El río Daule tiene un significado profundo en su vida, el cual comenzó a gestarse desde mucho antes de que naciera. Eran años en que su abuelo, el alemán Georg Sonnenholzner Spring, lo navegaba por infinitas ocasiones en sus labores de comerciante. “Yo soy descendiente de un migrante que amo, pero que nunca conocí”.

El radiodifusor guayaquileño Ramón Sonnenholzner Murrieta describe a su antepasado como un soñador, tal como él también se cataloga a sí mismo. Y también escogió ese río para construir sus alegrías, primero cuando de pequeño comenzó a recorrerlo y a bañarse en cada playa de su serpenteante extensión, y luego, ya de adulto, a asentarse en sus orillas para fundar hace 19 años su gran proyecto de vida: el parque Garza Roja. “El parque es una razón para vivir. Es un motivo existencial. Es un espacio para crear, para darles lugar a las utopías. Por eso se llama Garza Roja, porque esa ave no existe en esta zona, pero aquí se ha hecho realidad”, indica este hombre casado y con cuatro hijos. Uno de ellos es el actual vicepresidente, Otto Sonnenholzner Sper.

Este centro cultural y de entretenimiento familiar se localiza junto a Nobol, donde los visitantes suelen gozar especialmente con sus piscinas, toboganes acuáticos y museos, espacios que nacen de la muy particular imaginación de su creador.

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Por ejemplo, hace poco inauguró los toboganes denominados Megalito de las H-Elenas, cuyas escaleras simulan antiguos pasadizos sembrados de pinturas rupestres. “No soy un piscinero. Soy un promotor del arte, porque las personas admiran las pinturas sin mucha explicación. Así asimilan de manera más natural”. Ese principio se repite en cada uno de los varios espacios donde presenta esculturas en el parque. Aunque esta sensibilidad también se presenta como escritor, ya que pronto lanzará su cuarto libro: el poemario Obra manifiesta.

 

Gestor desde el corazón

Sus centros expositivos bajo techo son también íntimos. El Museo de las Muñecas fue inaugurado el 28 de octubre de 2017 con unas 450 muñecas como un regalo para sus pequeñas nietas. Lo levantó con el apoyo de la experta Fabiola Juan Fernández, quien antes había elaborado un museo similar en su pueblo natal, Onil, de la Comunidad Valenciana, España. La pieza más antigua es una muñeca europea elaborada en 1824 con pelo y cuero de cabra, rellena de aserrín y cara de porcelana.

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Mientras, el Museo Phi es un espacio que mezcla la modernidad del pensamiento liberal con la espiritualidad del conservadurismo. También las culturas de Oriente y Occidente. Y mucho arte, su gran debilidad. Allí es posible observar esculturas hechas con caña guadúa, como el don Quijote que recibe a los visitantes desde la entrada. “Nos protege de quienes no creen en los sueños”. Un inmenso dinosaurio de ese material parece tener la misma labor. Es un lugar para también encontrar una representación del Muro de los Lamentos, junto a la réplica de una mezquita árabe.

Y muy cerca hay un espacio de devoción católica. Allí mismo expone una gran escultura de una Virgen María negra, que es copia de un pequeño tallado que encontró hace una década en las orillas del Daule. “En ese momento tenía problemas en mi casa, así que esa noche le encendí velas y al día siguiente todo se solucionó. Fue un milagro”.

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Sus sueños encuentran alas junto al río Daule, pero también aterrizan para rendir homenaje a la naturaleza y al cariño en todas sus dimensiones. “Soy esencialmente un romántico. Así moriré”. Su próximo gran proyecto es un parque que construye allí juntito en honor a un querido amigo que solía regalarle 5.000 rosas en cada cumpleaños, que adornaban las reuniones que celebraba en la Garza Roja por esa ocasión. “Pero en mi último cumpleaños ya no hubo flores, porque mi buen amigo falleció”. Por eso el parque HATT (siglas del nombre de esa persona) exhibirá desde septiembre miles de rosas y otras flores.

La Garza Roja, que se maneja como una fundación cultural sin fines de lucro, se llenará de color de manera permanente. Será otro regalo, otro sueño, que Ramón también entregará a su querido río Daule.