Deniss circulaba en su moto por la calle Oriente sin pensar que en la intersección con la calle 38 un bus de la línea 41 le pasaría por encima. El conductor del colectivo, de 69 años, se pasó la luz roja del semáforo y, pese al siniestro que provocó una muerte, siguió su marcha hasta que otro carro lo bloqueó. Ocurrió el 9 de enero de 2020.

La intención de recorrer más metros en menos tiempo, incluso, por sobre las leyes de tránsito, se registra a diario en las calles de Guayaquil. El 13 de noviembre pasado, María García se asustó cuando un bus que se pasó el semáforo en rojo casi la choca en una suerte de competencia con otro micro.

El exceso de velocidad es la principal infracción de los buses de la transportación pública que operan en Guayaquil, según los registros de la Agencia de Tránsito y Movilidad (ATM): 5.828 de las 6.861 infracciones que se cometieron en el 2020. En calles amplias o angostas se ven ‘carreras’ de buses de la misma línea o de líneas distintas con similar recorrido, que tratan de recoger a la mayor cantidad de pasajeros, cuentan usuarios.

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“Es notoria la carrera porque tienen que llegar en el tiempo que le ponen. En otros casos por la misma competencia con el otro carro no cogen a niños y ancianos (solo a pasajeros que pagan pasaje completo)”, dice la usuaria Nelly Torres.

El presidente de la Federación de Transportistas Urbanos del Guayas (Fetug), Christian Sarmiento, reconoce el problema. Él responsabiliza a conductores que carecen de conciencia ante el peligro y señala la escasa mano dura al interior de cooperativas o de propietarios de los buses.

“(En caso de reincidencia) no puede laborar, ya no le puede dar la oportunidad de seguir trabajando. Yo concientizo con el conductor, pero no puedo entrar a conversar con 200 conductores cada vez. Le pido al señor que solucione el tema, si no, no puede seguir operando porque tengo un riesgo”, indica el directivo al citar la medida que toma en la cooperativa que también dirige.

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Este es un problema histórico que las autoridades de tránsito no han logrado erradicar. En 2018, el entonces gerente de la ATM, Andrés Roche, publicó en la red social Twitter las bondades de una plataforma de monitoreo por GPS (sistema de posicionamiento global). “Buscamos terminar con la competencia entre buses por recoger pasajeros y excesos de velocidad”, posteó.

En respuesta a ese tuit, el usuario Jofre Mora refirió otra de las causas del exceso de velocidad de los buses.

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“Aún siguen utilizando las famosas tarjetas (...)”, publicó el ciudadano, quien se refirió a los conocidos tarjeteros, ‘relojes humanos’ o controladores de tiempo, que en la actualidad ya no operan con aparatos que marcaban los minutos de la vuelta cumplida en tarjetas de cartón.

‘Relojes humanos’ en varios sectores

Ahora se los ve con unas libretas u hojas donde anotan el tiempo en que pasan las unidades de ciertas líneas, en varios puntos de la urbe.

Son las 14:00 del 29 de marzo. “¡Pilas, siete minutos! (diferencia de tiempo con otro bus)”, le grita un controlador a un conductor de la 114 que ingresa a un andén de la Terminal Terrestre de Guayaquil. Así operan varias personas en ese lugar.

Controladores registran el paso de buses en hojas. El 22 de enero se captó la presencia de uno de ellos en el paradero del centro comercial Plaza Quil, en el norte de Guayaquil.

Los buses de la línea 114 integran la Cooperativa de Transporte Ciudadelas Unidas, al igual que los micros de la ruta 49, cuya circulación también la registra una persona en Pío Montúfar y Aguirre, en el centro de Guayaquil. “¡Vuela!”, le dice esa persona a un chofer estacionado en esa esquina, para que continúe con el recorrido.

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EL UNIVERSO solicitó a la cooperativa una entrevista, pero no hubo respuesta.

