La costumbre era firme: toda joven de Gualaceo que estaba por casarse debía dedicarse, primero, a tejer la macana que vestiría en su matrimonio. Para ello ocupaba de 3 a 4 meses de trabajo, ya que debía ser de un tejido fino y delicado. Pero si no tenía tiempo, o era guambra carishina, como suelen llamar en kichwa a las perezosas, podía “alquilar” a las tías para que le confeccionaran la prenda. Claro que después de la ceremonia se quedaba sin su vestido de novia, porque solo sería prestadito nomás y permanecía con la tía que lo confeccionaba, porque una macana tan fina no se regala ni a una novia y queda como un tesoro de la familia.

José Jiménez, propietario de la Casa Museo de la Macana, me cuenta esta historia mientras me muestra la macana que tejió su abuela hace 90 años, la misma que después usó su madre y su esposa cuando se casaron. Toda una herencia de belleza blanca y azul. “Yo soy la quinta generación de artesanos que elaboran esta prenda que usa la chola cuencana. Aprendí este arte de mis abuelos y mis padres”. Ahora trabaja sobre todo con su esposa, Ana María Ulloa Vera, para elaborar prendas cuyos precios van desde los 15 hasta los 1.000 dólares, según el tejido.

El nombre original de la macana es paño fino gualaceño anudado. Pero en los años 60 llegó una señora que residía en Bali (Indonesia) y observó que este tejido era similar a otro que se elaboraba en esa isla, así que propuso que la llamen de igual manera que allá: ikat. Y así la técnica quedó denominada internacionalmente. “A mí me da mucha pena que personas del extranjero le cambien el nombre a esta hermosa artesanía tan ecuatoriana”.

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Elegancia internacional

La recomendación de visitar la Casa Museo de la Macana provino de la carismática ex cónsul general de Estados Unidos en Guayaquil Patricia Fietz, quien en una entrevista que le realicé hace dos años me indicaba que las prendas favoritas de su guardarropa eran las macanas que había comprado en Gualaceo, provincia del Azuay.

Así que me hizo prometerle que visitaría el taller donde las había adquirido, ubicado sobre la autopista a unos 6 kilómetros antes del ingreso al poblado, en el sector San Pedro de los Olivos, y que entrevistaría al artesano que se considera el principal impulsor de esta especie de chal.

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Jiménez es esa persona, quien me comenta que Salma Hayek y la exreina Sofía de España han lucido los productos que se han confeccionado en su taller. “Salma vino hace unos 8 años para adquirir atuendos para su película Frida”. Mientras, la soberana ibérica recibió la macana en abril del 2014 como regalo del expresidente Rafael Correa. Y las paredes de su local tienen los recortes de periódico y cartas de agradecimiento que lo prueban.

 

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Los nudos artísticos

Al ingreso de la Casa Museo de la Macana hay una valla con su imagen sosteniendo el libro que lo incluye entre los 200 Grandes Maestros del Arte Popular de Iberoamérica. Recibió esa distinción en el 2017 del Fondo Cultural Banamex de México. La visita a su taller cuesta $ 1 y el recorrido dura media hora para aprender los detalles de este tejido.

El proceso comienza separando de 100 a 2.000 hilos de algodón. Esa es la urdiembre, tal como se denomina al conjunto de hilos longitudinales que se mantienen en tensión en un marco. Luego viene el detalle realmente artístico: amarrarles nudos con cabuya. “Cada nudo es un diseño. Pueden salir colibríes, mariposas, montañas, flores, danzantes, maíz…”. ¡Parece increíble! Los diferentes estilos de nudos provocan que cuando los hilos ingresen a las tinajas con colorantes naturales (provienen de plantas, frutas e insectos) queden con espacios sin pintar, según los pliegues del anudado, con lo cual se estampan los diseños que serán rematados en el telar de cintura.

Esa máquina de tecnología cañari pertenecía a su abuelo. “Para hacer un chal se puede demorar desde 3 días hasta 4 meses. Tejemos hilo por hilo. Para este trabajo se necesita mucha paciencia”. Así terminan las macanas que luego se expenden en la tienda de este local.

Jiménez se considera el principal defensor de este arte único en el Ecuador. “El Gobierno nacional debería abrir los ojos para darse cuenta de que la macana existe y así protejan este arte que se está perdiendo. Lo nombraron Patrimonio del Ecuador (2015), pero se ha quedado en el papel. Solo somos una docena de familias dedicadas a esta actividad”. Y cada una aporta con sus hilos y nudos al arte del Ecuador.

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