El semáforo amarillo es una señal de advertencia: tenga precaución, reduzca la velocidad, el rojo está cerca, espere. Pero nuestro historial dice otra cosa. A muchos, el amarillo les grita: ¡Acelere!

Los niños, por su parte, han estado más de 60 días esperando en casa. También quieren salir. ¿Cómo explicarles el distanciamiento si nosotros tampoco lo entendemos?

La doctora María de los Ángeles Núñez, psicóloga clínica, considera que la rebeldía de algunos niños y adolescentes ante las medidas no apareció en la cuarentena. “Habría que ver cuál ha sido el estilo de disciplina de los padres, con explicación o con imposiciones y amenazas”.

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Al hablar con sus hijos, afírmeles que entiende su deseo de ver a los abuelos, a sus amigos, ir al cine, comer pizza, pero recalque que las disposiciones son para el bien de todos. En algún momento podrán salir, pero no interactuar con otros niños. No será para siempre, pero por el momento nadie, ni las autoridades ni los especialistas pueden decir cuándo dejará de ser. Tampoco los padres.

¿Cómo manejar esa incertidumbre con los chicos? “A todos, a cualquier edad, nos genera angustia. Nos enfrenta a la realidad de la muerte”. Como no tenemos todas las respuestas, es momento de contestar sinceramente. Mamá y papá tampoco saben cuándo terminará esto, y también sienten temor, pero protegerán a los niños para que no se enfermen.

La nueva educación

La región Costa empieza a vivir la educación a través de las plataformas en línea. Núñez recomienda:

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  • No hacer de lo académico el centro de atención. Los niños se emocionarán de ver a sus amigos y querrán jugar y hablar.
  • Organizar los tiempos y los espacios de la clase y de las tareas escolares, combinándolos con el teletrabajo.

Lea más: ¿Es posible la educación en casa (homeschooling) en Ecuador?

  • Hablar de las disposiciones de salud en tono positivo. “Las autoridades no son el enemigo. Es el virus. Los que nos cuidan también tienen miedo, y muchos de ellos se han contagiado”.
  • Evitar, asimismo, que los padres tomen roles del ‘bueno’ (consiente la salida) y del ‘malo’ (pone límites).
Corresponde a los adultos la responsabilidad de contener y proveer emocionalmente a los niños, y no al revés.

¿Y en lo familiar? Si extrañan a primos y abuelos, compartan en lo virtual instancias especiales y momentos de la vida diaria, como tomar el desayuno. Si no hay estos medios, corresponde a los adultos actuar con sobriedad. Entendiendo la necesidad afectiva, esperar hasta un mejor momento para poder vernos.

Es momento de contestar sinceramente. Mamá y papá tampoco saben cuándo terminará esto, y también sienten temor, pero protegerán a los niños para que no se enfermen.

La psicoterapia al rescate

Ahora, el encierro produce un círculo vicioso a ratos nocivo, porque las actividades no salen del mismo espacio. Como advierte la psicóloga clínica Laura Noroña Vinueza, se puede intentar calmar al niño a través de un exceso de tecnología, pero esto solo crea más inquietud.

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Los adultos viven ansiedades particulares. “El teletrabajo”, comenta la psicóloga, “ha sido mucho más fuerte que ir a la oficina”. Cambian los tiempos, la energía, las demandas del trabajo y de la casa. Esto, si papá y mamá no han perdido su trabajo o a un familiar por la COVID-19.

El teletrabajo ha sido mucho más fuerte que ir a la oficina. Cambian los tiempos, la energía, las demandas del trabajo y de la casa.

¿Quiénes reciben esta ansiedad, aunque no sea verbal? “Los chicos”, apunta Noroña. Y el panorama ha sido especialmente tenso para los niños con trastornos del espectro autista (TEA), puntualiza la especialista en trastornos profundos de comunicación y sociabilidad.

Invención con criterio

En los TEA (trastornos del espectro autista) hay niveles de afectación: crónicos, medios y también niños de alto funcionamiento. De la media para arriba, han pasado bien; el 80% de los casos, los que se alegran de continuar la terapia en modalidad virtual. Y sin embargo, sostiene Noroña, “les quedamos debiendo; ellos son presenciales”. De la media para abajo, donde están los crónicos, esto es más serio. Necesitan sus espacios terapéuticos.

El distanciamiento social es positivo para el niño que maneja el lenguaje, el pensamiento simbólico, la expresión de sus emociones y que tiene hermanos y padres con inventiva y tiempo para jugar en casa. Pero así no es con todos y menos con los niños autistas.

¿Qué hacer? “Creo en la invención con criterio y en apegarse a las normas”, dice Noroña. Bajo esas premisas, salió a buscar a sus alumnos, porque el estrés en ellos y en sus padres se estaba tornando severo. “Entendemos la pandemia”, decían, “no queremos enfermarnos, pero no se ha contemplado que mi hijo pueda ir cinco minutos al parque, con un permiso y con todas las medidas de bioseguridad”.

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Un gran porcentaje de familias ha suspendido la psicoterapia de sus niños durante la cuarentena.

Así que se han programado encuentros sociales reducidos: la terapeuta, los padres, el niño y sus hermanos en sus casas o patios, lugares seguros que permitan bajar los niveles de estrés. “Hemos visto resultados muy favorables”.

El distanciamiento social, concluye Noroña, es positivo para el niño que maneja el lenguaje, el pensamiento simbólico, la expresión de sus emociones y que tiene hermanos y padres con inventiva y tiempo para jugar en casa. “Pero así no es con todos y menos con los niños autistas”.

La salud psicológica, cuyas afectaciones por la cuarentena están por verse, no se ha tomado en cuenta. Y los profesionales de salud emocional, añade, están llamados a acudir al rescate de sus pacientes, “a no conformarse”.