Una ciudad dispersa trae conflictos, sobre todo en el transporte y dotación de servicios básicos. Un claro ejemplo de esto es el tema de las invasiones, que aunque ilegales, a la larga son zonas que si se consolidan -como Monte Sinaí, en el presente; o el Guasmo, en el pasado-, tendrán que ser legalizadas y atendidas para dotarlas de agua potable, energía eléctrica, servicios de comunicación (teléfono, internet), alcantarillado, recolección de basura, seguridad, centros educativos, hospitales, etc.

De todas formas, la expansión de la mancha gris -de forma ilegal o legal- acarreará otro problema que es la disminución de zonas verdes y la consiguiente afectación en mayor o menor medida al ecosistema.

El Programa de Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos (ONU-Hábitat) indica que, además del tema de los servicios básicos y transporte, cuando una ciudad crece sin control, consumiendo grandes cantidades de suelo, muchas personas podrían verse obligadas a alejarse de lugares de trabajo y oportunidades, lo que tendría efectos negativos en su calidad de vida y en el medioambiente. Se agrega que la expansión urbana también incrementa la contaminación y los riesgos ambientales porque fomenta el uso del automóvil y un mayor consumo de energía.

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Por ello, la ONU-Hábitat indica que lo ideal sería que las ciudades crecieran aprovechando al máximo el espacio existente. Es decir, crecer de forma compacta. Una ciudad compacta está mejor conectada, ya que se puede llegar fácilmente a más lugares porque se reduce la distancia, la necesidad del uso de automóvil y se acortan los tiempos y costos de viaje.

También se estima que una ciudad compacta tiene además beneficios económicos, porque las zonas comerciales y residenciales no están separadas unas de otras. Como resultado los lugares donde la gente vive, compra y trabaja son fácilmente accesibles, lo que genera dinamismo entre diversas actividades durante más horas al día.

Por último, se destaca que este modelo aumenta la interacción social, porque existen más áreas para la recreación e interacción cultural y social entre grupos más diversos, lo que enriquece la calidad de vida.

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Para promover una densidad adecuada de población -y detener la tendencia de la expansión urbana en todo el mundo,- ONU-Hábitat recomienda un mínimo de 15.000 personas por kilómetro cuadrado. Aunque esta densidad puede tomar varias formas, dichas densidades deben estar bien diseñadas y planificadas para evitar un posible hacinamiento, teniendo en cuenta la forma, la función y el diseño construidos.

Según una publicación de la MIT Technology Review, revista del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT, por sus iniciales en inglés), en el futuro las urbes estarán dominadas por rascacielos mucho más altos y versátiles que los actuales, que gracias a las nuevas tecnologías estarán interconectados entre sí, producirán su propia energía y evitarán los problemas de desplazamiento de las ciudades actuales. (I)