Persona que monitorea el paso de buses de la línea 49, en Pío Montúfar y Aguirre, centro de Guayaquil.

En la calle Rumichaca también operan controladores de otras rutas, según comerciantes, pero no se los identificó.

Más al norte, en la avenida San Jorge, junto al Colegio de Arquitectos del Ecuador, la presencia de un ‘reloj humano’ pasa casi desapercibida en medio de los usuarios que esperan un bus. Su oficio queda al descubierto cuando se acercan los colectivos: levanta la cabeza, ve su reloj, toma un cuaderno y registra el tiempo. Después de unos minutos contesta una consulta por teléfono, aparentemente de un chofer: “La 601 viró el puente, viró la Estatal”.

Controlador de tiempo en av. San Jorge, norte de Guayaquil.

Uno de los buses registrados por esa persona pertenece a la Cooperativa de Transporte José Joaquín de Olmedo. Sin embargo, Antonio Ramírez, a cargo del monitoreo de la flota de esa empresa, afirma que no usan esos controles.

“Ahora lo monitoreamos vía internet. Cada chofer debe llegar en un tiempo establecido, salvo tráfico o accidente”, asegura Ramírez, quien detalla que los tiempos definidos se calcularon al analizar el flujo de vehículos por horas y los niveles de velocidad permitidos.

Una persona relacionada con esa cooperativa, que prefiere mantener su identidad en reserva, cuenta que el controlador no tiene relación con la empresa: “Estas personas que se ofrecen, le ayudan a choferes dándole información sobre quién va adelante y quién va detrás. No está aprobado por la cooperativa, no es algo legal y entorpece el trabajo”.

El titular de la Fetug también deslinda cualquier relación entre esas personas con las cooperativas. “Son personas muy ajenas al transporte (...). Lamentablemente hay conductores que le entregan (dinero por información sobre el tiempo del bus más próximo). Eso debería erradicarse”.

Velocidad vs. Tecnología

El gerente de la ATM, Vicente Taiano, quien asumió el cargo en agosto, califica como ilegal dicha actividad, aunque dice desconocer que esto suceda.

“No hemos encontrado en la práctica, desde que me encuentro al frente de la institución, ese particular. Lo que sí hemos advertido es que hay un gran número de sanciones por exceder el rango de velocidad establecido. Hay algo que está pasando. Ahí hay una alerta que nos lleva a intervenir y a notificar”, dice Taiano, quien añade que hay un contingente de 380 personas a cargo del cumplimiento de las normas de tránsito de unos 3.000 buses.

“Tenemos un sistema de monitoreo vía GPS. En tiempo real podemos monitorear que el vehículo del transporte público no exceda el rango de velocidad, si lo excede, el sistema no solo genera una multa, sino una alarma. Adicionalmente monitoreamos si el vehículo está deteniéndose en los paraderos debidamente regulados”, agrega.

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Multas por retrasos

Más allá de la imposición de multas por infracciones, choferes refieren otro problema, también antiguo, que influye en su jornada laboral.

“Nos multan (por retraso en la vuelta) con $2, $5. Y eso genera accidentes de tránsito. (También) la competencia (por recoger pasajeros) causa caos”, dice Víctor, nombre ficticio para proteger la identidad de un conductor. Él espera que autoridades y dirigentes del sector implementen un mecanismo que promueva la seguridad en las calles, con el que ganen transportistas y usuarios.

Ese es el objetivo, según el gerente de la ATM, de un estudio que realizan para conocer la situación actual de la transportación pública, como uno de los pasos previos a implementar el sistema de caja común. Este modelo de gestión permite que el dinero de los pasajes ingrese a un fondo común, que se distribuye de forma equitativa. Esto frenaría las ‘carreras’ por los pasajeros y mejoraría el negocio en otros aspectos, destaca.

“Esperamos llegar al segundo semestre del 2022 con un sistema tecnológico que permita pagar el pasaje con tarjeta”, avizora Taiano. (I)