La inseguridad que se percibe en Guayaquil afecta directa e indirectamente a diferentes sectores económicos. El miedo que han generado en los ciudadanos los últimos hechos violentos, que incluyen el uso de explosivos, los ha vuelto a encerrar en sus domicilios y, por ende, pasa factura a los negocios.

Esta reconfiguración en los hábitos de los consumidores ralentiza el crecimiento y recuperación en las diferentes actividades del Puerto Principal, destaca la Cámara de Comercio de Guayaquil (CCG).

Esto, a pesar de que la reacción del Gobierno ha sido reforzar la seguridad en las calles con la presencia de personal policial, en el marco de un estado de excepción.

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Si bien se ha buscado reactivar la economía tras el duro golpe que dejó la pandemia, la inseguridad es otro mal que parece boicotear ese despegue.

Así están las cifras de la inseguridad en el primer semestre del 2022 comparadas con los tres años previos

Inversiones en seguridad extra y cierres anticipados son algunas de las medidas que han tomado los establecimientos.

“La situación de inseguridad es un factor que genera temor, ralentiza el crecimiento y no permite que se avance a la velocidad deseada”, destaca Miguel Ángel González, presidente de la CCG.

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Guayaquil hasta junio de este año registró ventas por $ 22.995 millones, un 12,5 % más que en 2021, y un 12,4 % más si se toma en cuenta el primer semestre del 2019, año prepandemia, según el último reporte de ventas de la Cámara de Comercio de Quito (CCQ).

González cita que, en determinados sectores de la ciudad, los comercios optan por trabajar menos horas para no quedar expuestos a robos o asaltos. Y, en el caso de los más pequeños, al no poder costear seguridades extras, se deciden hacer cierres permanentes. Un escolta puede bordear los $ 1.000 mensuales.

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“Los pequeños y medianos emprendedores tienen una capacidad limitada en términos de acciones que pueden tomar, debido a que podrían no tener los recursos para incrementar la seguridad, o el hacerlo implicaría que sus negocios ya no sean viables”, explica el titular de la CCG.

Pese a lo que sucede en el entorno, los comerciantes preparan estrategias para mitigar el impacto económico y que, al final del año, el total de ventas sea el esperado. Por ejemplo, aún se colocan expectativas en fechas de rotación alta, como Viernes Negro, Navidad y feriados.

A inicios de agosto, cuando se registró el asesinato del dueño de un local en Pascuales, ciertos negocios evitaron abrir sus puertas. Foto: El Universo

Para el sector turístico, en cambio, el impacto de la inseguridad en la ciudad se refleja en el deterioro de la percepción de la imagen hacia los visitantes, tanto nacionales como extranjeros.

La noticia del último atentado en el Cristo del Consuelo traspasó fronteras. Medios de Estados Unidos, España, Reino Unido y Alemania, países de los cuales provienen turistas a Ecuador, se hicieron eco de la tragedia que ocasionó 5 muertos y 17 heridos.

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Holbach Muñeton, presidente de la Cámara de Turismo del Guayas y de la Federación Nacional de las Cámaras Provinciales de Ecuador, dice que los visitantes catalogan a toda la ciudad como peligrosa.

Esto, a pesar de los esfuerzos que se han realizado en puntos turísticos, por ejemplo, con la colocación de agentes en la calle Panamá.

“Estamos hablando de que, si no llegan turistas a la ciudad, se afectan otras industrias, como las de alimentos y bebidas. Si trabajo menos, necesito menos trabajadores; se genera un impacto incluso en la generación de plazas de empleo”, anota Muñeton, quien dice que más adelante se deberá emplear un plan o campaña para crear una buena percepción de seguridad no solo en la ciudad, sino en el país.

Nicolás Romero, miembro del directorio de la Asociación de Restaurantes del Guayas (Asorest), dice que uno de los principales factores que afectan al sector es la disminución de ventas en horario nocturno, especialmente en zonas en donde se han registrado hechos violentos o delictivos, por ejemplo, zonas del norte y sur de la ciudad.

Pocos días después de la explosión, militares ingresaron a la zona cero, en el sector de Cristo del Consuelo. Foto: El Universo

La noche representa, en muchos de los casos, el 50 % de la facturación en los establecimientos. “El costo para el sector es al menos del 10 % al 12 % menos en sus ventas. En los sectores más afectados esta cifra puede duplicarse”, afirma.

Según Romero, la sensibilidad en la población es alta después de hechos que generan conmoción. Cita como ejemplo que, con el amotinamiento en el que falleció más de un centenar de reos en septiembre del 2021, el comportamiento del consumidor cambió. Asimismo, luego de la noticia de la explosión en Cristo del Consuelo.

Sin embargo, desde el sector aseguran que es temprano para dar una cifra de cuánto les ha representado en pérdidas la ola de violencia. Lo que sí es palpable es que un tercio de restaurantes ha contratado seguridad extra y ha adelantado sus horarios de cierre, lo que les representa un aumento de costos y reducción en ventas.

‘Si esto no mejora en un par de meses, no tenemos esperanza’, cuenta Pedro Serrano, presidente de la Asociación Hotelera del Guayas (Ahotegu)

Para Pedro Serrano Wagner, presidente de la Asociación Hotelera del Guayas (Ahotegu), los operadores de turismo receptivo palpan los impactos de la oleada de violencia, ya que el mercado de ocio cambia su destino si el país o la ciudad no ofrece garantías.

En el caso de los hoteles, señala, el efecto es directamente proporcional al evento: modo de hacerlo, víctima, lugar de los hechos. Si se trata de un lugar concurrido, la reacción es muy fuerte, porque la noticia trasciende.

“Los efectos luego de un evento son inmediatos, y se generan cancelaciones y anticipos de salidas; dura un tiempo hasta que el ambiente se torna más suave. Cuando el evento es fruto de movilizaciones sociales, el efecto es mayor y más duradero, y sujeto al riesgo de repetirse”, afirma Serrano.

Por el momento, al igual que los demás sectores, para la Ahotegu es difícil cuantificar los efectos económicos que se derivan de la inseguridad. (I)