Iñaki Piñuel y Zabala, nacido en Madrid, España, en 1965, estuvo en Ecuador por primera vez. Nos recibe en una mediana sala de la Asociación de Funcionarios y Empleados del Servicio Exterior Ecuatoriano. Está listo para brindar una nueva charla en un tema que le apasiona: el acoso en sus diferentes campos, escolar, laboral y entre parejas.

Es psicólogo, ensayista, investigador y profesor de Organización y Recursos Humanos en la Facultad de Ciencias Empresariales y Ciencias del Trabajo de la Universidad de Alcalá. Es consultor especialista, asesor y formador de organismos como el Instituto Nacional de la Seguridad Social y el Consejo General del Poder Judicial en materia de violencia psicológica en el trabajo y en la educación.

—¿Cómo es el psicoterapeuta que trabaja en temas de acoso? 

Primero, está especializado en el trauma psíquico. La mayor parte de las víctimas de acoso sea escolar, laboral, acoso en las relaciones de pareja, son personas que desarrollan cuadros de estrés postraumático, y es que tengan meramente depresión o problemas de ansiedad. El estrés postraumático es uno de los cuadros que en psicología requieren un tratamiento especializado que pocos psicoterapeutas dominan y, por tanto, muchas personas se tratan por años sin mejorar su situación.

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—¿Es el bullying ‘cosa de niños’?

El acoso escolar se produce entre niños de etapa escolar o adolescentes que se comportan cruelmente con sus compañeros para arrinconarlos, destruirlos. De este modo, lo que se produce es un niño victimizado que se convierte en más vulnerable a otras formas de acoso. Generalmente, la forma de atacar el acoso escolar pertenece a los centros educativos, pero la mayoría de ellos siguen pensando que no hay que meterse, que son cosas de niños, que es un mal endémico necesario, casi como una maldición que hay que soportar, cuando lo que sabemos es que si hacemos labores de identificación temprana de estas víctimas, los niños pueden ser salvados en esas primeras manifestaciones. 

—¿Y si el niño no quiere ir a la escuela?

Lo primero: hay que creer en su versión porque los propios padres suelen dudar de los niños y banalizan y trivializan el problema. Cuando un niño vive una situación de abuso escolar lo vive como cuando un adulto podría vivir un acto terrorista, una amenaza u otra cosa  muy grave. La vivencia de un niño victimizado es terrible, traumática que llega a somatizar el miedo que tiene de ir al colegio; produce una bajada en el rendimiento escolar, porque llega un momento en que ese niño no puede concentrarse, recordar, estudiar ni rendir, y se convierte en mal estudiante debido al daño psicológico que tiene.

—¿Qué hay del acoso laboral?

El acoso laboral tiene, generalmente, como autor a un jefe directo o a una persona de mayor rango jerárquico, aunque también existe el acoso de compañero a compañero y se dedica a hacerle la vida imposible. Al principio no pasa nada, aunque luego es terrible. Pero cada vez más, la jurisprudencia falla en sentencia en contra de los que hacen la vida imposible a los trabajadores.

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—¿Y los psicópatas integrados?

Son personas con una conciencia inexistente, con una carencia de emociones, con una agenda encubierta de manipulación, utilización, uso y abuso de los demás; estos psicópatas están en nuestra sociedad cada vez en un número mayor y terminan siendo una fuente de toxicidad para compañeros de trabajo; suelen ser los autores de bullying y del mobbing y, especialmente, cuando se emparejan con sus compañeros, terminan destruyéndolos. El psicópata integrado es una persona exteriormente encantadora, aparentemente estupenda, tiene una imagen pública excelente; es el amigo de los niños, y cuando rascas un poco por debajo de esa máscara superficial que presenta, lo que hay es un individuo frío, calculador, astuto, metódicamente manipulador, que utiliza a los demás para uso y beneficio propio, de un modo egoísta y oportunista. 

—¿Cuáles son las claves de la prevención del programa AVE?

AVE es un método de prevención del bullying que yo creé en 2015 y que funciona en muchas escuelas e institutos de enseñanza secundaria en España y en otros países, y que permite erradicar el acoso y la violencia escolar desde el principio, utilizando una política de tolerancia cero y de detección temprana de los casos. A la hora de evaluar periódicamente a los niños podemos conocer cuáles son las primeras manifestaciones del problema y detenerlo a tiempo, antes de que se conviertan en víctimas. AVE obliga a que toda la comunidad educativa pase por un proceso de formación y capacitación exhaustivo; este método hace que se deje de banalizar el problema del acoso escolar.

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—¿Cuál es la tendencia en Latinoamérica?

Está muy generalizado el atacar a las víctimas, pensar que mienten, que exageran. El problema es que la sociedad hasta ahora ha sido muy tolerante con las dinámicas de acoso, de tal manera que las víctimas miran a otro lado, se conforman, no denuncian y va aumentando el número de personas que se sienten impunes a la hora de acosar, tanto en los espacios públicos como en las relaciones privadas. Seguimos teniendo un problema en toda América de minimización de la violencia psicológica, pensando que solamente podemos hablar de violencia cuando se produce un ataque físico. Hay muchas relaciones de pareja donde no hay maltrato físico, pero sí abuso verbal y emocional sistemático. Y se sigue pensando que eso no hace daño porque “no es violencia”, porque no genera heridas externas, pero se abren heridas internas que generan verdaderas víctimas a largo plazo.

—¿Cómo está Ecuador en este tema?

Hay una cierta sensibilidad, pero faltan métodos en las instituciones, en las escuelas y en las empresas; adoptar sistemáticamente procedimientos de detección temprana. Se sigue reaccionando a los casos cuando estos ya no tienen solución; se sigue actuando cuando hay denuncias o quejas y eso quiere decir que se trabaja muy tarde y las víctimas ya se han generado. En Ecuador estamos llegando tarde para hacer prevención. La única política correcta en materia de acoso es la prevención: bloquear para que no se produzca el acoso y, para eso, necesitamos acostumbrarnos a medir estas dinámicas, a evaluarlas tempranamente y a recuperar, en las primeras fases, a las víctimas.