Un parque vacío se extiende por varias cuadras a través de La Pradera I, un barrio situado al sur de Guayaquil. Además de las grandes cercas que lo rodean, lo que llama la atención de este espacio son sus colores gris y marrón.

En las aceras del barrio, varios árboles se han plantado a lo largo de los caminos entre las casas, pero este paisaje queda desteñido por la basura que se acumula en las veredas y las esquinas, obstaculizando el paso. Este es el escenario que observan a diario los habitantes de La Pradera, una ciudadela conformada por tres etapas, cuya calle principal es la Avenida Domingo Comín.

Vista de la Pradera I desde la Av. Domingo Comín.

Uno de los principales problemas que viven los moradores del barrio es la falta de áreas verdes, por lo que algunos han tomado en sus manos la regeneración de espacios de recreación en sus zonas.

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Es el caso de una moradora de La Pradera I, que cada día riega las plantas del parque frente a la casa de su madre para darle el mantenimiento que necesita.

Lo que antes era una zona segura, amigable y poblada, se ha convertido en un lugar peligroso y deteriorado. La mujer, que no reveló su nombre, sacó a la luz otro de los inconvenientes con los que lidian los habitantes del barrio: la inseguridad.

La inseguridad se siente en La Pradera

Según la moradora, el parque que ella visita cada día tiene dos entradas, construidas por el Banco de la Vivienda, pero permanecen cerradas la mayoría del tiempo por el miedo a la delincuencia: “Por una parte sí es bueno cerrar las puertas, por la delincuencia”, expresó.

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“En las motos andan robando, se sabían meter y salir los ladrones. Se paran por los bloques, a ver quién entra y al momento en que la gente llega del trabajo vienen caminando”, añadió la habitante de la zona. Las peatonales en las que se ubican la mayoría de las casas están protegidas por grandes portones que se cierran a determinadas horas para evitar que los antisociales entren a las casas.

Una carpa de la Policía Nacional pasa vacía en uno de los parques de la Pradera II.

Rosa Arrata, conocida afectuosamente por sus vecinos como ‘Rosita’, vive en la Pradera I desde la década de los ochenta, cuando se mudó con su esposo bajo la promesa de que era una zona segura y próspera. Ahora, en su avanzada edad, se ha organizado con los otros moradores de su peatonal para cerrar las puertas y prevenir la delincuencia.

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Aún así, a Rosita y a su familia le sigue dando miedo desplazarse hasta la tienda cerca de su casa, o salir a tomar el transporte público en horas avanzadas de la noche.

Ciudadela Valdivia, un proyecto abandonado

El Parque Polideportivo de la Pradera II

Un amplio espacio, con juegos infantiles, canchas de fútbol, básquet y zona de ejercicios, es uno de los sitios más concurridos por los habitantes de la Pradera II. Se trata del Parque Polideportivo de la Pradera II, donde se reúnen, según una habitante de la urbe, “personas de todas las edades”.

Personas caminan alrededor del Parque Polideportivo de la Pradera II.

Alrededor de las 8:00 de la mañana, la música resuena en un área del parque por un enérgico grupo que se congrega a hacer bailoterapia. Cruzando una cancha, metros más adelante, personas mayores caminan alrededor del sendero y se dirigen a las máquinas de ejercicio.

Clara Castro es una instructora de gimnasia para las personas mayores. Ella acude al Parque Polideportivo las mañanas de los lunes, miércoles y viernes para impartir sus clases y rememora la época antes de la pandemia, cuando iba casi todos los días por la cantidad de personas que se apuntaban a gimnasia.

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Canchas y zonas de ejercicio del parque al que acuden los vecinos de La Pradera.

“Cuando crearon este parque hubo bastante entrada de dinero, con lo que pagaban de bailoterapia se mantenía el parque”, dijo Castro. “Antes de que nos den el parque esto era feo, habían unas gradas feas, personas que entraban y fumaban”, comentó la instructora.

Castro destaca también el trabajo de la directiva comunal que le da el mantenimiento al parque, especialmente Martha Sánchez, la presidenta del comité. “El Municipio lo entrega, ciertas cosas repara, pero el mantenimiento diario lo damos nosotros”, señaló.

Un barrio movido

El parque en el que se reúnen los vecinos se encuentra a un minuto de la Unidad Educativa José Vicente Trujillo. En las tardes, después de su jornada de clases, los estudiantes también hacen uso de las canchas y de los comercios que se exhiben en la misma calle.

Los locales de comida en la Pradera II reciben a decenas de comensales a diario. Foto: archivo

Además de los locales de comida que ofrecen desayunos, fritadas y shawarmas, en la zona hay panaderías, gimnasios, talleres mecánicos, farmacias y minimarkets, frecuentados por los habitantes de la Pradera I, II y III. A tan solo minutos de caminata, en la Av. Domingo Comín, hay dos paradas de la Metrovía: Pradera I y Pradera II.

En esta zona desfilan decenas de camiones a diario, todos con dirección a alguna de las fábricas o terminales portuarios que tienen su base alrededor del barrio, especialmente en la Pradera III. Esto también ha sido motivo de queja por el ruido y el movimiento que sienten las casas que están al paso de los camiones. (I)

Los camiones incomodan constantemente a los vecinos y cortan el paso de transeúntes y otros vehículos.