizada, ellos mismos realizan la construcción y mantenimiento de los viaductos.

“La ecoaldea se encuentra en un proceso de mantenimiento por parte de la comunidad, con el apoyo del Ministerio, que ha donado varios metros de madera para el arreglo de pasarelas de entrada y pasarelas principales, en donde la mano de obra la pone la comunidad”, enfatizó.

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Asimismo, se indicó que el Miduvi no entrega la infraestructura. “El sendero no ha sido entregado de manera definitiva al Ministerio del Ambiente y Agua por parte del Miduvi. Sin embargo, nos encontramos en conjunto con la comunidad trabajando en el mantenimiento de las pasarelas, con base en los recursos disponibles”.

Pero frente a la poca acción de las autoridades, que se da desde incluso antes de la pandemia, los comuneros, sobre todo un grupo de mujeres, dan ejemplo de organización y trabajan para atraer visitantes, obtener ingresos y recuperarse.

Una organización de diez personas administra el comedor de la Santay y con las ganancias pagan una deuda generada por aportes atrasados al IESS de esas 10 personas, acumulada en la etapa más dura de la pandemia. Según Mariana Domínguez, presidenta del grupo, llegaron a acumular una deuda de 15.000 dólares y para pagar hicieron un crédito bancario de 12.000 dólares, que aún siguen pagando.

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Antes de la pandemia, además de los 10 miembros de la asociación, daban trabajo a otras 15 personas de la comunidad, que ahora no tienen ingresos pues recién intentan reactivarse; el pasado fin de semana fue el primero en que atendieron sábado y domingo en horario completo durante el día, luego de que el Ministerio del Ambiente dispusiera la apertura total de las áreas de reserva en el país, entre ellas la Santay, de lunes a domingo, de 08:00 a 17:00.

Con los ingresos no solo pagan la deuda, obtienen algo para sus necesidades familiares, sino que pagan el jornal diario de un obrero que repara los daños de la caminera de ingreso.

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“Invitamos a las personas que vengan porque nosotros ya estamos activados y que nos ayuden a seguir adelante porque tenemos deudas por pagar, estamos trabajando sin sueldo y pedimos a las personas que nos escuchen y regresen a Santay, ya tenemos nuevamente activados el comedor, bicicletas”, resaltó Domínguez.

Un atractivo de la isla Santay es la coodrilera, donde visitantes pueden apreciar de manera segura a varios reptiles, a poco distancia de la ecoaldea. Foto: Melissa Moreno

En los restaurantes ofrecen variedades de platos como seco de pollo, arroz con menestra y chuleta, corvina frita con patacones, arroz con calamar y camarón, que tienen un costo de $ 3,50 a $ 5,00.

Además, se ofrece el alquiler de bicicletas para recorrer por los senderos desde el acceso al puente, en la calle El Oro. El valor es de $ 4 las tres horas. (I)