La naturaleza de sus trabajos hace que muchas personas no reciban el Año Nuevo junto con sus familiares, ya que deben cumplir con la obligación laboral. En esos casos, hay quienes se organizan para despedir el año de manera anticipada con los suyos: almuerzos y paseos son las opciones antes de comenzar la rutina de trabajo.

Asimismo, en Guayaquil hay profesionales que aunque la obligación laboral no les impide pasar con sus parientes el 31 de diciembre deben trabajar al día siguiente y así compartir el tiempo también con las personas a las que asisten de una u otra forma.

En el marco del año nuevo, este Diario conversó con un bombero, una enfermera y una controladora aérea sobre cómo se organizan para esta fecha. Aquí sus testimonios y anécdotas.

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Isaías Duchi, bombero: Para todos pienso que es difícil hasta acostumbrarse a este ritmo de trabajo que nosotros tenemos

Isaías Duchi es bombero con nueve años en la institución de Guayaquil. Su jornada laboral será desde las 07:00 del 31 de diciembre hasta las 07:00 del 2 de enero de 2023, en la estación de La Garzota. Foto: El Universo

De los nueve años que Isaías Duchi tiene en el Cuerpo de Bomberos de Guayaquil, esta será la tercera ocasión que trabajará durante el feriado de fin de año. Empezará su guardia el 31 de diciembre, a las 07:00, y terminará a las 07:00 del 2 de enero de 2023.

Esta es la época en que los bomberos de los distintos cuarteles de la ciudad tienen más alertas, cuenta él. Deben intervenir en accidentes de tránsito, en incendios declarados o en casos de uso indebido de artefactos explosivos que se manipulan sin la prevención y normas de seguridad respectivas.

”¿Qué emergencias se atienden? Por ejemplo, que dejan una vela prendida, salen los accidentes de tránsito, salen personas (heridas) por el asunto de los juegos pirotécnicos. Salimos por limpieza de calzada, en los choques. Sale de todo ese día. Ese día sale de todo, sale hasta lo que no salió durante todo el año”, relata el bombero que pertenece a la estación de La Garzota, en la avenida Isidro Ayora.

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Con una jornada que cumplir, Duchi anticipa la despedida del año el 30 de diciembre con su esposa y sus dos hijas de 18 meses y 7 años, puesto que prevé retornar a su casa a las 09:00 del 2 de enero, luego de cumplir con su jornada laboral.

Ya en el cuartel, el 31 de diciembre también tiene su toque especial, entre compañeros comparten una cena que suelen mandar a preparar.

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Antes de la medianoche, a quienes viven más cerca del cuartel los visitan por un breve momento sus familiares. Y los que no tienen esa suerte reciben videollamadas de sus seres queridos.

“Siempre toca una salida, a veces cuando uno menos se lo espera le toca la salida. Está ya sentado en la mesa y dicen salga tal unidad, nos quedamos el resto y cenamos el resto, pero no es lo mismo. No estamos todos”, menciona el bombero de 35 años.

En la medida de lo posible los compañeros se abrazan, se desean feliz año y continúan sus labores. Duchi dice que entre ellos se vive un ambiente de familiaridad, pues comparten mucho tiempo de trabajo, se conocen entre sí y dialogan tanto de temas laborales como del ámbito personal.

“Para todos pienso que es difícil hasta acostumbrarse a este ritmo de trabajo que nosotros tenemos, porque es un ritmo no pesado, pero es un ritmo que te exige bastante tiempo lejos de tu familia. Es bastante tiempo trabajar dos días, y parece como que esos dos días que estamos libres se van muy rápido también”, refiere.

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Añade que por eso es importante mantener buena comunicación con los suyos, para que sepan que el tiempo que pasan fuera del seno familiar es por cumplir con una responsabilidad laboral que lleva consigo una vocación de servicio.

Íngrid López, controladora de tránsito aéreo (radar): He aprendido que no solo esta fecha es especial, sino el tiempo que pasamos juntos en familia

Íngrid López es controladora de aproximación en el radar y trabajará el turno del 31 de diciembre y 1 de enero. Foto: El Universo

Para Íngrid López es la quinta vez que por turno le toca laborar en Año Nuevo. Uno de los últimos fue en el 2020, durante el año más crítico de la pandemia. La colaboradora de la Dirección General de Aviación Civil (DGAC) lleva 16 años en la institución, es casada y tiene tres hijas, de 15, 8 y 4 años. Su esposo también ejerce su misma función.

