Desde hace siete meses los exteriores de la Clínica Guayaquil, ubicada en las calles Padre Aguirre y General Córdova, tienen una especial vigilancia de Petita Torres, una agente de tránsito que patrulla la zona en su silla de ruedas.

Con su silbato y otros implementos para colocar citaciones, de ser el caso, ejecuta las tareas de control como cualquier otro de sus compañeros. Esta zona del centro de la ciudad la recorre a diario por más de cinco horas, ella se encarga de vigilar el tiempo en el que los vehículos están parqueados, además de supervisar que las rampas y estacionamientos para personas con discapacidad estén despejados o bien utilizados.

Su movilidad reducida, lejos de convertirse en un impedimento para ejecutar sus tareas se ha convertido en su fuente de resiliencia. Hace 22 años perdió el movimiento de sus piernas por un golpe brusco que sufrió en las vértebras L4 y L5 tras caer de una escalera. En ese año su vida dio un giro.

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“En ese tiempo yo estaba preparando todo para irme a Italia, tenía a mi hija y a mis dos hijos pequeños. Fue en un abrir y cerrar de ojos que la vida me cambió y todo se me vino abajo. Me caí de la escalera y en el suelo estuve tirada con uno de mis hijos llorando que no me vaya, que no me muera”, relata.

La agente, de 53 años, estuvo internada cinco meses en el hospital Luis Vernaza y luego pasó casi dos años en cama. En ese tiempo, las trabajadoras del Instituto de la Niñez y la Familia (INFA) le brindaron soporte para sus terapias de rehabilitación y para no caer en un estado depresivo.

Poco a poco, el cuerpo de Torres empezó a responder y recuperó en cierta medida la sensibilidad y movilidad en brazos, manos y la pierna izquierda. De hecho, el recuperar la fuerza en una de las piernas es lo que le ha permitido realizar tareas dentro de su hogar, en el trabajo y por fuera de manera independiente.

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En su casa, ubicada en el sur de la ciudad, tiene sillas especiales para cocinar y para ejecutar quehaceres. “Yo suelo vestirme, llamo a un taxi y pido que me lleven al centro. Me sostengo en la pierna para impulsarme y subirme al carro, luego me ayudan doblando y guardando la silla. Asimismo, cuando llego ya al sitio que quiero me brindan la misma ayuda”, cuenta.

La agente de 53 años forma parte de la institución desde hace seis años. Foto: El Universo

Torres es agente de tránsito desde hace seis años y en su paso por la institución ha estado vigilante de zonas del norte y centro de la ciudad, especialmente de aquellos espacios destinados para personas que se encuentran en su misma condición. Antes de tener este cargo se desempeñó como operadora de cámara en un canal de televisión.

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Ella considera que la lucha para que se respeten los espacios para personas con movilidad reducida ha tomado un tono diferente desde su condición. Por ejemplo, ahora afirma que tiene un especial impulso para crear esa empatía en los conductores y también alza su voz para que se avance en la adecuación de zonas del centro de la ciudad.

Tanto en sus recorridos por trabajo, como en los que realiza cuando se encuentra libre, ha detectado que en calles como Rumichaca, Colón, 10 de Agosto y cerca de la Bahía es difícil moverse con la silla de ruedas. En esos sitios, cuenta, existen ciertos desniveles o rampas descontinuas, lo que complica su movilidad.

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“Cuando no puedo cruzar algún sitio le digo a cualquier persona que me ayude y así me muevo”, dice.

Junto a tres compañeros más, desde la Agencia de Tránsito y Movilidad (ATM), Petita se sumerge en esa búsqueda por ser visibilizados en la sociedad. Día a día, dice, se logra sensibilizar poco a poco a conductores para que comprendan la importancia del respeto de rampas y parqueos exclusivos. Uno de sus colegas, por ejemplo, está en la zona de Mall del Sol para realizar su mismo trabajo.

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Con el soporte que le brinda su esposo, Jorge Acosta, desde hace 33 años y con cuatro nietos, la agente aconseja a las mujeres que estén transitando por una recuperación de accidentes y que les hayan dejado secuelas, que tengan paciencia y fortaleza porque las limitaciones están solo en la mente. “Tenemos una voz, queremos oportunidades siempre para demostrar nuestras capacidades, nuestro potencial”. (I)