“Nos acomodamos para celebrar las festividades (con la familia) porque yo soy de Bahía de Caráquez y mi esposo de Quito. Él trabajó en Navidad y lo que hicimos fue adelantar la cena y hacerla almuerzo para estar en casa, eso haremos en Año Nuevo”, dice López.

Algo que ha aprendido y les ha enseñado a sus hijas es que cualquier fecha es especial si se la pasa en familia. Ellos conocen que están brindando un servicio que no puede detenerse en ningún momento del año. “He aprendido que no solo esa fecha es especial, sino el tiempo que pasamos juntos en familia”, afirma.

Ella tomará el turno que se inicia a las 19:00 del 31 de diciembre y se extiende hasta las 07:00 del 1 de enero. Sus funciones las ejecuta en el radar ubicado en la avenida de las Américas.

Íngrid asegura que en su trabajo ha formado una especie de familia. En los cruces de año suelen ponerse de acuerdo y cada uno lleva algo para compartir antes de las 00:00.

“A veces los pilotos por los micrófonos nos dicen Feliz Año, algunos que no hablan bien español se esfuerzan y empiezan a decir sus deseos por la radio. Es un momento feliz y triste a la vez porque todos sabemos lo duro que es estar lejos de las familias”, afirma.

La anécdota que más recuerda Íngrid es cuando trabajaba en la torre de control del aeropuerto. Allí, relata, en un fin de año pudo observar cómo la ciudad se iluminaba con los juegos pirotécnicos en diferentes puntos. Los pilotos también visualizaban el mismo panorama a poco de aterrizar.

“Hay que dar gracias porque tenemos trabajo y más aún cuando se ha pasado una pandemia, uno se mantiene con salud y la familia unida”, dice. (I)

Antonieta Perlaza, enfermera del Hogar Corazón de Jesús: Da tristeza porque cuando uno sale (del turno), deja a los adultos mayores en sus salas, ellos nos miran con tristeza

Antonieta Perlaza (d) trabaja desde hace 18 años en el Hogar Corazón de Jesús, de la Junta de Beneficencia de Guayaquil. Allí asiste a los adultos mayores que residen en el lugar. Foto: El Universo

El fin de año es una época de alegría, pero también de nostalgia para Antonieta Perlaza, licenciada en Enfermería que trabaja desde hace casi dos décadas en el Hogar Corazón de Jesús, de la Junta de Beneficencia de Guayaquil. Ella laborará el 31 de diciembre y el 1 de enero, entre las 15:00 y 23:00, asistiendo a los adultos mayores residentes del lugar.

Se encarga del área de Observación y también supervisa las siete salas del Hogar. En la jornada le ayudan otras compañeras, es un trabajo de equipo, dice la mujer de 49 años.

Y explica que si bien le da gusto recibir el nuevo año con su familia, dejar a los ‘abuelitos’, como les llama, le genera un sentimiento de tristeza, ya que algunos de ellos no reciben visitas o llamadas de sus parientes y ven al personal del Hogar como sus familiares. Otros, en cambio, no tienen parientes.

“Da mucha tristeza porque cuando uno ya sale (del turno), deja a los abuelitos, a los adultos mayores en sus salas, ellos nos miran con tristeza. Hay unos que sí se dan cuenta de qué fecha es y se ponen nostálgicos. Pero ahí estamos nosotros, estamos allí para apoyarlos, para conversar, hacerlos reír, que disipen un poco esta fecha triste que es para ellos (...); para mí es un poco triste, porque ellos se quedan y uno viene acá a su casa, con los suyos”, expresa.

Perlaza llega poco antes de la medianoche del 31 de diciembre a su casa luego de cumplir la jornada laboral. Su hija mayor, de 24 años, la ayuda, se encarga de la cena, y cuando ella llega, se baña, se cambia y asume cualquier detalle que haga falta para el momento de compartir con los suyos. Tiene también un hijo, de 23 años.

En casa recibe a sus hermanos y algunos tíos siguiendo la tradición que dejó su madre, quien falleció de COVID-19 durante la pandemia. Comparten todos y luego cada quien se retira a descansar.

Y en el caso de la licenciada en Enfermería se acuesta pensando en que al día siguiente se encontrará con los adultos mayores a los que asiste para augurarles los mejores deseos en el nuevo año y empezar con ellos una convivencia de doce meses calendario.

“Para mí son todo (adultos mayores), porque he aprendido muchas cosas de ellos. Ellos con sus anécdotas, con sus historias son un libro y de los buenos. Son bellas sus historias, sus anécdotas. Cuentan de su familia, del trato con sus parientes”, refiere con voz entrecortada. (I)